sábado, 30 de noviembre de 2024

El Mate: Un vicio abominable y sucio

 El mate fue, para los españoles, ‘un vicio que fomentaba el ocio y que contagiaba a todos, no siendo esto bueno para salud del alma y del cuerpo’.


El gobernador Diego de Góngora escribió: “Hay en esta gobernación, generalmente en hombres y mujeres, un vicio abominable y sucio que es tomar la yerba con gran cantidad de hierbas calientes para hacer vómitos con grandísimo daño de lo espiritual y temporal, porque quita totalmente la frecuencia del santísimo sacramento y hace a los hombres holgazanes, que es la total ruina de la tierra, y como es tan general temo que no se podrá quitar si Dios no lo hace”.

En abril de 1595 una ordenanza dictada por el teniente del gobernador, Juan Caballero Bazán, dispuso prohibir el tránsito por los yerbales en las proximidades del Rrío Xejui y también el cultivo de la yerba. EL Padre Pedro Lozano, en su HISTORIA DEL PARAGUAY, afirma que ‘la yerba es el medio más idóneo que pudieran haber descubierto para destruir al género humano o a la nación miserabilísima de los indios guaraníes’.

Desde 1610, año de la llegada de los primeros jesuitas al Paraguay, hasta 1630, se prohibió la exportación de mate y su consumo. Los indios transportaban la yerba desde distancias enormes, y llegaban a veces a tardar un año hasta volver a su punto de partida. La prohibición del consumo de mate disparó la curiosidad de los consumidores, que comenzaron a consumirlo clandestinamente. Así relató la epidemia el padre jesuita Francisco Díaz Tanho: “No hay casa de españoles ni vivienda de los aborígenes en que (el mate) no sea bebida como pan cotidiano. Ha cundido tanto el exceso de esa asquerosa zuma que ya ha llegado a la costa y otros muchos lugares de la América y Europa el uso y abuso de ella, y es mi sentir que por el instrumento de algún hechiero la inventó el demonio”.

El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición llegó a considerar su uso, más que un vicio, “una superstición diabólica”. Fuente: argentina-insolita.com.ar


miércoles, 27 de noviembre de 2024

Onofre Paz: "Marbiz nos presentaba como el conjuntito folclórico, así nomás..."

 


En una época en la que el folklore vive los comienzos de su difusión masiva, de la mano de grandes cultores y estudiosos como fueron don Andrés Chazarreta, o grandes intérpretes como don Sixto Palavecino, el nacimiento de grupos dedicados a la interpretación de música folklórica norteña... tuvo una explosión demográfica, por decirlo de alguna manera.

Cabe recordar que, de esos años, finales de los cincuenta y principios de los sesenta, datan grandes conjuntos como Los Fronterizos, Los Chalchaleros, Los Cantores del Alba, Los Tucu-Tucu, Mercedes Sosa o Los hermanos Abalos, entre otros, que supieron. perdurar en el tiempo y en el gusto popular.

La constante, la formación básica, solían ser dos o tres guitarras y un bombo. En algunos casos se sumaba el acordeón, en otros el violín y raramente un piano, como en el caso de Los Hermanos Ábalos, y las canciones giraban en torno a lo costumbrista ya las vivencias de los hombres de campo. De ahí que la mayoría de los grupos y solistas optaran por las vestimentas gauchas en diferentes y distintivas combinaciones, lo que dicho sea de paso sirvió para que el hombre de campo se sintiera plenamente identificado con esa corriente musical y terminara adoptándola como propia.

Santiago del Estero, una de las provincias argentinas más ricas en tradición folklórica, ha dado y sigue dando muchos nombres grandes a nuestro patrimonio cultural. Ubicada en la región noroeste, con un clima mayormente seco y un desarrollo industrial relativamente bajo, tiene como característica la poca concentración urbana. Las gentes se distribuyen a lo largo ya lo ancho de la provincia en pequeños pueblos y ciudades, con economía de subsistencia la mayor parte, lo que da lugar a la proliferación de cantores y músicos.

Quizás, como alguien dijo, la riqueza musical de Santiago sea la expresión de una multitud de soledades. Lo cierto es que recorrer sus caminos es andar siempre con un son de bombos y guitarras a las espaldas. En cada pueblo, en cada sembrado, en cada boliche, hay siempre alguien templando seis, cinco o cuatro cuerdas. En cada campamento hay un Shunko persiguiendo una esperanza, una renovada promesa nunca cumplida pero que algún día ha de llegar.

Dentro de esa corriente, en Santiago del Estero allá por el año '59, el 'Negro' Onofre Paz y Leocadio Torres se juntan para hacer música. De esa unión nace el dúo que sería la raíz de Los Manseros Santiagueños, uno de los grupos más prolíficos del folklore nacional y que aún hoy, cincuenta años después, siguen cantando y publicando material nuevo dentro de la misma rama musical en la que nació, aún después de haber recorrido medio mundo y de haber visto que el folklore también puede incorporar un saxo, por ejemplo, como ha ocurrido a partir de la década pasada, cuando los jóvenes valores terminaron de tomar la posta de sus mayores.

Los Manseros Santiagueños llevan 53 años sobre el escenario. Y la popularidad crece con el paso de los días. El viernes 13 de marzo, compartirán escenario con Abel Pintos, en el festival de la finca La Dolfina. El trabajo no se frena. Los espera Ojo de Agua, y vienen de cumplir una apretada grilla de presentaciones.

¿Se podría decir que este conjunto que nació con Onofre Paz y Leocadio Torres, está en su mejor momento?

-"Estamos pasando un muy buen momento. Parece que los festivales grandes como el de Cosquín y el de Jesús María recién están tomando conciencia de lo que significan Los Manseros. Antes cuando estaba Julio Marbiz nos presentaba como "el conjuntito folclórico", así nomás, como sin darnos mucha importancia Nosotros íbamos preparados para cantar media hora, y al final hacíamos dos o tres temas, y abajo. Igual que Falú, aunque hago mal en hablar de los muertos, pero nos saludaba diciéndonos "qué tal, cómo anda". changuito", como haciéndonos a menos. Pero los changuitos se han hecho hombrecitos..."

Onofre Paz, con el orgullo de mirar el camino recorrido, ese que los llevó a convertirse en uno de los conjuntos folclóricos más aplaudidos por el público, y respetado por sus colegas, comenta.

-"A la larga ha triunfado la raíz folclórica. El folclore que hacemos es con buenas letras y buena música. Y eso le gusta a la juventud ya la gente de la tercera edad, porque tenemos un público amplio que nos sigue".

Y hace el listado de todos los escenarios por los que anduvieron en lo que va del año.

-"Venimos de Tafí del Valle, del Festival del Queso; estuvimos en el del Cabrito, en Catamarca; en el de la Chaya, a La Rioja; en Córdoba, Loreto... Ahora estaremos en La Dolfina, después en Ojo de Agua, y seguimos".

Onofre Paz no oculta la felicidad de este tiempo de cosecha.

-"El sueño de Los Manseros nació cuando tenía 16 años. Me había presentado en un concurso folclórico organizado por una revista en Radio Belgrano y resulté ganador en la provincia. Elegían a un cantante de folclore ya otro de tango. Luego tenía que ir a competir a Buenos Aires, y Leocadio Torres (el otro fundador del conjunto) me había dicho: "Negro, si ganas, te acompaña a Buenos Aires, porque yo no había ido nunca y él sí. Y así fue. No se me despegó más. Y cuando perdí la instancia final, me propuso que creáramos Los Manseros. Anduvimos más de 30 años juntos hasta que por razones de salud dejó el conjunto y quedó como único dueño".

El recuerdo de esos primeros pasos con la guitarra en mano lo hacen caer en cuenta de las inevitables huellas que deja el paso del tiempo.

-"Leocadio se fue también de Los Manseros porque ya estaba un poco mayor. Los años no perdonan a nadie. Cuando empecé no me quedó afónico nunca. Cantaba día y noche. Ahora me tengo que cuidar de las cosas heladas. El helado no pruebo nunca, vino no tomo. Trato de cuidar la garganta que es mi herramienta de trabajo".

¿Los Manseros le han permitido disfrutar de la estabilidad económica?

-"En los últimos años sí, porque antes éramos conocidos, pero no había diferencia. En esta última época me pude comprar la casa, otro departamento, cambiar el auto, tener un cero kilómetro. Todo esto después de más de 40 años. Se lo agradezco a Dios, porque a la larga se dio. Ahora tenemos el gusto de decir cuánto queremos cobrar. Pero dicen que no somos careros, por eso quizás tenemos mucho trabajo. Los años no sólo le han acercado un buen pasar, sino la fidelidad. del público... A veces, me quedo pensando en lo que pasó, en el éxito o en el no tan éxito En el recibimiento del público, en el cariño que nos brinda... Ahora, mientras uno se está secando la transpiración. Cuando termina la actuación, viene la gente pidiendo la foto. Desde el escenario yo veo como tucu, tucus las luces de los flashes.

¿Qué consejo les daría a las nuevas generaciones?

-"En primer lugar hay que crear un estilo. Si es solista, dúo o un conjunto. Los instrumentos son secundarios, porque nosotros podemos poner una orquesta, pero el canto es el que marca el estilo. Y no hay que desanimarse. Hay que Sal de Santiago, porque si vos aquí nomás te van a conocer los de tu provincia, pero no en el resto del país. Es cierto que estás de que Dios está en todos lados, pero tiene la oficina en Buenos Aires. No hay que quedarse, porque a la larga esto da sus frutos. Ahí tiene el caso de Abel Pintos, con quien vamos a compartir escenario. Ese chico no imita a nadie, y es difícil triunfar con algo particular. embargo, él llegó. Yo me alegra mucho porque es argentino, y buena persona.

¿De los artistas nuevos a quién admira?

