Por Arq. Roberto R. Delgado
A comienzos del 1600 ya existían 3 conventos: San Francisco,
el de la Compañía de Jesús (hoy Santo Domingo) y La Merced, cuyas construcciones
eran, probablemente, de poca envergadura. La escasa población que habitaba la
ciudad atravesó el momento más difícil desde su definitivo asentamiento; casi
abandonada, pobrísima y con unos pocos clérigos harapientos. El Gobernador don
Alonso de Rivera, enfermo; principales vecinos cometiendo abusos con los
indios, a quienes, por defenderlos, los jesuitas fueron obligados a abandonar
la ciudad. Fueron momentos de extrema miseria.
Cuando un crudo invierno parecía el encargado de mar- chitar
los pocos vestigios de vida, con los soles de la prima- vera de 1611 volvieron
los jesuitas, también nuevos clérigos, nuevo Gobernador y comenzó un período
más estable calificado como de verdadero asentamiento de evangelización y
cultura. La ciudad tuvo otras aspiraciones. Un orden más preciso en el
parcelamiento de la tierra, un nuevo trazado, su aspecto era el de un villorrio
rodeado de chacras, casas de tres patios, casas "patriarcales",
insinuando ya el posterior período de la colonia, el comercio habría de tener
una importante actividad por la calidad de sus productos y por las pequeñas
industrias (viñedos, ingenios, olivares.).
A fines del siglo XVII asediaban la región santiagueña los
bravos indios del Bermejo y del Gran Chaco, que viniendo desde el norte y el
este llegaba hasta las cercanías de la ciudad.
El siglo XVIII traería malos augurios, migraciones de
familias más al sur, total pesimismo, falta de autoridad civil y religiosa.
Poco a poco la ciudad se fue destruyendo, lo único importante era la Catedral
con dos torres que despertó la admiración de un recién llegado: el gobernador
Esteban de Urizar y Arespacochaga, en 1707.
Los gobernadores se sucedieron como "hojas de
almanaque" pasando la ciudad a pertenecer a Salta y a Tucumán
alternativamente, dejando de ser Gobernación. Santiago del Estero iba muriendo.
Para colmo de males los tesoneros "constructores" de la Compañía de Jesús,
los jesuitas, fueron expulsados y deportados en 1767.
A los comercios, alguna plaza, calles, la naturaleza las irá
tapando; alguna que otra casa quedará como testigo junto a sus moradores. Los
sacerdotes trataron de conservar los escombros de sus templos. Desolación y
miedo. La ciudad fue varias veces saqueada y abandonada a partir de 1790.
Quedaron únicamente 76 propiedades de dimensiones va- riadas
a lo largo de la Acequia Real (Avenida Belgrano), 11 pertenecían a las Órdenes
Religiosas; 12 que no registraban dueños; 1 a Solar de Curaciones (Hospital y
Asilo) y el resto propiedad de gentiles que alternaban su residencia con otros
centros poblados: licenciado Thomas de Figueroa; los sucesores de Bravo de
Zamora; Antonio Arias; Capitán Antonio del Campo, etc.
Una calle quedaría como
principal: la que une los conventos de Santo Domingo y La Merced.
A pesar de todo Santiago del Estero y su ciudad Madre de
Ciudades, durante los siglos XVI y XVII fue un verdadero hito para
Hispanoamérica, fue centro y partida de lo que hoy es la Argentina. Mientras se
gestaba algo, Santiago ya había sido.
¿Dónde estaba el Santiago del esplendor? ¿Dónde estaba
"La Muy Noble y Leal Ciudad", "La Tierra de Promisión" de
la que tanto se habló en los siglos precedentes? Estaba en otro sitio, porque
la ciudad fue paso; paso de gobernadores, de clérigos, de expediciones, de
plagas, aguas, etc.
Extraído del libro: Santiago del Estero. Recorrido por una
ciudad Histórica
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