![]() |
| La Gaceta |
Luis Leónidas Paz era un joven de origen humilde que logró ingresar al Ejército Argentino, en parte gracias a su popularidad como boxeador. Para la clase trabajadora, convertirse en suboficial era una de las pocas oportunidades de ascenso social en la Argentina oligárquica de la época.
A principios del siglo XX, la Argentina estaba marcada por
una fuerte desigualdad social. La oligarquía terrateniente dominaba la economía
y la política, mientras que la clase trabajadora y las provincias más alejadas
de Buenos Aires sufrían pobreza y exclusión. En este contexto, el Ejército se
presentaba como una de las pocas instituciones donde los sectores populares
podían aspirar a una mejora en su situación social.
Asignado a la cocina del Regimiento 18 de Infantería en
Santiago del Estero, Paz solicitó permiso para distribuir las sobras de las
comidas entre los indigentes. La población más vulnerable, incluyendo mujeres,
ancianos y niños, pronto empezó a reunirse con recipientes en mano para recibir
alimento. Esta acción solidaria le valió el reconocimiento popular, pero
también el recelo de la oficialidad y la clase gobernante, que temían cualquier
gesto que pudiera fomentar la organización y el descontento entre los sectores
más pobres.
En los años 30, Santiago del Estero reflejaba la desigualdad
estructural del país. Su economía dependía de la explotación forestal, en
beneficio de grandes industrias extranjeras. La pobreza, el sometimiento y el
aislamiento cultural marcaban la vida de la provincia. La división de clases
había sido establecida desde la Conquista, con una casta dominante descendiente
de los primeros colonizadores y una masa de población mestiza marginada y
explotada. La Década Infame, iniciada con el golpe de Estado de 1930 que
derrocó a Hipólito Yrigoyen, consolidó un régimen fraudulento y represivo, en
el que las voces disidentes eran acalladas con violencia.
En 1935, Paz tenía planes de casarse el 5 de enero con su
novia, una joven hermosa. Sin embargo, el mayor Carlos Elvidio Sabella, jefe de
su batallón, pretendía ejercer sobre ella un supuesto "derecho de
pernada", una práctica feudal que en pleno siglo XX aún reflejaba la
impunidad de las clases dominantes. Para evitar el casamiento, Sabella castigó
injustamente a Paz. Este intentó dialogar con su superior, pero ante su
desprecio y abuso de poder, terminó disparándole. Fue arrestado de inmediato y
condenado a fusilamiento tras un juicio sumario, sin garantías de defensa.
La noticia conmocionó a la población de Santiago del Estero.
El 6 de enero, durante la celebración de Reyes, una multitud se congregó en la
plaza principal exigiendo clemencia. Políticos y organizaciones sociales se
sumaron al pedido de indulto. Sin embargo, el presidente Agustín Pedro Justo, desde
Mar del Plata, ratificó la condena. Justo, representante del régimen de la
Década Infame, sostenía una política autoritaria que no permitía desafíos a la
disciplina militar ni a la jerarquía establecida.
El 9 de enero de 1935, a las 14:30, Paz fue ejecutado. Antes
de morir, escribió una carta de despedida, agradeciendo al pueblo por su apoyo
y declarando su amor por la patria. Tras el fusilamiento, la indignación
popular explotó: la multitud atacó con piedras el Regimiento 18, la sede del
diario oficialista "El Liberal" y la Iglesia Catedral. La represión
fue brutal, con numerosos arrestos y persecuciones contra quienes habían
participado de las protestas.
Durante el juicio, su abogado defensor intentó alegar que Paz
padecía trastornos mentales debido a un supuesto historial familiar de
enfermedades. Indignado, el condenado interrumpió la audiencia para defender su
dignidad:
— Mi padre era un hombre digno y decente. No soy tan canalla
como para ofender a mis mayores solo por salvar el pellejo.
Así terminó la vida de Luis Leónidas Paz, un hombre que pasó
de la admiración popular al fusilamiento, dejando tras de sí una historia de
injusticia, lucha y resistencia. Su muerte quedó grabada en la memoria
colectiva como un ejemplo de cómo el poder castigaba a quienes desafiaban el
orden establecido, pero también como una muestra de la dignidad de los humildes
frente a la opresión.
Cronología
1 de enero de 1935
El mayor Carlos Elvidio Sabella
sanciona con quince días de arresto al cabo primero Luis Leónidas Paz. La causa
de la sanción es "haber trasladado desde Tartagal a Santiago del Estero,
luego de las maniobras militares, a un cocinero civil que había sido despedido
recientemente". Un acto aparentemente menor, pero que en el estricto
régimen militar de la época se consideró una falta grave.