-" A Florencia Paz. Ella tiene mucho talento, no es porque sea mi hija. Pero yo trato de ayudarla en todo lo que puedo. A veces, nos toca actuar juntos, en el mismo lugar, y como ella va primero, a mí me gusta ir a escucharla. Dice que no quiere ir tras de Los Manseros, y yo le digo no sos la única, hay muchos que no quieren ir detrás de nuestro".

Los Manseros Santiagueños no sólo tienen agenda con numerosas presentaciones por delante. También proyectos de un nuevo disco, que podrían llegar a grabar con Sony, según adelantó Onofre Paz. El origen internacional del sello discográfico lo invita a recordar la única gira que tuvo el conjunto fuera de la Argentina.

-"Fuimos a Estados Unidos gracias a Argentino Ledesma. Él cantaba tango y nosotros folclore. Nuestra primera presentación fue en Washington, con mucho miedo, hasta que salió uno del público y nos gritó: "Negro, canten la de Huaico Hondo". Eso nos hizo animar, agarrar confiancita. Hicimos varios escenarios, Philadelphia, Houston, y de ahí he quedado con ganas de volver, pero le tengo miedo al avión.

Fuente El Liberal

martes, 26 de noviembre de 2024

La leyenda del orko maman, la Madre del Cerro

 


Don Benigno Corvalán, vecino de El Zanjón, Dto. Capital, que fue "manual" de don Gaspar Taboada, cuenta que allá, por el año 70, se había perdido en el cerro de Guasayán, una mula cargada con tres barriles de aguardiente. Un arriero fue en su seguimiento y después de mucho andar se encontró ante una laguna, circundada de piedras de oro, que producían vivos reflejos en el agua en que se reflejaban. Quedó asombrado el arriero y al levantar la vista, vio sobre una peña a una mujer desnuda, de singular belleza, que peinaba sus cabellos rubios con un peine de oro. Era la madre del cerro u orko maman, como se la llama en quichua, de orko: cerro, y maman: madre.

Pasada la sorpresa que en el arriero produjo esta visión de la deidad tutelar, cargó algunas piedras de oro y fuése para el pueblo, donde contó la extraña aventura. Los vecinos, organizados en comisión, partieron para la conquista del tesoro. Iba a la cabeza el arriero del cuento. Pero cerca ya de la laguna, una densa neblina los tapó, impidiéndoles proseguir la búsqueda.

Cuentan, además, que la madre del cerro se encolerizó cierta vez que jaloneaban las faldas de la serranía de Guasayán por no haberla invocado ni buscado su protección. Al ir a cavar la pica, todo el cerro se estremeció sacudido por un sismo, del que todavía guardan memoria los pobladores de la zona.

La leyenda del orko maman, en su primera versión se asemeja a la del peine de oro de la laguna del cerro bayo de Tucumán.

Extraído del libro: El Folklore de Santiago del Estero, de Orestes Di Lullo

El Sacháyoj…

 


Es el numen protector de los árboles, el dueño del bosque. Vive en las profundidades de la selva bajo la figura de un hombre, se alimenta de frutas y animales silvestres y su cuerpo está cubierto de "sajasta o barba del monte", una especie de alga vellosa y blanquecina.

Su aparición es siempre insólita. Con sus gritos, que semejan los golpes del hacha en el bosque, atrae para perder al "hachero o melero" que se aleja de sus semejantes. Y sólo quien no conozca la existencia del sacháyoj le toma por un hombre y va hacia él. Pero, ¡guay! de aquel que osa) contestar sus gritos o seguirle en los recovecos de la selva: ¡su perdición es segura! Así lo afirman los que le oyeron, llenos de temor y de angustia (XX).

Semejante a esta leyenda existe una deidad indígena que se llama Sacha maman o Madre del bosque, y su origen sería el eco del ruido que las hachas producen en el monte.

Un día refiere don Gabino Ledesma, de Villa Matará- el sacháyojle gritó a un melero que llevaba dos perros para hacer cazar. Atemorizado, se quedó. Pero los perros se metieron al monte, ladrando. Al poco tiempo, uno de ellos regresó aullando lastimeramente, como perseguido por alguien, a quien, sin embargo, su dueño no pudo ver. Del otro perro no supo nunca más. "Dejuro lo llevaría el sacháyoj" (CLV).

Esta figuración mítica del numen tutelar del bosque, es de una moral ejemplarizadora. Tiende, seguramente, a evitar la destrucción del árbol y de los productos de la selva.


Extraído del libro: El Folklore de Santiago del Estero, de Orestes Di Lullo

lunes, 25 de noviembre de 2024

La antigua Villa de Loreto sucumbía bajo las aguas del río Dulce hace 116 años

Por: María Mercedes Tenti

La crecida final sorprendió a la población en medio de la noche, por el desborde del canal de Tuama, y muchos lograron huir con lo puesto. Un botero rescató a muchos, por lo que el gato “El violín de Tatacu”, de Fortunato Juárez, lo recuerda como un héroe en medio de la desgracia.

Los signos de la destrucción de la villa, en 1909.

En noviembre de 1908, una masa de agua y lodo desbordados del río Dulce sepultaba a la vieja Villa de Loreto, la antigua ciudad que se encontraba a 12 kilómetros de la actual ciudad de Loreto, catástrofe de la que esta semana se cumplieron 116 años y aún pervive en la memoria popular.

 La creciente llegó a las tres de la madrugada del 21 de noviembre, mientras sus pobladores descansaban después de una calurosa jornada de trabajo y no hubo tiempo de salvar nada. Apenas pudieron huir con lo puesto. Sin embargo, los historiadores precisan que los avances del agua ya habían comenzado días antes, pero esa noche fatídica fue el golpe de gracia.

El poblado fue completamente inundado. Indalesio Gómez, un antiguo poblador y sobreviviente recuerda “la noche trágica”, en que la furia de la crecida los sorprendió. Sólo algunos atinaron a subir a techos y árboles. El cauce del canal de Tuama había desbordado por tercera vez y el amanecer encontró a los pobladores con dos metros y medio de agua y un sordo silencio de espanto los invadió.

El párroco Juan Retambay, durante toda la noche, trasladándose en su bote, hablaba a los pobladores, pidiéndoles que piensen y que debían abandonar sus casas para trasladarse hacia la Estación Loreto. Según la historia, algunos vecinos huyeron, y muchos fueron rescatados por Tata Cármen (Tata: Padre; cu: más que), violinista, quichuista y botero de la zona, quien los trasladó a la Estación Loreto.

El gato “Violín de Tatacú”, de Fortunato Juárez, recuerda aquella triste historia y la valentía y solidaridad de Tatacu, al salvar a los pobladores: “Así llegó aquel día, que es tan triste contarlo. El Río Dulce y su bravura se llevó a Villa Loreto y Tatacu con sus botes salvando a la población. Todo eso ya es recuerdo que me oprime el corazón”.

La inundación fue el resultado de numerosos factores de desencuentros políticos, de indiferencia comunitaria, que no permitieron avizorar aquel trágico final, según señaló la historiadora María Mercedes Tenti, en la revista Fundación Cultural de 2007.

ORIGEN

La antigua Villa de Loreto se había conformado en el siglo XVIII, en la antigua estancia de los Islas, a la vera del camino al Alto Perú. “Sus habitantes aprovechaban las inundaciones del río Dulce para hacer sementeras y sembrar en épocas de inundaciones; también construían pozos de agua para abrevar el ganado, especialmente ovejas y cabras de las que obtenían lana para sus telares”, recuerda la historiadora Tenti.

La imagen de la Virgen de Loreto, traída por los jesuitas, ya se reverenciaba desde el siglo XVI cuando estaba en posesión de la india Lula Paya, según la tradición oral. En 1731 Catalina Bravo de Zamora hizo construir una capilla, que fue reconstruida varias veces como consecuencias de las inundaciones del río. Hasta fines del siglo XVIII dependía del curato de Tuama, hasta que en 1793 fue erigida parroquia. La nueva iglesia comenzó a construirse a partir de 1830, por iniciativa del gobernador Juan Felipe Ibarra, cuando era párroco Pedro Francisco de Uriarte, quien había sido designado representante por Santiago del Estero ante la Junta Grande y se desempeñó como tal en el Congreso Constituyente reunido en 1816 en Tucumán, trasladado luego a Buenos Aires.

En la tercera década del siglo XIX, Loreto comenzó a declinar, como consecuencia del cambio de cauce del río que la dejó sin el líquido vital para hombres, mujeres, cultivos y ganado. Otra vicisitud fue causa de su decadencia: el ferrocarril que conducía a Rosario tendió sus vías esquivando la antigua villa; la estación Loreto era la escala más próxima. Poco a poco se fue notando el éxodo de pobladores que emigraban en busca de horizontes más promisorios. Los censos de 1869 y 1895 constituyen una prueba irrefutable de la disminución de la población.

Si bien la economía de la zona había decaído, el departamento contaba con 10 atahonas a mula -que abastecían de harina a la zona-, 3 obrajes y una fábrica de materiales. Antiguos comercios y otros nuevos proveían a la población de lo necesario para la vida: 3 almacenes por menor, 3 bazares, 4 carnicerías, 1 casa consignataria, 7 corredores comerciales. Los 18 “boliches con licores” eran un ámbito de socialización eminentemente masculina (Fazio). Las mujeres se reunían en tertulias en las que ejecutaban el arpa y cantaban (Gancedo).

