Por Arq. Roberto R. Delgado
La Ciudad salió de su pereza con la entrada del coronel Juan
Francisco Borges y sus soldados: Los Patricios Santiagueños. Otra vez Santiago
primero con la proclama del 6 de Setiembre de 1810. Borges asumió el espíritu
del 25 de Mayo apoyando la Libertad del yugo español insinuando la Autonomía de
la Provincia de Santiago del Estero.
La "Sociedad
Urbana" interesada en su pequeño y cómo do mundo no lo comprendió.
Llegada la noticia al interior provocó un interés a
"Señoritos y Caballeros" que comenzaron a instalarse en la ciudad.
Los atrajo la idea de algún beneficio político y los posibles
"negocios". Sus residencias eran importantes, pretendiendo reflejar
las aspiraciones de sus habitantes. La de don Pedro Díaz Gallo fue una de ellas
(hoy Museo Histórico de la Provincia).
Nuevas calles se sumaron a la traza urbana, tomando como
centro la plaza principal (hoy Plaza Libertad); sus arterias perimetrales se
prolongaron la del norte (hoy Libertad) hasta las barracas de terminal del
camino a Remes (hoy zona de encuentro entre calles Sáenz Peña y avenida Colón).
La del este (hoy calle Independencia) hasta el abrevadero sur (plaza
Independencia) y vinculado con el camino del medio. Estas calles fueron los
principales accesos al centro urbano.
En 1816, por pedido popular, el coronel Juan Francisco Borges
fue nombrado Gobernador, Fiesta en la campaña santiagueña, existió un motivo
para "acercarse" a la ciudad.
La "Sociedad Urbana", molesta, no tarda en
entretejer intrigas, las que llegadas a oídos del general Manuel Belgrano,
encargado de los ejércitos del Norte, víctima de engaños, ordenó en acuerdo a
lo dispuesto a cualquier sublevación, fusilar al patriota santiagueño, hecho
que se concreta el 1° de enero de 1817.
Ese verano fue trágico para la ciudad, que no sólo lloró su
muerte, sino que fue azotada por huracanes y un terremoto extraño acabará
destruyéndola en gran parte. Otra vez desolación e incertidumbre. Los traidores
esbozaron una sonrisa.
Santiago del Estero tenía suficiente reservas espirituales y
físicas y conocerá por mucho tiempo el sufrimiento. El criollo estaba
preparado, se había formado en las Estancias y Salas donde siempre había un
altar armado por las matronas, listo para el rezo o la confianza de amigo dada
por su patrón y protector.
Quizás éste sea el origen o el acrecentamiento de la
religiosidad popular santiagueña que se ve- nía dando por acción de los
clérigos y de la herencia española. La costumbre de tener un santo protector en
cada Estancia o paraje, cotidianamente invocado, no sólo a mejoras materiales,
sino para el robustecimiento del temple, iluminación para los actos
desconocidos y las gracias por "un día más". El santo tenía un
"dueño", este hecho hacía, a la persona poseedora, consejera y
depositaria de los bienes cuando se entraba en "campaña" o por el
desarraigo constante que las tareas requerían.
Extraído del libro: Santiago del Estero. Recorrido por una
ciudad Histórica
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