2 de enero de 1935
A las dos de la tarde, el cabo
primero Paz se presenta en el casino de oficiales. Allí, el mayor Sabella,
junto a otros oficiales, fuma y toma café tras el almuerzo. Paz intenta
explicar que su acción fue autorizada por un subteniente y un capitán, y
suplica clemencia, pues su casamiento está fijado para el 5 de enero. Ha
reservado una misa y contratado servicios de fiesta. Sin embargo, Sabella se
niega a recibirlo y, ante su insistencia, ordena a los gritos que lo echen.
Desesperado, Paz irrumpe en el
salón del casino y descarga su revólver sobre Sabella. Solo una bala falla y se
incrusta en la pared. Luego, arroja el arma y huye. Sin embargo, al llegar al
puesto de Guardia 2, sobre una ancha galería cercana a la avenida Roca, se
detiene y se entrega a los oficiales y soldados que lo perseguían.
3 de enero de 1935
Se realiza la autopsia de
Sabella. Paz es sometido a declaración sumaria y confiesa haber matado a su
superior. Se elabora un informe con croquis e ilustraciones del suceso y se
remite a la Comandancia del Ejército en Santiago del Estero. Un telegrama
comunica los hechos al presidente de la Nación, el general Agustín Pedro Justo,
quien transfiere la información al general Manuel Rodríguez, comandante en jefe
del Ejército Argentino. Se ordena la inmediata constitución de un Tribunal
Militar en el Regimiento 18 de Infantería para juzgar al acusado.
4 de enero de 1935
El Tribunal Militar examina los
hechos y designa defensor a Paz: el capitán Máximo Garro. A las 12:30, el
acusado declara, expresa su arrepentimiento y reconoce "su grave
falta", asegurando que actuó "en un momento de locura". Tras un
receso, en la sesión de la tarde se presentan las acusaciones y defensas. A las
diez de la noche, el tribunal emite su veredicto: el cabo primero Paz es
condenado "a morir por fusilamiento" el 9 de enero de 1935.
Mientras tanto, en las calles de
Santiago del Estero, la noticia se difunde rápidamente. Grupos de personas, en
su mayoría de origen humilde, comienzan a congregarse en torno al regimiento,
alarmados por el destino del cabo. El rumor de su ejecución provoca
indignación, y algunos planean protestas y posibles ataques al cuartel.
5 de enero de 1935
El fallo militar es objeto de
debate en la prensa. Mientras que los periódicos alternativos critican la
sentencia, El Liberal resalta "la prolijidad" del proceso. El capitán
Garro presenta una apelación ante la Comandancia del Ejército.
En la calle, la protesta crece.
Desde la mañana, multitudes exigen el indulto de Paz y permanecen en las plazas
y calles durante todo el día. Al anochecer, el gobernador Juan B. Castro envía
un telegrama urgente al presidente Justo solicitando su perdón.
6 de enero de 1935
La conmoción alcanza su punto
máximo. Miles de personas ocupan las calles de Santiago del Estero, deteniendo
la actividad comercial y administrativa. Instituciones como la Cruz Roja, la
Cámara de Diputados provincial, la Unión Cívica Radical, el Partido Socialista
Argentino y la Acción Católica Argentina suman sus voces al pedido de
clemencia.
Desde una playa en Mar del Plata,
el presidente Justo firma la orden de ejecución sin revisar los telegramas de
súplica. En Buenos Aires, el diario Crítica envía un periodista a Santiago del
Estero, pero las autoridades le niegan cualquier contacto con Paz.
7, 8 y 9 de enero de 1935
Durante estos tres días, el
destino del cabo Paz domina la conversación en Santiago del Estero. Se
organizan asambleas partidarias en plazas públicas y el gobernador Castro,
intentando calmar los ánimos, asegura que el indulto aún es posible.
Pero el milagro no llega. A la
hora señalada, el cabo Paz es fusilado. Los disparos de Mauser lo lanzan hacia
atrás y, pese a que su muerte es evidente, recibe un último disparo en la
cabeza.
La indignación popular estalla.
La multitud apedrea el regimiento, intenta incendiar el obispado, la sede de El
Liberal, la Dirección de Rentas y la Legislatura Provincial. La ira se dirige
también contra el capellán del Ejército, Amancio González Paz, a quien acusan
de haber interceptado cartas de Paz dirigidas a la prensa alternativa y de
haberlo resignado a su destino con sermones sobre "la voluntad de
Dios".
Fuente: Cuatro historias santiagueñas de Julio Carreras

No hay comentarios.:
Publicar un comentario