A comienzos del siglo XX se organizó una comisión para la construcción del templo en la estación y se colocó la piedra fundamental. La capilla fue inaugurada en 1904 (Archivo Parroquial). La capilla de la villa estaba bien conservada. El altar tenía un sagrario movible de algarrobo y dos confesionarios del mismo material. El baptisterio poseía una pila bautismal de mármol. Contaba con importantes imágenes, entre las que se destacaba la de Nuestra Señora de Loreto, un Señor Crucificado de 2.20 m de madera (que actualmente se encuentra en la capilla de Perchil Bajo), la Dolorosa de rostro encarnado, Purísima Concepción, San Luis, Jesús Nazareno de vestir, San José y Santa Bárbara -a cada lado del altar mayor- y un vía crucis con cuadro y cruz de madera, según consta en el inventario conservado en el archivo parroquial.

EL CLAMOR POR EL AGUA

Desde el momento en que la naturaleza hizo variar el cauce del río, el anhelo de los moradores que quedaron en la zona, más el de los inmigrantes que llegaban en busca de nuevos horizontes, era contar con el agua necesaria para impulsar nueva vida a la antigua villa. Ya en 1896 el gobernador Adolfo Ruiz gestionó la venida de un ingeniero especialista en hidráulica para proyectar una serie de obras, entre ellas el canal de Tuama a Loreto, construido durante su gobierno.

Pero la bendición del agua duró muy poco. Si bien en 1903, el canal regaba 887 hectáreas, el gobernador Pedro Barraza, en su mensaje anual a la Legislatura, señalaba los problemas de su mantenimiento: la bocatoma era angosta para el caudal de agua que se vertía y no se había realizado la compuerta para que, en épocas de crecientes, se detuviera el paso de las aguas. En 1907, José Santillán denunciaba en su mensaje que el río, durante las últimos crecientes, se volcaba impetuoso por el canal el cual, al no tener compuerta, no sólo no contenía el agua, sino que provocaba además el desborde hacia otros rumbos, en forma de verdaderos brazos del río, poniendo en peligro la villa de Loreto. Si bien, la provincia había comprado y trasladado materiales para iniciar la obra, argumentaba el gobernador que no se contaban con los fondos necesarios para emprenderla sin el auxilio de la nación, ya que su costo ascendía a $500.000.

PRIMERAS INUNDACIONES

Generalmente se tiene conocimiento de la inundación que arrasó con Loreto en 1908. Sin embargo, ésta no fue la única. Dos inundaciones ocurridas un año antes preanunciaron la tragedia y, sin embargo, los poderes públicos no tomaron los resguardos necesarios para preservar la vida y los bienes de sus moradores.

El 31 de diciembre de 1906, mientras los santiagueños y santiagueñas celebraban la llegada de un nuevo año, la compuerta intermedia de defensa del canal Tuama-Loreto, que estaba en construcción, se rompió por la fuerza de las aguas que comenzaron a entrar en la villa, ante el pánico de la población. Todo enero, luchando contra las adversidades y el calor, los vecinos se pasaron construyendo bordos alrededor de sus casas para evitar que el agua las arrasara. No sólo se había desbordado el canal, sino que el agua se había escurrido por el brazo seco del río Pinto, inundando campos y cultivos. “La zona se ha convertido en un mar con una pequeña isla que es Loreto”, afirmaba El Liberal.

Cuando todo hacía pensar que la villa estaba a salvo, sobrevino una segunda inundación, a los pocos días, a fines de enero de 1907. La creciente nuevamente rompió el bordo del canal, en El Yugo, e inundó casas y quintas. El 13 de marzo entró el agua a la villa, anegando plaza, escuela y muchas viviendas. Las familias, a la intemperie, esperaban ayuda que no llegaba. En abril, nuevamente se rompió el bordo improvisado a fuerza de trabajo y coraje de los moradores, que luchaban por preservar el poblado. El agua alcanzó 50 centímetros en algunas partes y en otras aún más.

Las familias huían de sus hogares, buscando lugares altos, presas de pánico, mientras los ranchos comenzaban a desplomarse y escaseaban los víveres. Los trabajos de defensa eran infructuosos. Al mismo tiempo, un centenar de hombres trabajaba denodadamente colocando bolsas de arena para detener la corriente, animados por un grupo de músicos que, al compás de bombo y violín les daban aliento, mientras el agua avanzaba implacable. En medio de llantos desconsolados, la gente se congregaba en la iglesia haciendo rogativas a toda hora. Un bordo alrededor del edificio contenía la gran masa de agua. Con el paso de los días recién las aguas comenzaron a descender. Sin embargo, el daño ya estaba hecho: casas derrumbadas, enseres perdidos, el cementerio inundado y chacareros y quinteros con sus productos inutilizados.

Ante los hechos tan graves ocurridos el año anterior, en 1908 Santillán comisionó al director de Obras Públicas ingeniero Tomás Bruzzone para la prosecución de las obras del canal de Tuama, obras que no eran más que un paliativo, por cuanto la ampliación del canal y la construcción de la compuerta no se habían iniciado a la espera de fondos que debía aprobar el congreso nacional. El preanuncio de la tragedia comenzó en la capital santiagueña, jaqueada por la inundación a mediados de diciembre. El 19 la creciente rompió los bordos del canal a la altura del Yugo y el agua comenzó a avanzar, nuevamente amenazante, sobre la villa de Loreto.

El 20 se desencadenó la catástrofe; el 21 de diciembre de 1908 Loreto sucumbió al avance de las aguas que, en algunos puntos superaba los dos metros y medio de altura. A pesar de los esfuerzos de operarios y habitantes, no se pudo evitar el avance de las aguas. Faltaban brazos; los peones estaban extenuados luego de trabajar día y noche en forma agotadora. Los ranchos comenzaron a derrumbarse y las familias desesperadas, esperaban ayuda a la intemperie. Desde Loreto, a través del telégrafo, llegaban a Santiago los pedidos de auxilio: carpas, galletas para los peones, alimentos, ropa.

Si bien el gobierno provincial mandó por tren cuadrillas de servicio para reemplazar a los extenuados peones, 30 soldados y carpas y abrió una cuenta especial denominada “Gastos inundación Loreto”, todo fue inútil. La población estaba convertida en un lago. Casi todas las familias tuvieron que emigrar apresuradamente. Afortunadamente, no hubo que lamentar víctimas fatales, según pudo constatarse en los libros de defunciones de la villa y de la estación Loreto, en el Archivo del Registro Civil de Loreto.

Esta vez se daba por descontado la total destrucción de la villa. Nuevas crecientes más el enlame producido con troncos y árboles que destruían las defensas e imposibilitaban que el agua retrocediese, hacían más dramática la situación. Se necesitaban botes para el traslado de personas ubicadas en los lugares altos, víveres para alimentarlas y abrigos. La ayuda no llegaba debido a la misma creciente que no permitía el arribo de botes, a la falta de trenes y a la inoperancia del gobierno provincial.

Los pobladores emigraban: unos a la estación y otros sobre el río viejo. Todas las casas estaban inundadas, incluidas la iglesia y la escuela. Sólo el edificio del telégrafo, construido en una zona elevada, se había salvado y era el único contacto con la capital. A pesar de los esfuerzos de Bruzzone, que pedía auxilios desesperados, la villa fue abandonada. Las autoridades de la localidad se trasladaron a Chimpa Macho, a 15 cuadras al este de la villa. Cuando llegaron tardíamente los botes, mujeres y niños pugnaba por subirse a ellos, mientras las casas se derrumbaban y los hombres trataban de preservar muebles, ropas y mercaderías. Con los botes llegó también la ayuda del gobierno y se comenzó a distribuir víveres entre los pobres.

La Navidad de 1908 fue sin dudas la más amarga que pasaron los loretanos. Habían perdido todo. La población acampada en un lodazal esperaba ayuda, que demoraba en llegar. Sólo la iniciativa privada brindaba su apoyo y solidaridad a través de las comunidades extranjeras (especialmente la española), el Conservatorio Verdi y las conferencias de San Vicente de Paul de Buenos Aires. “Ya que el elemento nacional no se siente obligado a correr en auxilio de los que sufren hambre y enfermedades lo hacen los extranjeros”, denunciaba El Liberal. El Congreso Nacional no enviaba el auxilio de $20.000, al no sancionar la ley respectiva “por falta de quorum”. Una vez más, los representantes estaban ausentes a la hora de brindar el apoyo a sus representados.

La venerada imagen de la virgen de Loreto, según la tradición, fue salvada en un bote por el párroco Retambay y llevada a la capilla de la estación. De la antigua iglesia desaparecieron en la inundación, conforme al inventario realizado, sacristía, baptisterio, depósito, retablo, tabernáculo, barandas de madera, altares, túmulo, araña, tumba para pozos en los entierros, dos confesionarios de madera, un reloj de campana y uno de mesa, piano de cola, crismeras de plata, vinajeras, bujiario y dos pilas de agua bendita de mármol. Todo lo demás pudo salvarse.

La fecha de la inundación que destruyó Villa Loreto, 21 de diciembre de 1908, ya fue señalada por el historiador Luis Alen Lascano en su obra Historia de Santiago del Estero. Numerosas e invalorables fuentes ratifican esta fecha y describen paso a paso la forma en que se fue desarrollando la catástrofe, en particular la información contenida en la colección de El Liberal y de El Siglo -que permanecen microfilmadas en el archivo de El Liberal-, que describen las dramáticas jornadas.

Por tratarse del desborde de un canal, la inundación se produjo lentamente, dando la posibilidad, a la mayoría de sus moradores, de poner a salvo sus pertenencias y de alejarse de la zona anegada, pasando en botes al otro lado del río Pinto. Pero ¿por qué se destruyó Loreto? Ambos diarios dan cuenta de las penurias de la villa: Por un lado, una copiosa lluvia -del mismo día 21- dio “el golpe de gracia a la población” y por otro, el más grave, a partir del 22 de diciembre el agua siguió aumentando, porque el canal se encontraba obstruido aguas abajo con un gran enlame, originado por el estancamiento de los árboles arrastrados por la corriente, que formaron una ‘tranca’ en la embocadura del río Pinto.

