jueves, 6 de marzo de 2025

La trágica historia del Cabo Paz

 

La Gaceta

Luis Leónidas Paz era un joven de origen humilde que logró ingresar al Ejército Argentino, en parte gracias a su popularidad como boxeador. Para la clase trabajadora, convertirse en suboficial era una de las pocas oportunidades de ascenso social en la Argentina oligárquica de la época.

A principios del siglo XX, la Argentina estaba marcada por una fuerte desigualdad social. La oligarquía terrateniente dominaba la economía y la política, mientras que la clase trabajadora y las provincias más alejadas de Buenos Aires sufrían pobreza y exclusión. En este contexto, el Ejército se presentaba como una de las pocas instituciones donde los sectores populares podían aspirar a una mejora en su situación social.

Asignado a la cocina del Regimiento 18 de Infantería en Santiago del Estero, Paz solicitó permiso para distribuir las sobras de las comidas entre los indigentes. La población más vulnerable, incluyendo mujeres, ancianos y niños, pronto empezó a reunirse con recipientes en mano para recibir alimento. Esta acción solidaria le valió el reconocimiento popular, pero también el recelo de la oficialidad y la clase gobernante, que temían cualquier gesto que pudiera fomentar la organización y el descontento entre los sectores más pobres.

En los años 30, Santiago del Estero reflejaba la desigualdad estructural del país. Su economía dependía de la explotación forestal, en beneficio de grandes industrias extranjeras. La pobreza, el sometimiento y el aislamiento cultural marcaban la vida de la provincia. La división de clases había sido establecida desde la Conquista, con una casta dominante descendiente de los primeros colonizadores y una masa de población mestiza marginada y explotada. La Década Infame, iniciada con el golpe de Estado de 1930 que derrocó a Hipólito Yrigoyen, consolidó un régimen fraudulento y represivo, en el que las voces disidentes eran acalladas con violencia.

En 1935, Paz tenía planes de casarse el 5 de enero con su novia, una joven hermosa. Sin embargo, el mayor Carlos Elvidio Sabella, jefe de su batallón, pretendía ejercer sobre ella un supuesto "derecho de pernada", una práctica feudal que en pleno siglo XX aún reflejaba la impunidad de las clases dominantes. Para evitar el casamiento, Sabella castigó injustamente a Paz. Este intentó dialogar con su superior, pero ante su desprecio y abuso de poder, terminó disparándole. Fue arrestado de inmediato y condenado a fusilamiento tras un juicio sumario, sin garantías de defensa.

La noticia conmocionó a la población de Santiago del Estero. El 6 de enero, durante la celebración de Reyes, una multitud se congregó en la plaza principal exigiendo clemencia. Políticos y organizaciones sociales se sumaron al pedido de indulto. Sin embargo, el presidente Agustín Pedro Justo, desde Mar del Plata, ratificó la condena. Justo, representante del régimen de la Década Infame, sostenía una política autoritaria que no permitía desafíos a la disciplina militar ni a la jerarquía establecida.

El 9 de enero de 1935, a las 14:30, Paz fue ejecutado. Antes de morir, escribió una carta de despedida, agradeciendo al pueblo por su apoyo y declarando su amor por la patria. Tras el fusilamiento, la indignación popular explotó: la multitud atacó con piedras el Regimiento 18, la sede del diario oficialista "El Liberal" y la Iglesia Catedral. La represión fue brutal, con numerosos arrestos y persecuciones contra quienes habían participado de las protestas.

Durante el juicio, su abogado defensor intentó alegar que Paz padecía trastornos mentales debido a un supuesto historial familiar de enfermedades. Indignado, el condenado interrumpió la audiencia para defender su dignidad:

— Mi padre era un hombre digno y decente. No soy tan canalla como para ofender a mis mayores solo por salvar el pellejo.

Así terminó la vida de Luis Leónidas Paz, un hombre que pasó de la admiración popular al fusilamiento, dejando tras de sí una historia de injusticia, lucha y resistencia. Su muerte quedó grabada en la memoria colectiva como un ejemplo de cómo el poder castigaba a quienes desafiaban el orden establecido, pero también como una muestra de la dignidad de los humildes frente a la opresión.

Cronología

1 de enero de 1935

El mayor Carlos Elvidio Sabella sanciona con quince días de arresto al cabo primero Luis Leónidas Paz. La causa de la sanción es "haber trasladado desde Tartagal a Santiago del Estero, luego de las maniobras militares, a un cocinero civil que había sido despedido recientemente". Un acto aparentemente menor, pero que en el estricto régimen militar de la época se consideró una falta grave.

