sábado, 6 de septiembre de 2025

Fidel Lucero, el fuellista que iluminó la música santiagueña

Su vida fue un camino marcado por la ceguera, pero también por la luz de la música. Desde los pueblos del oriente santiagueño hasta los escenarios radiales de la capital, Fidel Antonio Lucero dejó un legado que aún resuena en la memoria del folclore argentino.




El rescate de un nombre en la memoria popular

La historia de la música nativa en Santiago del Estero es un largo sendero donde se cruzan generaciones, estilos y nombres que forjaron la identidad cultural de la provincia. Muchos de esos nombres quedaron grabados en la memoria colectiva, pero otros, con el paso del tiempo, se fueron desdibujando hasta quedar casi en el silencio.

Uno de ellos es Fidel Antonio Lucero, conocido como *“el inolvidable fuellista ciego”, un músico que supo aportar su arte en un momento clave del folclore santiagueño, cuando la radio, los teatros y las peñas eran el corazón de la vida cultural.

Infancia entre Cejolao y Añatuya

Fidel Lucero nació en 1918 en Cejolao, un pequeño poblado del departamento Moreno, en el oriente santiagueño. Llegó al mundo con una condición que marcaría su vida: era no vidente. Sus padres, Tomás Lucero y su esposa, se trasladaron poco después a Añatuya, donde Fidel creció y pasó su adolescencia.

Fue allí donde se despertó su vínculo con la música. Su padre, al notar la inclinación artística del niño, le regaló una armónica. Ese objeto sencillo se convirtió en el primer instrumento de su vida, un canal para transformar el silencio en melodía. Luego llegarían un acordeón y finalmente el bandoneón, el instrumento que se convertiría en su voz más fiel.

El salto al escenario: el Teatro Empire

En 1928, con apenas diez años, Fidel comenzó a tomar clases de música con el maestro Segundo Ruiz, quien lo introdujo en los acordes y tonos que pronto dominaría con naturalidad. Seis años después, en 1934, debutaba en el Teatro Empire de Añatuya, interpretando tangos y valses.

Era un tiempo en que los pueblos del interior santiagueño respiraban música en cada esquina: guitarras, violines y bandoneones animaban fiestas, veladas y bailes populares. El joven Fidel se abrió camino en ese mundo con una facilidad que sorprendía a quienes lo escuchaban.

Santiago del Estero, la capital cultural

En 1937, en busca de más oportunidades, Fidel se trasladó a la capital santiagueña. Allí encontró el escenario ideal para crecer: la emisora LV11 Radio del Norte, conocida como “la vieja LV11”. En esa radio, que en los años 30 y 40 era un verdadero faro cultural, ingresó como músico estable en la orquesta de la casa.

Desde ese espacio acompañó a cantores locales y nacionales que visitaban la emisora, consolidando su lugar en el ambiente musical. Su bandoneón sonó junto a grandes referentes como Rosario “Chori” Paz, Pedro “Apalo” Villalba, Héctor Carabajal, Justo Marambio Serrano y José Alberto Pérez, además de vocalistas reconocidos como Orlando Ávila, Luis Moqui y Sergio Díaz.

La radio cumplía un rol clave en la época: era el medio de comunicación que unía la ciudad con el campo, llevando música a cada rincón de la provincia. Para muchos santiagueños, las transmisiones radiales eran la primera oportunidad de escuchar en vivo a los artistas que luego serían referentes del folclore argentino.

El folclore santiagueño en expansión

Los años 30 y 40 marcaron el inicio de una etapa de efervescencia cultural en Santiago del Estero. La chacarera y la zamba, géneros que habían nacido en los patios y celebraciones familiares, comenzaron a ocupar espacios urbanos y teatrales. Al calor de las guitarras y los bombos, la música santiagueña se consolidaba como símbolo de identidad.

Décadas más tarde, en los años 60 y 70, esa expansión alcanzaría escala nacional, con la proyección de artistas como Los Carabajal, Los Hermanos Ábalos o Los Manseros Santiagueños, que llevaron la música de raíz al resto del país. Pero ese movimiento no hubiera sido posible sin la generación previa de músicos como Fidel Lucero, quienes sentaron las bases en escenarios locales y emisoras radiales.

No es casual que parte de su obra haya quedado registrada en la producción “Santiago del Estero desde sus coplas al país”, una obra integral editada a comienzos de los años setenta. Ese material, poco difundido en la actualidad, guarda el eco de un tiempo en que la música era resistencia, identidad y memoria compartida.

El ocaso de un artista, la eternidad de su música

Fidel Antonio Lucero falleció en la década de 1990. Sus restos descansan en el cementerio La Misericordia de la ciudad de La Banda, pero su legado permanece vivo en cada acorde que aún resuena cuando se habla de la tradición santiagueña.

Su historia nos recuerda que el folclore no está hecho únicamente de las figuras consagradas que alcanzan la fama nacional, sino también de músicos silenciosos que aportaron desde la trinchera cotidiana: desde una radio, un teatro o una simple reunión en un patio.

Recordar a Fidel Lucero es rescatar un pedazo de la memoria cultural de Santiago del Estero. Su vida es testimonio de cómo la pasión puede vencer las adversidades, y de cómo la música se convierte en una manera de ver y comprender el mundo, incluso para alguien que nunca pudo ver con los ojos.

En cada fuelle que se abre, en cada aire de chacarera que estalla en una guitarreada, late todavía algo de aquel “inolvidable fuellista ciego”. Porque la historia de la música santiagueña está hecha de nombres como el suyo: artistas que, con talento y corazón, engrandecieron el arte nativo y nos dejaron la tarea de mantener viva su memoria.


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