Por Dadi Lopez
A Juan Saavedra lo conocí en un recital de Orígenes en el Paraninfo de la UNSE (en el ’88 creo, no lo recuerdo bien), llegó allí invitado por alguien, hacía poco que estaba en Santiago del Estero, venía de Francia y empezaba su periplo artístico en la Argentina, ya había estado con Jacinto y Peteco en Buenos Aires pergeñando lo que sería luego Los Santiagueños. Me tocó el privilegio de que el “Bailarín de los montes” quisiera compartir conmigo sus proyectos coreográfico-musicales. Concretamos varios espectáculos ideados, compuestos y puestos en escena por él.
Miles de horas de trabajo redondeando sus composiciones (es
increíble la cantidad de canciones en letra y música de su autoría que usábamos
en sus puestas) Tuve el honor de completar algunas de sus composiciones
(algunas que parte ya había empezado Carlos Marrodán, con quien también había
trabajado), a otros textos les puse música, y a la mayoría solo encontré los
acordes que le sonaban en la cabeza a Juan, “ese acorde” me decía, cuando
tocaba el que “era”.
En muchos años subí al escenario con Juan y su grupo de
bailarines y un grupo de músicos/as que él convocaba para cada oportunidad
(santiagueños y de otros lares también) Varias veces tuve que componer música
para coreografías que él ya tenía armada, “vení con la guitarra y un
amplificador, tocá, cantá, inventá” me pullaba mientras los bailarines hacían
su labor, y había que inventar, “esa” me gritaba cuando encontrábamos la
música, y así hicimos varias composiciones incidentales para acompañar su
puesta. Me “sacó el jugo al mango” y yo aprendí a componer música “rápido y en
vivo”.
Su capacidad de encontrar los/las bailarines y “sacarles el
jugo” es increíble. Giramos por toda la ciudad de Santiago y La Banda, el
interior provinicial y otras provincias (Tucumán, Santa Fé, Córdoba) con
distintos espectáculos. Un ser de luz capaz de trascender almas y corazones en
cada puesta, jamás los ensayos fueron un “mero” repaso técnico, si no se
lograba “la transmutación del ser”, se repetía, tenía que ser técnica y luz,
energía y corazón, canción y alma, abrazo y lágrima de alegría por ese instante
de paraíso logrado con la danza y la música.
Fue el generador ideológico y energético de LOS SANTIAGUEÑOS,
sin la calidad compositiva y musical de Peteco, sin la energía callejera
compositiva y la voz de Jacinto, y sin el “RESPLANDOR” de la danza de Juan,
jamás hubieran sido lo que fueron: Una NUEVA LUZ en la música folclórica
santiagueña. Este es JUAN SERAFÍN SAAVEDRA que hoy festeja la vida, desde su
barrio “Las Cejas” que lo vio nacer y crecer, transitando el mundo con su
danza, y volviendo a su Santiago para darle lo que recibió: la alegría de ser
humano. ¡FELIZ CUMPLE HERMANO JUAN!

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