2 de enero de 1935

A las dos de la tarde, el cabo primero Paz se presenta en el casino de oficiales. Allí, el mayor Sabella, junto a otros oficiales, fuma y toma café tras el almuerzo. Paz intenta explicar que su acción fue autorizada por un subteniente y un capitán, y suplica clemencia, pues su casamiento está fijado para el 5 de enero. Ha reservado una misa y contratado servicios de fiesta. Sin embargo, Sabella se niega a recibirlo y, ante su insistencia, ordena a los gritos que lo echen.

Desesperado, Paz irrumpe en el salón del casino y descarga su revólver sobre Sabella. Solo una bala falla y se incrusta en la pared. Luego, arroja el arma y huye. Sin embargo, al llegar al puesto de Guardia 2, sobre una ancha galería cercana a la avenida Roca, se detiene y se entrega a los oficiales y soldados que lo perseguían.

3 de enero de 1935

Se realiza la autopsia de Sabella. Paz es sometido a declaración sumaria y confiesa haber matado a su superior. Se elabora un informe con croquis e ilustraciones del suceso y se remite a la Comandancia del Ejército en Santiago del Estero. Un telegrama comunica los hechos al presidente de la Nación, el general Agustín Pedro Justo, quien transfiere la información al general Manuel Rodríguez, comandante en jefe del Ejército Argentino. Se ordena la inmediata constitución de un Tribunal Militar en el Regimiento 18 de Infantería para juzgar al acusado.

4 de enero de 1935

El Tribunal Militar examina los hechos y designa defensor a Paz: el capitán Máximo Garro. A las 12:30, el acusado declara, expresa su arrepentimiento y reconoce "su grave falta", asegurando que actuó "en un momento de locura". Tras un receso, en la sesión de la tarde se presentan las acusaciones y defensas. A las diez de la noche, el tribunal emite su veredicto: el cabo primero Paz es condenado "a morir por fusilamiento" el 9 de enero de 1935.

Mientras tanto, en las calles de Santiago del Estero, la noticia se difunde rápidamente. Grupos de personas, en su mayoría de origen humilde, comienzan a congregarse en torno al regimiento, alarmados por el destino del cabo. El rumor de su ejecución provoca indignación, y algunos planean protestas y posibles ataques al cuartel.

5 de enero de 1935

El fallo militar es objeto de debate en la prensa. Mientras que los periódicos alternativos critican la sentencia, El Liberal resalta "la prolijidad" del proceso. El capitán Garro presenta una apelación ante la Comandancia del Ejército.

En la calle, la protesta crece. Desde la mañana, multitudes exigen el indulto de Paz y permanecen en las plazas y calles durante todo el día. Al anochecer, el gobernador Juan B. Castro envía un telegrama urgente al presidente Justo solicitando su perdón.

6 de enero de 1935

La conmoción alcanza su punto máximo. Miles de personas ocupan las calles de Santiago del Estero, deteniendo la actividad comercial y administrativa. Instituciones como la Cruz Roja, la Cámara de Diputados provincial, la Unión Cívica Radical, el Partido Socialista Argentino y la Acción Católica Argentina suman sus voces al pedido de clemencia.

Desde una playa en Mar del Plata, el presidente Justo firma la orden de ejecución sin revisar los telegramas de súplica. En Buenos Aires, el diario Crítica envía un periodista a Santiago del Estero, pero las autoridades le niegan cualquier contacto con Paz.

7, 8 y 9 de enero de 1935

Durante estos tres días, el destino del cabo Paz domina la conversación en Santiago del Estero. Se organizan asambleas partidarias en plazas públicas y el gobernador Castro, intentando calmar los ánimos, asegura que el indulto aún es posible.

Pero el milagro no llega. A la hora señalada, el cabo Paz es fusilado. Los disparos de Mauser lo lanzan hacia atrás y, pese a que su muerte es evidente, recibe un último disparo en la cabeza.

La indignación popular estalla. La multitud apedrea el regimiento, intenta incendiar el obispado, la sede de El Liberal, la Dirección de Rentas y la Legislatura Provincial. La ira se dirige también contra el capellán del Ejército, Amancio González Paz, a quien acusan de haber interceptado cartas de Paz dirigidas a la prensa alternativa y de haberlo resignado a su destino con sermones sobre "la voluntad de Dios". 

Fuente: Cuatro historias santiagueñas de Julio Carreras 

 

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