"El Impenetrable ya no es lo que era", suspira José
Vicente Pérez, hijo de un antiguo hachero y ahora poblador del Parque Nacional
Copo (PN Copo). Su voz resume una paradoja: este rincón semiárido de Santiago
del Estero, creado en 2000 para salvaguardar uno de los últimos bosques maduros
del Chaco, enfrenta amenazas que podrían vaciarlo de sus especies más icónicas,
como el yaguareté y el tatú carreta. Con 118.119 hectáreas, el PN Copo es un
laboratorio vivo donde conviven quebrachos centenarios, paleocauces del Río
Juramento y culturas criollas arraigadas en los obrajes madereros. Pero, ¿logra
cumplir su promesa de conservación?
Historia de creación y
marco legal
El PN Copo nació de una larga gestión. En 1968, Santiago del
Estero declaró la zona "Reserva Natural Integral", pero fue recién en
1998 cuando un convenio entre la provincia y la Administración de Parques
Nacionales (APN) impulsó su transformación en parque nacional, formalizada por
la Ley 25.366 en 2000. "El objetivo era frenar la degradación del Chaco
semiárido, una de las ecorregiones más amenazadas de Argentina", explica
el informe del Plan de Gestión 2019-2028.
Sin embargo, el documento revela contradicciones: aunque la
ley de creación no especificaba objetivos, el primer Plan de Manejo (2006) los
definió tardíamente. Además, evaluaciones internas admiten que solo el 18% de
los proyectos de ese plan se ejecutaron completamente.
Objetivos de
conservación: metas vs. realidad
La misión del parque suena ambiciosa: proteger muestras del
Chaco semiárido, promover investigación y generar beneficios sociales. Entre
sus metas específicas, destacan la recuperación de áreas degradadas y la
protección de especies clave como el quebracho colorado y el pecarí quimilero.
Pero el diagnóstico es crudo. "El 67% de los proyectos
se ejecutaron de forma parcial o no se iniciaron", señala el Plan. Un
ejemplo: aunque se priorizaba la recuperación de pastizales, los paleocauces
—hábitat crítico para aves como el suri— siguen arbustizándose por falta de
manejo activo.
Ubicación y rasgos
biofísicos: un mosaico único
Ubicado entre los 25º y 26º de latitud sur, el PN Copo es una
planicie de bosques secos surcada por paleocauces del antiguo Río Juramento. Su
clima semiárido (654 mm anuales de lluvia) y suelos arenosos moldean un
ecosistema frágil. "Aquí no hay ríos, solo represas hechas por el hombre.
El agua es un bien escaso", advierte el guardaparque Ricardo Pérez.
La geomorfología divide
el paisaje en tres unidades:
Paleocauces: "caños" con pastizales de Elionurus
muticus o arbustales de Acacia aroma.
Paleoalbardones: bosques de quebracho colorado y blanco.
Interfluvios: zonas planas con suelos erosionables.
Patrimonio natural:
especies bajo presión
El PN Copo alberga 197 especies de aves, 50 de mamíferos y 31
de reptiles, pero su verdadero valor son sus poblaciones de fauna amenazada:
Pecarí quimilero (Catagonus wagneri): endémico del Chaco y
"En Peligro". "Es el único parque nacional que lo protege junto
con la Reserva Formosa", destaca la bióloga Verónica Quiroga.
Tatú carreta (Priodontes maximus): sus madrigueras son
refugio para otras especies, pero su caza persiste.
Yaguareté (Panthera onca): "Era común hasta hace 15
años; hoy solo quedan registros esporádicos", lamenta Quiroga.
La vegetación no escapa a las amenazas. Los quebrachales
sufrieron tala intensiva hasta los años 50, y el ganado frena la regeneración:
"Los renovales son comidos y quedan como bonsáis", describe el
informe.
Patrimonio cultural:
saberes que se desvanecen
Los pobladores rurales, descendientes de hacheros, son
custodios de tradiciones como la "marcada" de ganado o el uso
medicinal de plantas. Pero su cultura se erosiona. "Los jóvenes migran a
las ciudades y se pierden saberes", dice José Mercedes Pérez, conocido
como "Don Boni".
El parque también guarda huellas arqueológicas —como los
"pozos indios"— y restos de obrajes madereros. Sin embargo, el Plan
admite que no hay recursos para preservarlos: "Solo cinco sitios están
registrados, y algunos están en riesgo por la colmatación".
Un legado
en jaque
El PN Copo es un faro de conservación en el Chaco, pero su
futuro pende de un hilo. La caza furtiva, los incendios y la presión ganadera
ponen en riesgo sus especies emblemáticas. Mientras, las comunidades locales
ven cómo su modo de vida se transforma.
"Sin más guardaparques y financiamiento, solo quedará el
nombre de 'parque'", advierte Arturo Bales, intendente del área. Su frase
resume el desafío: proteger este rincón del Impenetrable requiere no solo
leyes, sino acciones concretas. El tiempo corre, y con él, la sombra de un
Chaco vaciado.
Fuentes: Plan de Gestión del Parque Nacional Copo 2019-2028
(APN), testimonios de actores clave y datos científicos citados en el
documento.

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