Por la escasez de recursos y hombres el deslame se hacía imposible, según lo denunciaba el Ing. Bruzzone. Por esta causa, el agua permaneció estacionada en la villa y no pudo retroceder -por la diferencia de nivel- hasta tanto se concluyeron los trabajos emprendidos en el canal de derivación, aguas arriba de Loreto. La mayoría de las viviendas, construidas con adobe, no pudieron resistir el embate de las aguas y comenzaron a desplomarse ante la desesperación de sus pobladores. Si bien algunos habían emigrado en busca de lugares seguros, otros, los más pobres, permanecieron hasta último momento cuidando las pocas pertenencias que les quedaban.

Cotejada la documentación existente a la fecha y analizada contextualmente, se puede afirmar, con precisión, que la destrucción total de la Villa Loreto se produjo el 21 de diciembre de 1908 cuando las aguas alcanzaron, en algunas zonas, 2 metros y medio de altura, según lo consignan El Liberal y El Siglo. Los pobladores hicieron todo lo que pudieron por salvar sus vidas y bienes; la población se destruyó por la desidia de los gobernantes que no completaron la construcción de las compuertas que debían regular el paso del agua del río. El enlame hizo el resto, la antigua Villa de Loreto se convirtió en una laguna que permaneció anegada hasta enero del año siguiente.

Los loretanos recibieron el año nuevo del 1909 en medio del horror y la desolación.

Fuentes: librepensador.com.ar

sábado, 23 de noviembre de 2024

Julio Argentino Gerez

 


Julio Argentino Gerez, hijo de doña Rosalía Gerez, nació el 26 de julio de 1899 en Cuyoc, departamento Banda, Santiago del Estero.

Llamado Julio Argentino en homenaje a Julio Argentino Roca, dos veces presidente de nuestro país.

Cuando él y su hermano mayor Horacio, eran niños, su madre contrajo matrimonio con Manuel Carrizo, quien los crio como verdaderos hijos.

Radicados en La Banda, ingresa a la Escuela Amadeo Jacques, donde terminó el ciclo primario.

Al cumplir 15 años de edad, ingresa como aprendiz en la carpintería de los hermanos Don José y Don Feliz Cordero y posteriormente trabajó en el ferrocarril. Los empleos no le duraron mucho, ya que la vida de músico y su temperamento, no coincidían con los tiempos y exigencias convencionales del trabajo.

Desde niño demostró su pasión por la música y en la adolescencia le llegó a las manos la primera guitarra. Comenzó como jugando y desde las primeras melodías que sacó en el encordado, no abandonó más el instrumento.

Inició su carrera artística formando un dúo de guitarra y canto con Paciente Paz y emprendieron una exitosa gira por el interior santiagueño.

Tiempo después acompañó en el canto al Teniente 1º Juan Carlos Franco, tucumano, que vivía en “San Carlos”, La Banda, casado con la dama santiagueña “Pepita” de Arzuaga Ruiz.

Las “tenidas” en su casa de la calle Sarmiento fueron memorables. Con Santiago Carrillo, siendo jóvenes, pero ya enamorados de nuestra música, deseosos de escuchar cosas acerca de su vida, concurrimos a la casa de su viejo amigo Julio Herrera, invitados por sus hermanos Adrián y Mario. El dueño de casa para nuestro deleite monopolizó la palabra y luego de hablar con emoción de esa larguísima amistad describió con incomparable gracejo, festivos episodios compartidos con nuestro personaje. En un momento dado, cambiando el tono jocoso por otro evocativo, dijo: “Los amigos de Julio tuvimos el privilegio de gozar de las tertulias musicales de su casa y de caminar la noche de La Banda en gozosas e interminables serenatas”.

A mediados de la década del 20 del siglo pasado, su destino de músico y tal vez una frustración amorosa lo llevaron a dejar el solar nativo y radicarse en Buenos Aires.

Estaba en la época de las ilusiones y de la intrepidez para la aventura; en su interior ardía la pasión de ondas armoniosas que le pedían nuevas vivencias. Se alejó del terruño sin más itinerario que sus sueños, sin más fortuna que su fe y triunfó rotundamente en cielos extraños.

Al comienzo, subsistió desempeñando los más insólitos oficios, hasta que logró dedicarse a su verdadera vocación. Principió integrando el dúo Jerez-Estrella, hasta que, en 1927, logró entrar en la radio, paradójicamente cantando tangos. En 1929 compone su gran éxito “La Engañera” y a mediados del año 1932 tuvo su primera oportunidad como solista en el “Círculo Tradicionalista La Querencia”. Su voz de marcado acento santiagueño, más bien aguda, cantó con emoción y reflejos de muchas madrugadas. Estrenó su canción serrana “Juira, Juira” y tuvo como invitado de honor al Dr. Ramón S. Castillo (catamarqueño), ministro del entonces presidente de la Nación Agustín P. Justo quien, al finalizar la actuación, lo felicitó y gratamente impresionado, le ofreció su apoyo.

Cuando mejoró su situación vivió en Boedo y luego en avenida Belgrano 1838 en viejas casonas, de no menos de diez habitaciones. En cada una tenía instalada una enorme jaula donde trinaban o gorjeaban toda clase de pájaros, por los que de niño tuvo una obsesiva debilidad. De pronto se mostraba inquieto porque debía salir con urgencia a comprar alpiste y, sus amigos maliciosos, no sabían si el tal “alpiste” era del que se come o del que se bebe…

Su enorme trascendencia, más que como intérprete, se debe a su valiosísima obra de compositor y poeta.

Actuó en Radio Belgrano y en Radio Prieto; en 1943 se presentó en Rosario de Santa Fe, invitado por el Centro de Residentes Santiagueños. Como guitarrista, integró la orquesta nativa de José María de Hoyos, que con la cancionista Elvirita Tamahsi actuaba en Radio El Mundo. También fue acompañante de Marta de los Ríos y de “La Negra” Tucumana, a quien acompañó en la grabación de dos temas de su autoría, “Chacarera de mis Pagos” y “Corazones Amantes”, con música de José Luis Padula.

Actuó con cierta asiduidad en “El Círculo Santiagueño”, situado en Membrillares esquina Juan Bautista Alberdi y en “Provincianos Unidos”, Pedernera 250, ambos en el barrio de Flores. También era frecuente su presencia en La Enramada (Santa Fe y Godoy Cruz, Palermo), donde compartía mesa, entre otros, con Félix Dardo Palorma, conocido autor y compositor y con Ramón Espeche, considerado por muchos el mejor bailarín de nuestra música; otro de los lugares que acostumbraba visitar era “La Salamanca” , ubicado en avenida Rivadavia pasando Primera Junta, donde se reunía, entre otros con el catamarqueño Felipe Zurita, el bandoneonista Luís Quiroga, y su comprovinciano José Gerez.

Decía don Lázaro Criado: “Allí (refiriéndose a Buenos Aires) en el improvisado techo de una enramada entre propiedades horizontales entrecerraba los ojos como una persiana y cantaba con acento nostálgico al pueblo que le vio nacer, porque si algo tenía de grande y de noble, era que nunca olvidó su origen”. José Antonio Faro, profundo conocedor de nuestro folklore, me refirió que Julio Jerez componía en cualquier parte, mientras comía o tomaba copas en alguna cantina o en su casa y que en muchas noches de su largo insomnio supo levantarse a buscar la guitarra, cuando alguna melodía o copla le cosquilleaba el alma.

Compuso aproximadamente cuarenta verdaderas “joyas”, de marcado tinte nativista, poseedoras de palpitaciones humanas inconfundibles, que nos hacen evocar los líricos romances que cantaron los viejos santiagueños, cuando la naturaleza virgen era fuente fecunda de inspiración y belleza. En su universo creador, reunió armónicamente su arte incomparable con la emoción sincera de lo grande y eterno e instaló en las almas sensibles la fantástica visión de su tierra natal, con sus selvas seculares y sus bellas llanuras en su reciedumbre agreste y muda. Dentro de una línea clara de tradicionalismo, Jerez agregó introspección y mayor vuelo poético a la música folklórica santiagueña. Con un estilo profundo, combinó lo erudito con lo popular y fundió su música con el espíritu del santiagueño.

Editorial Musical Buccheri, publicó un álbum con once temas suyos titulado, “De mis pagos. Danzas y Canciones Santiagueñas por Julio A. Jerez.”.

Juntamente con la enumeración de los mismos, transcribiré sus dedicatorias, porque a través ellas, conoceremos algunos de sus afectos;

1. De mis pagos. “A mi gran amigo y comprovinciano Sr. Aristóbulo del Valle Paz y familia”.

En la última estrofa de esta chacarera, expresa,

 

De La Banda hasta Santiago

Hay un puente que cruzar

No le empines mucho al trago

Porque puedes resbalar.

 

Con respecto al segundo verso de esta copla, cuando expresa: “hay un puente que cruzar”, me parece oportuna la siguiente aclaración: Por lo general, los santiagueños cuando escuchamos esta parte, pensamos en el puente carretero, pero en realidad hace referencia al viejo Puente Negro (fuera de servicio desde hace muchísimos años), al que podemos ver desde lejos en nuestra costanera.

Antes de 1927, año en el que se inaugura el puente carretero, una de las maneras de unir Santiago y La Banda era el bote. Éste salía a la mañana temprano desde la orilla de La Banda, a la altura de El Polear y terminaba su recorrido en nuestra ciudad capital, poco antes de lo que hoy es la Universidad Católica. Volvía a La Banda poco después del mediodía. Los bandeños, que venían juntos luego de realizar sus gestiones, tenían por costumbre, que los que se desocupaban primero esperaran a los demás, en un bar situado en Alsina y Olaechea, a quinientos metros aproximadamente de donde tenían que tomar el bote de vuelta. El lugar se llamaba “La Amistad”. Eran tan habituales las peleas que se armaban entre los parroquianos, que con el tiempo el ingenio popular le cambió el nombre de “La Amistad”, por el de “Luna Park”.

