martes, 29 de abril de 2025

Santiago del Estero: Una historia de esplendor, olvido y resiliencia

 


Santiago del Estero, la ciudad madre de ciudades, guarda en su silencio ancestral una historia tan rica como paradójica. Fundada en el siglo XVI por Núñez de Prado, esta provincia argentina no solo fue cuna de la colonización hispánica en el noroeste, sino también centro espiritual, educativo y productivo durante siglos. Su legado, sin embargo, ha sido a menudo olvidado por el resto del país.

Grandeza en tierra árida

A pesar de un paisaje aparentemente sin relieve, Santiago floreció en la colonia: fue sede del primer obispado del Tucumán, de la primera catedral, del primer seminario y de una avanzada red educativa y religiosa. Sus estancias producían desde carne y cueros hasta tejidos de algodón y jabones, abasteciendo a una región entera. La agricultura, la ganadería y los obrajes marcaron el inicio de una economía pujante sostenida por la mano de obra indígena y, luego, afrodescendiente.

Decadencia impuesta

Pero el esplendor se desmoronó. En 1699, el traslado del obispado a Córdoba fue el primer golpe institucional. Le siguieron el éxodo de sus recursos humanos y naturales, y el abandono sistemático por parte del poder central. La expulsión de los jesuitas en 1767 significó la pérdida de estructuras sociales, culturales y económicas vitales. En el siglo XIX, la provincia siguió entregando sangre a guerras nacionales, mientras el progreso pasaba de largo.

Explotación forestal: riqueza para otros, pobreza para muchos

La llegada del ferrocarril en el siglo XIX parecía una promesa de modernidad, pero trajo un nuevo modelo extractivo: el saqueo de los bosques de quebracho sin retribución social. Se depredaron más de seis millones de hectáreas, y con ellas se extinguió un modo de vida rural. El “progreso” vino acompañado del éxodo masivo a otras provincias y de un nuevo tipo de esclavitud moderna en los obrajes.

Una identidad forjada en el contraste

Orestes Di Lullo describe con fuerza lírica la simbiosis entre el santiagueño y su tierra: una relación de resistencia, resignación y pertenencia. Tierra y hombre se moldean mutuamente en una danza de extremos: sequía y abundancia, silencio y canto, guerra y contemplación. Es un pueblo que ha sabido morir por otros, pero que aún lucha por vivir para sí mismo.

¿Renacimiento posible?

El siglo XX ofreció nuevas esperanzas: cultivos de algodón, canales, diques y electricidad prometían una segunda oportunidad. Sin embargo, las deudas históricas siguen pesando. El santiagueño, moldeado por siglos de despojo, enfrenta ahora el desafío de decidir su propio destino, no solo sobrevivirlo.

Santiago del Estero no es solo historia antigua. Es una advertencia y una promesa. Allí donde otros vieron tierra baldía, Di Lullo nos recuerda que hay alma, cultura y potencial. Y como el quebracho, su símbolo vegetal, la provincia resiste. Porque su dureza no es obstinación: es memoria viva.

Fuente: Grandeza y decadencia de Santiago del Estero

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