Otro medio de comunicación era el ferrocarril, que, con varias frecuencias diarias, corría por el “Puente Negro”, siendo la última a las veintiuna desde Santiago a La Banda. Finalmente, también se podía cruzar caminando. O sea que quien perdía el último tren, debía hacer tiempo hasta las cinco y media de la mañana en que salía la primera frecuencia o, caso contrario, volver a pie.

En aquel entonces, una de las posibilidades de pasar la noche, era quedarse en la “Esquina al Campo”, situada en las calles Jujuy y La Plata, a dos cuadras de la estación. El boliche se denominaba así, porque cuando comenzó a funcionar, nuestra ciudad hacia al norte, finalizaba precisamente en ese lugar. Esta manera de “acortar las horas” con música y alcohol, era la elegida invariablemente por Julio Jerez.

La otra alternativa, que es a la que se refiere la copla, era volver a pie. El recordado Puente Negro tenía, aproximadamente, mil ochocientos metros de largo; la parte peatonal del mismo estaba dos metros más abajo y corría paralelamente a las vías; la pasarela o tablón por el que se caminaba, era de treinta y cinco centímetros de ancho y sólo tenía para tomarse una endeble baranda. Como podrá advertir el lector, el consejo de la copla era plenamente justificado, ya que era peligrosísimo cruzar el puente con varios tragos de más.

Mi pariente Marcelo Ábalos Alcorta, me dijo al respecto: “De chico he escuchado a la gente mayor afirmar que varios borrachos habían caído al agua y que más de uno se había ahogado.”

Sigamos con las canciones del álbum:

2- Ayayitay. (Canción serrana). “Para mi buen amigo y admirado compositor indo-americano Atahualpa Yupanqui”.

3- Karisito. (Triunfo). “A mi excelente amigo Hilario Cuadros y a los demás integrantes de su popular conjunto Los Trovadores de Cuyo”.

4- Sendita florida. (Bailecito) “Al Teniente Coronel Sr. Antonio Fernández Lima y a su distinguida esposa Doña Manuela Rodríguez Villar”.

5- Noche, noche, tuta, tuta (Bailecito). “Al meritorio médico argentino, Dr. Adolfo Tagliaferro Almeyra”.

6- Criollita de El Tajamar, milonga. (Danza típica argentina). “A la destacada estilista criolla Dorita Zárate”.

7- ¡Engañera...! (Zamba) “A mi querido amigo, de corazón gaucho por excelencia, Sr. Feliciano Ignacio Lucero”.

8- Tupi, tupi (chacarera). A la Dirección y personal de la Editorial Buccheri Hnos., verdaderos paladines de la música nativa”.

9- La procesión (Bailecito). “A la prestigiosa institución criolla Círculo Santiagueño de Buenos Aires”.

10- De vuelta al pago (Canción). Para el digno Presidente de la Institución Tradicionalista Argentina El Ceibo Dr. Eduardo A. Ramos.

11- El bandeño (Gato). “A mis queridos amigos de La Banda José Saavedra, Felipe Ortiz, Julio Herrera y Vicente Grecco".

Los restantes temas de su autoría son: los bailecitos Cuando me Aleje, El Pregonero y Viditay; las canciones Glorias Cuyanas, Estampa gaucha, con música de Domingo Plateroti, ¡Juira, Juira!, Huayra Rupas y Tardecita Norteña, que fuera del repertorio de Ignacio Corsini; los escondidos ¡Que siga el baile! Y Coro pampa; los gatos El Pamperito y Rasgueando; Así soy, palito; Karisito y Estampa Gaucha, triunfos; Muchacha de mi Pueblo, vals, con letra de Eduardo Moreno; Escuelita de campo (vals); Vidala del adiós; las zambas Huella Huella, Zambita de allá, Ya me Voy, Torcacita, Corazones Amantes con música de José Luís Padula, Camino de Buenos Aires, con letra de Juan Manuel García Ferrari y Aleluya Santiagueña; las chacareras La Baguala, Amargura, La del Payador, La Despedida, Chacarera del Arbolito, con música de Atahualpa Yupanqui y “Añoranzas”, que hoy forma parte de los símbolos provinciales santiagueños. En el artículo 233 de la Constitución de Santiago del Estero, leemos: “Adóptase como Himno Cultural de la Provincia de Santiago del Estero a la obra musical ‘Añoranzas’ (Chacarera), con letra y música del poeta Julio Argentino Jerez.”

También son de su autoría la chacarera inédita “Hagan llover” y su obra inconclusa, “Apología de la chacarera”:

Qué tiene la chacarera

Qué tiene que hace alegrar

A los viejos zapatear

Los mudos la tararean

Y los sordos se babean

Cuando la sienten tocar.

 

Es tristeza, es alegría

Es una danza es canción

Es alma de una región

Que evoca la raza mía

Ella es rara melodía

Nacida del corazón.

 

Su cuna fue un humilde rancho

Un bombo la bautizó

Y un paisano la cantó

Con versos improvisados

Salavina ha reclamado

Diciendo que allí nació.

 

Ella nació como yo

En el pago del mistol

Donde quema mucho el sol,

Se pita cigarro i chala

Donde se cantan vidalas

Y ser criollo es un honor.

Hasta aquí lo escrito por Julio Argentino; el autor de la estrofa que sigue, es decir de la última, sería el Doctor José Antonio Faro, según nos comentaran a Leandro “Meneco” Taboada y a mí, los amigos de los mencionados más arriba.

 • Veamos la última parte:

Chacarera, chacarera

Melodía montaraz

Sos arrullo de torcaz

Bramido de tigre y puma

Sos más criolla que ninguna

Tan noble como Jesús.

El último verso “Tan noble como Jesús”, fue modificado por alguno de los recitadores y en la actualidad es el elegido por el público:

Chacarera, chacarera

Melodía montaraz

Sos arrullo de torcaz

Bramido de tigre y puma

Sos más criolla que ninguna

Y aquí te quiero cantar.

De estatura común, algo corpulento, rostro blanco y ojos rasgados, solterón empedernido, no tan bien parecido pero, paradójicamente, exitoso con las mujeres y, según se decía, “ellas adivinaban los tesoros líricos que aquel hombre llevaba en su interior…” Conversador amenísimo, bohemio absoluto, hermano de la noche y del vino, el que habitualmente lo alegraba, aunque a veces lo ponía nostálgico y otras un tanto alborotador. Gastó su vida en la tertulia amable, rodeado de amigos queridos en los que volcaba su ternura, pero supo dejar para sí el espacio de soledad necesario que le permitió cristalizar su bellísima obra.

“Birilli” Sánchez una de las personas que más estuvo a su lado, me dijo: “Muchas veces cuando creía que estaba solo, sin advertir mi presencia, lo he visto silbar bajito, abstraído, como buceando en su memoria y tengo para mí el convencimiento de que en aquellas circunstancias, él recordaba a la bandeña de su desengaño”. Lucila Bravo se llamó la musa inspiradora de sus temas “La Engañera”, “Ya me voy” y “La Despedida”.

¡Qué inolvidables noches de bohemia aquellas en que participaba Jerez, que comenzaban en la antigua churrasquería “El Pensamiento” en la Plaza Lorea y terminaban en el “Berna”, de generala corrida, en el estruendo de los dados”.

Sus contertulios de siempre eran Félix Pérez Cardoso, Hilario Cuadros, Buenaventura Luna, Miguel Ángel Miranda, “Lito” Bayardo, José Luis Padula, “Atuto” Mercau Soria, Dardo Félix Palorma y excepcionalmente algunos más jóvenes, como Ariel Ramírez y Pedro Pascual Sánchez.

En cuanto a su material discográfico, pese a mi búsqueda incesante, solamente he conseguido dos discos de 78 revoluciones, con dos temas cada uno: el primero tiene en una faz “Coro Pampa” y en la otra “La Torcacita”. Los músicos que lo secundaron, fueron: los hermanos Andrés, Antonio y Luís Ríos en bandoneón, Raúl Infante en violín, Werfil Maldonado (guitarra), Julio Carrizo (guitarra), Pedro Pascual “Birili” (guitarra y 2ª voz) y José Antonio Faro en el bombo; en el segundo “La Candelaria” (zamba de E. Falú y Jaime Dávalos) y “La Huella”. (Danza Tradicional). En esta oportunidad lo acompañan, José Gerez y Leopoldo Díaz (bandoneón), Segundo Gennero (piano), Raúl Infante (violín), Benito Gerez (guitarra), Julio Carrizo (guitarra) y Pedro Pascual “Birilli” Sánchez (guitarra y 2ª voz) y Aníbal “Ani” Gerez, (hijo de José Gerez, en bombo).

Luego de su larga estadía en Buenos Aires...

Después de muchos años sin regresar como músico a su tierra natal, lo hace al frente de una orquesta nativa de diez ejecutantes, contratado para tres recitales en el “Parque de Grandes Espectáculos”. El anuncio de su presencia causó una extraordinaria expectativa y su debut, el jueves 26 de marzo de 1953, constituyó un verdadero acontecimiento amistoso-musical. La orquesta estaba integrada por los Hnos. Andrés, Antonio y Luis Ríos (bandoneón), Pedro Pascual “Birili Sánchez, Julio Carrizo, Werfil “Catingo” Maldonado, Benito “El fiero” Gerez y Miguel Faro (Guitarra y Coro), “Atuto” Mercau Soria, (guitarra, quena y coro) y finalmente José Antonio Faro (bombo) . Todos ellos habían venido de Buenos Aires, acompañados por Santiago Adamini, en ese entonces directivo y luego presidente de Sadaic. Para dar aún mayor brillo, complementaron el espectáculo el recitador Sixto Cortinez y la pareja de bailarines integrada por Carlos Saavedra, ganador de varios concursos provinciales, y Clara Rosa Ramírez, clasificada como la mejor bailarina del año anterior.

Al día siguiente la pareja de danzas estuvo formada por Aldo Camaño y Clara Ramírez y el último día, es decir el sábado 28, por Miguel Ángel Navarro y Clara Ramírez.

Julio Jerez tenía programada una extensa gira por el norte que finalizaría en la ciudad de La Paz, Bolivia. La fuerte emoción del reencuentro y el calor y entusiasmo de sus coterráneos, le hicieron cambiar su hoja de ruta, quedando en Santiago mucho más tiempo del previsto. Esta circunstancia motivó que varios de sus músicos no pudieran acompañarlo durante toda su permanencia. Se sumaron entonces a la orquesta, Justo Marambio Serrano, Héctor Carabajal, Pedro Aparicio “Apalo” Villalba, “Chori” Paz, Rulo González y N. Maidana .

En La Banda se presentó el domingo 29 de marzo en el Centro Recreativo; el 4 de abril en Club Olímpico y en fecha no precisada, en “La Salamanca” de “Tilo” Argañaraz.

A fines de abril se presentó nuevamente en la ciudad de Santiago en “El Tinguilo”, y en el baile de “Grazziani”.

Más allá de lo profesional, cantó “de puro gusto nomás”… en clubes, bares y bodegones de aquel entonces; tal es el caso del almuerzo en el “Centro de Viajantes”, organizado en su homenaje por la comisión provisoria del “Instituto de Folklore”. Estuvieron presentes los Dres: Mariano R. Paz, Horacio G. Rava, Emilio Christensen, Juan Delibano Chazarreta, Marcos J. Figueroa, Guillermo Helman y Alfredo Gargaro; Sres. Julián Díaz (Cachilo), Hipólito Noriega, Domingo Bravo, Napoleón Únzaga, Ramón I. Soria, Alejandro Bruhn Gauna, Raúl F. Monti, Nabor Barrionuevo Justo Marambio Serrano y el “Duro” García, su cuñado. Esa misma noche y luego de una recordada jornada, Julio Jerez y el Dr. Mariano Roberto Paz se trasladaron al viejo edificio del Jockey Club, ubicándose en el salón que da a la calle.

El aplauso de los presentes y su buena disposición, crearon el clima propicio para que se improvisara rápidamente la orquesta. Acompañado por la recordada Sra. Juanita Martínez de Viaña en el piano y por el Dr. Mariano Roberto Paz en el bombo. Julio Jerez comenzó a cantar entre las mesas, convirtiendo en mágica esa noche.

“El Rincón de los Artistas”, inigualado refugio de don Pedro Evaristo Díaz, situado en calle Tucumán 62, Bar “Los Tribunales” de Marcelo Contreras , en calle Libertad 477, pegado al entonces Tribunales, hoy Municipalidad de la Capital, y “Jaime Roldán” , avenida Moreno y Libertad, fueron algunos de los reductos visitados por Julio Jerez en nuestra ciudad capital.

En La Banda estuvo guitarreando en el boliche de “Los Bravo”, calle Besares al frente de la Estación Central Argentino, lugar en el que se reunían espontáneamente cantores y poetas y por supuesto que visitó “El Tenemelo” de “Tino Morales ”.

En este viaje recibe la consagración musical en su propia provincia. ¡Había logrado su sueño!

La última vez que cantó ante el público

Julio Carrizo, guitarrista que lo acompañara en sus grabaciones, me relató que poco tiempo antes de su muerte, durante una actuación de la orquesta folclórica de José Gerez en el Centro de Provincianos unidos, llegó Julio Jerez. Cuando el público advirtió su presencia, aplaudiendo le pidió que cantara. Sin hacerse de rogar, subió al escenario e interpretó “Huella, Huella”, zamba que le pertenece y “Chacarera del arbolito” también suya, con letra de Atahualpa Yupanqui”.

Este lindísimo tema, prácticamente desconocido, que hasta el día de hoy no ha sido grabado, es la única chacarera trunca compuesta por Julio Argentino Jerez.

Sé por Roberto Chavero, hijo de Atahualpa, que es inminente su grabación.

Mientras tanto les hago conocer la letra.

¡Arbolito de mi tierra! ¡Arbolito de mi tierra!

Llenito de sombra buena! Tú sabes mis padeceres:

En algo nos parecemos: de chango, mis travesuras

Mi sombra se llama pena. Y de mozo, mis placeres…

 

El calor de nuestros pagos Si habré cantado a tu sombra

Nos llena el alma de cantos la vidala de mi pago!...

Que, a veces parecen dichas ¡Penas, tambor y esperanzas,

Y, a veces parecen llantos… a la moda de Santiago!

 

¡Arbolito de mi tierra! ¡Arbolito de mi tierra!

¡Sombrita del peregrino! ¡Yo te envidio tu destino!

¡Yo siempre busco tu amparo ¡Siempre florece tu sombra

Cuando me cansa el camino! Cuando queman los caminos

 

¡Algarrobo santiagueño ¡Algarrobo santiagueño

Llenito de cicatrices! Llenito de cicatrices!

Tus penas las sabe el viento… Tus penas las sabe el viento…

¡Sólo al viento de las dices! ¡Solo al viento se las dices!

Julio Argentino Jerez, luego de volver de un homenaje que se le ofreciera, murió en la ciudad de Buenos Aires el 21 de septiembre de 1954 a las tres de la tarde de edema agudo de pulmón.

Haciendo honor a su bien ganada fama de mujeriego, dejó tres “viudas”: Julia Crivelaro , la “Gorda Buitrago y Esther Coronel .

Muchos años después, en una memorable reunión en el “rancho de Ibarra” escuché la versión desopilante de “Birili” Sánchez, Julio Carrizo, José Antonio Faro y Antonio Ríos, sobre el plan que se les había ocurrido y la ejecución del mismo con el fin de evitar el encontronazo de las “viudas durante el velatorio.

Relataron que de acuerdo con lo resuelto, cada uno de los tres primeros se encargaría de una “viuda” y que Antonio Ríos haría de coordinador. En la habitación donde lo velaban, había dos puertas, una de las cuales daba al exterior. Entró la primera y, pasado un tiempo prudencial, “Birili” se encargó cariñosamente de sacarla al patio; De inmediato Antonio Ríos, con una seña disimulada, le advirtió a Julio Carrizo que el camino había quedado despejado. Éste tomó del brazo a la segunda y la acompañó hasta el ataúd. Mientras tanto el “Gordo” Faro, con tono de ocasión y palabras de consuelo, distrajo a la última de las viudas hasta el momento en que le tocó su turno de despedirlo. Y así finalizó sin inconveniente alguno, el singular velorio Julio Gerez.

Había otorgado su testamento en forma de chacarera, cuando en “Añoranzas” expresa:

Tal vez en el campo santo

no haya lugar para mí

paisanos les vua pedir

antes que llegue el momento

Tirenme en campo abierto

pero allí donde nací

Sus amigos, recogiendo su anhelo, iniciaron inmediatamente un movimiento conducente al traslado de sus restos.

Volvió a La Banda, ciudad a la que estuvo ligado por lazos afectivos indestructibles, en el tren Estrella del Norte el sábado 25 de septiembre a las 9,20, traído por su cuñado “el Duro” García, que había viajado al efecto y el Dr. José Antonio Faro, representante de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores.

En la estación de La Banda se había reunido gran cantidad de gente. Fue llevado a la casa de su madre, Sarmiento 494, literalmente cubierto de flores. Allí permaneció hasta las 16, en que se inició el imponente cortejo; la gente condujo el ataúd a pulso hasta el cementerio. El acompañamiento con música de bombos y guitarras, se detenía en las esquinas, ejecutando una chacarera en cada una de ellas, constituyendo una verdadera elegía folclórica. Tales manifestaciones se acentuaron y alcanzaron su máxima expresión cuando ya al borde de la tumba lo despidieron con un sentido responso de música vernácula. ”. Dijo EL LIBERAL: “Se deshizo en lágrimas incontenibles la angustia que oprimía todos los corazones de los presentes y el llanto fue el desborde de ese nudo que ceñía las gargantas con el pesar y el dolor por el ausente”

Allí hicieron uso de la palabra: José Antonio Faro en representación de Sadaic y por los folcloristas santiagueños residentes en Buenos Aires; José Fernando Arias, por la Municipalidad y la Comisión Honoraria Municipal; Alejandro Bruhn Gauna por la peña “Andrés Chazarreta del Centro de Viajantes; Hipólito Noriega en nombre de la comisión provisoria del Instituto del Folclore; Juan Simón, por sus amigos personales; Nabor Barrionuevo por la peña “Benicio Díaz”, y Leandro Martínez, por sus amigos bandeños y, al hacerlo, anunció la formación de la peña “Julio Argentino Jerez”. Fuente: www.atahualpayupanqui.org.ar

Artistas Populares, El folclore de Santiago del Estero, Folklore, Julio Argentino Gerez,

Julio Argentino Gerez, el trovero nombre de quincha bandeña, voz de guitarra gastada por la pobreza


 Por Alberto Bravo de Zamora

A Don Julio Argentino Jerez

La Banda es una guitarra

que está gimiendo sedienta

 

La copla es gracia y espina

como la flor de la penca

Van los hacheros al monte

y el ave sin nido queda

y el hacha brilla en el aire

y el monte se queda sin leña

 

Allá por los quebrachales

canta el coyuyo a la siesta

La sombra de los vinales

se está quemando en la arena…


Julio Jerez el trovero…

el que nombran los

hacheros en la siesta

Y los bombos en la noche

esos de fama leguera.

 

Julio Jerez… el trovero

nombre de quincha bandeña

voz de guitarra gastada

de tanto adornar pobrezas

 

Bravura del “Coro Pampa”

engaños de “La Engañera”

y junto a “La Despedida”

Añoranzas” de la tierra.

 

Con sólo decir ¡ñañitay!

se le endulzaban las penas

por algo siempre decía

“Dios quiera que no amanezca”

 

Julio Jerez, el trovero

Señor de un feudo de arena

con castillo de chañares

y escudos de luna llena

 

Fortuna que sólo alcanza

aquel que canta a la pena

fortuna que no se gasta,

es del alma y, es eterna.

(Atahualpa Yupanqui)

 

Julio Argentino Gerez, hijo de doña Rosalía Gerez, nació el 26 de julio de 1899 en Cuyoc, departamento Banda, Santiago del Estero.

Llamado Julio Argentino en homenaje a Julio Argentino Roca , dos veces presidente de nuestro país. 

Cuando él y su hermano mayor Horacio, eran niños, su madre contrajo matrimonio con Manuel Carrizo, quien los crió como verdaderos hijos .

Radicados en La Banda, ingresa a la Escuela Amadeo Jacques, donde terminó el ciclo primario.

Al cumplir 15 años de edad, ingresa como aprendiz en la carpintería de los hermanos Don José y Don Feliz Cordero y posteriormente trabajó en el ferrocarril. Los empleos no le duraron mucho, ya que la vida de músico y su temperamento, no coincidían con los tiempos y exigencias convencionales del trabajo.

Desde niño demostró su pasión por la música y en la adolescencia le llegó a las manos la primera guitarra. Comenzó como jugando y desde las primeras melodías que sacó en el encordado, no abandonó más el instrumento.

Inició su carrera artística formando un dúo de guitarra y canto con Paciente Paz y emprendieron una exitosa gira por el interior santiagueño.

Tiempo después acompañó en el canto al Teniente 1º Juan Carlos Franco , tucumano, que vivía en “San Carlos”, La Banda, casado con la dama santiagueña “Pepita” de Arzuaga Ruiz.

Las “tenidas” en su casa de la calle Sarmiento fueron memorables. Con Santiago Carrillo, siendo jóvenes, pero ya enamorados de nuestra música, deseosos de escuchar cosas acerca de su vida, concurrimos a la casa de su viejo amigo Julio Herrera, invitados por sus hermanos Adrián y Mario. El dueño de casa para nuestro deleite monopolizó la palabra y luego de hablar con emoción de esa larguísima amistad describió con incomparable gracejo, festivos episodios compartidos con nuestro personaje. En un momento dado, cambiando el tono jocoso por otro evocativo, dijo: “Los amigos de Julio tuvimos el privilegio de gozar de las tertulias musicales de su casa y de caminar la noche de La Banda en gozosas e interminables serenatas”.

A mediados de la década del 20 del siglo pasado, su destino de músico y tal vez una frustración amorosa lo llevaron a dejar el solar nativo y radicarse en Buenos Aires .

Estaba en la época de las ilusiones y de la intrepidez para la aventura; en su interior ardía la pasión de ondas armoniosas que le pedían nuevas vivencias. Se alejó del terruño sin más itinerario que sus sueños, sin más fortuna que su fe y triunfó rotundamente en cielos extraños.

Al comienzo, subsistió desempeñando los más insólitos oficios, hasta que logró dedicarse a su verdadera vocación. Principió integrando el dúo Jerez-Estrella, hasta que en 1927, logró entrar en la radio, paradójicamente cantando tangos . En 1929 compone su gran éxito “La Engañera” y a mediados del año 1932 tuvo su primera oportunidad como solista en el “Círculo Tradicionalista La Querencia”. Su voz de marcado acento santiagueño, más bien aguda, cantó con emoción y reflejos de muchas madrugadas. Estrenó su canción serrana “Juira, Juira” y tuvo como invitado de honor al Dr. Ramón S. Castillo (catamarqueño), ministro del entonces presidente de la Nación Agustín P. Justo quien, al finalizar la actuación, lo felicitó y gratamente impresionado, le ofreció su apoyo.

Cuando mejoró su situación vivió en Boedo y luego en avenida Belgrano 1838 en viejas casonas, de no menos de diez habitaciones. En cada una tenía instalada una enorme jaula donde trinaban o gorjeaban toda clase de pájaros, por los que de niño tuvo una obsesiva debilidad. De pronto se mostraba inquieto porque debía salir con urgencia a comprar alpiste y, sus amigos maliciosos, no sabían si el tal “alpiste” era del que se come o del que se bebe …

Su enorme trascendencia, más que como intérprete, se debe a su valiosísima obra de compositor y poeta.

Actuó en Radio Belgrano y en Radio Prieto; en 1943 se presentó en Rosario de Santa Fe, invitado por el Centro de Residentes Santiagueños . Como guitarrista, integró la orquesta nativa de José María de Hoyos, que con la cancionista Elvirita Tamahsi actuaba en Radio El Mundo . También fue acompañante de Marta de los Ríos y de “La Negra” Tucumana, a quien acompañó en la grabación de dos temas de su autoría, “Chacarera de mis Pagos” y “Corazones Amantes”, con música de José Luis Padula.

 Actuó con cierta asiduidad en “El Círculo Santiagueño”, situado en Membrillares esquina Juan Bautista Alberdi y en “Provincianos Unidos”, Pedernera 250 , ambos en el barrio de Flores. También era frecuente su presencia en La Enramada (Santa Fe y Godoy Cruz, Palermo), donde compartía mesa, entre otros, con Félix Dardo Palorma, conocido autor y compositor y con Ramón Espeche, considerado por muchos el mejor bailarín de nuestra música ; otro de los lugares que acostumbraba visitar era “La Salamanca” , ubicado en avenida Rivadavia pasando Primera Junta, donde se reunía, entre otros con el catamarqueño Felipe Zurita, el bandoneonista Luís Quiroga, y su comprovinciano José Gerez .

Decía don Lázaro Criado: “Allí (refiriéndose a Buenos Aires) en el improvisado techo de una enramada entre propiedades horizontales entrecerraba los ojos como una persiana y cantaba con acento nostálgico al pueblo que le vio nacer, porque si algo tenía de grande y de noble, era que nunca olvidó su origen” . José Antonio Faro, profundo conocedor de nuestro folklore, me refirió que Julio Jerez componía en cualquier parte, mientras comía o tomaba copas en alguna cantina o en su casa y que en muchas noches de su largo insomnio supo levantarse a buscar la guitarra, cuando alguna melodía o copla le cosquilleaba el alma.

Compuso aproximadamente cuarenta verdaderas “joyas”, de marcado tinte nativista, poseedoras de palpitaciones humanas inconfundibles, que nos hacen evocar los líricos romances que cantaron los viejos santiagueños, cuando la naturaleza virgen era fuente fecunda de inspiración y belleza. En su universo creador, reunió armónicamente su arte incomparable con la emoción sincera de lo grande y eterno e instaló en las almas sensibles la fantástica visión de su tierra natal, con sus selvas seculares y sus bellas llanuras en su reciedumbre agreste y muda. Dentro de una línea clara de tradicionalismo, Jerez agregó introspección y mayor vuelo poético a la música folklórica santiagueña. Con un estilo profundo, combinó lo erudito con lo popular y fundió su música con el espíritu del santiagueño.

Editorial Musical Buccheri, publicó un álbum con once temas suyos titulado, “De mis pagos. Danzas y Canciones Santiagueñas por Julio A. Jerez.” .

Juntamente con la enumeración de los mismos, transcribiré sus dedicatorias, porque a través ellas, conoceremos algunos de sus afectos;

1. De mis pagos. “A mi gran amigo y comprovinciano Sr. Aristóbulo del Valle Paz y familia.

No es el Puente Carretero, es el Negro

En la última estrofa de esta chacarera, expresa, 

De La Banda hasta Santiago

Hay un puente que cruzar

No le empines mucho al trago

Porque puedes resbalar.

Con respecto al segundo verso de esta copla, cuando expresa: “hay un puente que cruzar”, me parece oportuna la siguiente aclaración: Por lo general, los santiagueños cuando escuchamos esta parte, pensamos en el puente carretero, pero en realidad hace referencia al viejo Puente Negro (fuera de servicio desde hace muchísimos años), al que podemos ver desde lejos en nuestra costanera.

 Antes de 1927, año en el que se inaugura el puente carretero, una de las maneras de unir Santiago y La Banda era el bote. Éste salía a la mañana temprano desde la orilla de La Banda, a la altura de El Polear y terminaba su recorrido en nuestra ciudad capital, poco antes de lo que hoy es la Universidad Católica. Volvía a La Banda poco después del mediodía. Los bandeños, que venían juntos luego de realizar sus gestiones, tenían por costumbre, que los que se desocupaban primero esperaran a los demás, en un bar situado en Alsina y Olaechea, a quinientos metros aproximadamente de donde tenían que tomar el bote de vuelta. El lugar se llamaba “La Amistad”. Eran tan habituales las peleas que se armaban entre los parroquianos, que con el tiempo el ingenio popular le cambió el nombre de “La Amistad”, por el de “Luna Park” .

Otro medio de comunicación era el ferrocarril, que con varias frecuencias diarias, corría por el “Puente Negro”, siendo la última a las veintiuna desde Santiago a La Banda. Finalmente también se podía cruzar caminando. O sea que quien perdía el último tren, debía hacer tiempo hasta las cinco y media de la mañana en que salía la primera frecuencia o, caso contrario, volver a pie.

En aquel entonces, una de las posibilidades de pasar la noche, era quedarse en la “Esquina al Campo” , situada en las calles Jujuy y La Plata, a dos cuadras de la estación. El boliche se denominaba así, porque cuando comenzó a funcionar, nuestra ciudad hacia al norte, finalizaba precisamente en ese lugar. Esta manera de “acortar las horas” con música y alcohol, era la elegida invariablemente por Julio Jerez.

La otra alternativa, que es a la que se refiere la copla, era volver a pie. El recordado Puente Negro tenía, aproximadamente, mil ochocientos metros de largo; la parte peatonal del mismo estaba dos metros más abajo y corría paralelamente a las vías; la pasarela o tablón por el que se caminaba, era de treinta y cinco centímetros de ancho y sólo tenía para tomarse una endeble baranda. Como podrá advertir el lector, el consejo de la copla era plenamente justificado, ya que era peligrosísimo cruzar el puente con varios tragos de más.

Mi pariente Marcelo Ábalos Alcorta, me dijo al respecto: “De chico he escuchado a la gente mayor afirmar que varios borrachos habían caído al agua y que más de uno se había ahogado.”

Su obra inconclusa

También son de su autoría la chacarera inédita “Hagan llover” y su obra inconclusa, “Apología de la chacarera”:

Qué tiene la chacarera

Qué tiene que hace alegrar

A los viejos zapatear

Los mudos la tararean

 

Y los sordos se babean

Cuando la sienten tocar.

Es tristeza, es alegría

Es una danza es canción

Es alma de una región

Que evoca la raza mía

 

Ella es rara melodía

Nacida del corazón.

Su cuna fue un humilde rancho

Un bombo la bautizó

Y un paisano la cantó

Con versos improvisados

 

Salavina ha reclamado

Diciendo que allí nació.

Ella nació como yo

En el pago del mistol

Donde quema mucho el sol,

Se pita cigarro i chala

Donde se cantan vidalas

Y ser criollo es un honor.

Hasta aquí lo escrito por Julio Argentino; el autor de la estrofa que sigue, es decir de la última, sería el Doctor José Antonio Faro, según nos comentaran a Leandro “Meneco” Taboada y a mí, los amigos de los mencionados más arriba.

• Veamos la última parte:

Chacarera, chacarera

Melodía montaraz 

Sos arrullo de torcaz

Bramido de tigre y puma

Sos más criolla que ninguna

Tan noble como Jesús.

El último verso “Tan noble como Jesús”, fue modificado por alguno de los recitadores y en la actualidad es el elegido por el público:

 Chacarera, chacarera

Melodía montaraz

Sos arrullo de torcaz

Bramido de tigre y puma

Sos más criolla que ninguna

Y aquí te quiero cantar.

De estatura común, algo corpulento, rostro blanco y ojos rasgados, solterón empedernido, no tan bien parecido, pero, paradójicamente, exitoso con las mujeres y, según se decía, “ellas adivinaban los tesoros líricos que aquel hombre llevaba en su interior …” Conversador amenísimo, bohemio absoluto, hermano de la noche y del vino, el que habitualmente lo alegraba, aunque a veces lo ponía nostálgico y otras un tanto alborotador. Gastó su vida en la tertulia amable, rodeado de amigos queridos en los que volcaba su ternura, pero supo dejar para sí el espacio de soledad necesario que le permitió cristalizar su bellísima obra.

“Birilli” Sánchez una de las personas que más estuvo a su lado, me dijo: “Muchas veces cuando creía que estaba solo, sin advertir mi presencia, lo he visto silbar bajito, abstraído, como buceando en su memoria y tengo para mí el convencimiento de que, en aquellas circunstancias, él recordaba a la bandeña de su desengaño”. Lucila Bravo se llamó la musa inspiradora de sus temas “La Engañera”, “Ya me voy” y “La Despedida”.

¡Qué inolvidables noches de bohemia aquellas en que participaba Jerez, que comenzaban en la antigua churrasquería “El Pensamiento” en la Plaza Lorea y terminaban en el “Berna”, de generala corrida, en el estruendo de los dados”.

Sus contertulios de siempre eran Félix Pérez Cardoso, Hilario Cuadros, Buenaventura Luna, Miguel Ángel Miranda, “Lito” Bayardo, José Luis Padula, “Atuto” Mercau Soria, Dardo Félix Palorma y excepcionalmente algunos más jóvenes, como Ariel Ramírez y Pedro Pascual Sánchez.

En cuanto a su material discográfico, pese a mi búsqueda incesante, solamente he conseguido dos discos de 78 revoluciones, con dos temas cada uno: el primero tiene en una faz “Coro Pampa” y en la otra “La Torcacita”. Los músicos que lo secundaron, fueron: los hermanos Andrés, Antonio y Luís Ríos en bandoneón, Raúl Infante en violín, Werfil Maldonado (guitarra), Julio Carrizo (guitarra), Pedro Pascual “Birili” (guitarra y 2ª voz) y José Antonio Faro en el bombo; en el segundo “La Candelaria” (zamba de E. Falú y Jaime Dávalos) y “La Huella”. (Danza Tradicional). En esta oportunidad lo acompañan, José Gerez y Leopoldo Díaz (bandoneón), Segundo Gennero (piano), Raúl Infante (violín), Benito Gerez (guitarra), Julio Carrizo (guitarra) y Pedro Pascual “Birilli” Sánchez (guitarra y 2ª voz) y Aníbal “Ani” Gerez, (hijo de José Gerez, en bombo).

Luego de su larga estadía en Buenos Aires...

Después de muchos años sin regresar como músico a su tierra natal, lo hace al frente de una orquesta nativa de diez ejecutantes, contratado para tres recitales en el “Parque de Grandes Espectáculos. El anuncio de su presencia causó una extraordinaria expectativa y su debut, el jueves 26 de marzo de 1953, constituyó un verdadero acontecimiento amistoso-musical. La orquesta estaba integrada por los Hnos. Andrés, Antonio y Luis Ríos (bandoneón), Pedro Pascual “Birili Sánchez, Julio Carrizo, Werfil “Catingo” Maldonado, Benito “El fiero” Gerez y Miguel Faro (Guitarra y Coro), “Atuto” Mercau Soria, (guitarra, quena y coro) y finalmente José Antonio Faro (bombo) . Todos ellos habían venido de Buenos Aires, acompañados por Santiago Adamini, en ese entonces directivo y luego presidente de Sadaic. Para dar aún mayor brillo, complementaron el espectáculo el recitador Sixto Cortinez y la pareja de bailarines integrada por Carlos Saavedra, ganador de varios concursos provinciales, y Clara Rosa Ramírez, clasificada como la mejor bailarina del año anterior.

Al día siguiente la pareja de danzas estuvo formada por Aldo Camaño y Clara Ramírez y el último día, es decir el sábado 28, por Miguel Ángel Navarro y Clara Ramírez.

Julio Jerez tenía programada una extensa gira por el norte que finalizaría en la ciudad de La Paz, Bolivia. La fuerte emoción del reencuentro y el calor y entusiasmo de sus coterráneos, le hicieron cambiar su hoja de ruta, quedando en Santiago mucho más tiempo del previsto. Esta circunstancia motivó que varios de sus músicos no pudieran acompañarlo durante toda su permanencia. Se sumaron entonces a la orquesta, Justo Marambio Serrano, Héctor Carabajal, Pedro Aparicio “Apalo” Villalba, “Chori” Paz, Rulo González y N. Maidana .

En La Banda se presentó el domingo 29 de marzo en el Centro Recreativo; el 4 de abril en Club Olímpico y en fecha no precisada, en “La Salamanca” de “Tilo” Argañaraz.

A fines de abril se presentó nuevamente en la ciudad de Santiago en “El Tinguilo”, y en el baile de “Grazziani”.

Más allá de lo profesional, cantó “de puro gusto nomás” … en clubes, bares y bodegones de aquel entonces; tal es el caso del almuerzo en el “Centro de Viajantes”, organizado en su homenaje por la comisión provisoria del “Instituto de Folklore”. Estuvieron presentes los Dres: Mariano R. Paz, Horacio G. Rava, Emilio Christensen, Juan Delibano Chazarreta, Marcos J. Figueroa, Guillermo Helman y Alfredo Gargaro; Sres. Julián Díaz (Cachilo), Hipólito Noriega, Domingo Bravo, Napoleón Únzaga, Ramón I. Soria, Alejandro Bruhn Gauna, Raúl F. Monti, Nabor Barrionuevo Justo Marambio Serrano y el “Duro” García, su cuñado. Esa misma noche y luego de una recordada jornada, Julio Jerez y el Dr. Mariano Roberto Paz se trasladaron al viejo edificio del Jockey Club, ubicándose en el salón que da a la calle.

El aplauso de los presentes y su buena disposición, crearon el clima propicio para que se improvisara rápidamente la orquesta. Acompañado por la recordada Sra. Juanita Martínez de Viaña en el piano y por el Dr. Mariano Roberto Paz en el bombo. Julio Jerez comenzó a cantar entre las mesas, convirtiendo en mágica esa noche.

“El Rincón de los Artistas”, inigualado refugio de don Pedro Evaristo Díaz, situado en calle Tucumán 62, Bar “Los Tribunales” de Marcelo Contreras, en calle Libertad 477, pegado al entonces Tribunales, hoy Municipalidad de la Capital, y “Jaime Roldán” , avenida Moreno y Libertad, fueron algunos de los reductos visitados por Julio Jerez en nuestra ciudad capital.

En La Banda estuvo guitarreando en el boliche de “Los Bravo”, calle Besares al frente de la Estación Central Argentino, lugar en el que se reunían espontáneamente cantores y poetas y por supuesto que visitó “El Tenemelo” de “Tino Morales”.

En este viaje recibe la consagración musical en su propia provincia. ¡Había logrado su sueño!

Autor de la nota: Alberto Bravo de Zamora

Patio Santiagueño