martes, 15 de julio de 2025

Santiago del Estero: Un mar étnico-lingüístico en el corazón de Argentina

 


La tierra de nadie y de todos

Santiago del Estero, descrita por Orestes Di Lullo como un "mar interior desecado", ha sido por milenios un crisol de culturas, lenguas y contradicciones. Desde hace 8.000 años antes de Cristo, esta planicie surcada por los ríos Dulce y Salado atrajo a pueblos diversos —desde los Lules hasta los Incas— con su clima benigno, recursos abundantes y una aparente facilidad para la vida. Pero detrás de esta aparente generosidad, la tierra escondía una paradoja: "frío y calor; inundaciones y sequías; prodigalidad y avaricia", antagonismos que, según Di Lullo, moldearon el alma de su pueblo.

Historia de poblamiento: Un mosaico de culturas en movimiento

Conectando con la introducción, esta región no solo fue un espacio geográfico, sino un verdadero laboratorio humano donde se mezclaron tradiciones.

La confluencia de pueblos

Santiago del Estero funcionó como un corredor biogeográfico y cultural. Según el documento, aquí confluyeron:

Andinos: Quichuas, Aimaras y Diaguitas desde el noroeste.

Amazónidos: Guaraníes y Matacos-Guaicurúes desde el noreste.

Pámpidos: Huarpes y Sanavirones desde el sur.

La mixigenación fue la norma. Como señala Di Lullo: "Estas mareas humanas... se absorbieron o quedaron remansadas, dejando estratos de civilizaciones superpuestas". Un testimonio del siglo XVII recogido por Lizondo Borda menciona a los Lules cercando a los Diaguitas —un raro ejemplo de resistencia organizada—, pero la mayoría de los pueblos optó por la adaptación pacífica.

Avanzando en el tiempo, el escenario cambió con la llegada de una de las culturas más influyentes.

El legado Inca: Vasallaje sin conquista

A diferencia de otras regiones, los Incas no sometieron militarmente Santiago. Según el cronista Cieza de León, el Inca Yupanqui envió emisarios que lograron un pacto de "amistad perpetua" con los locales, quienes solo debían "guardar la frontera". Esta diplomacia dejó huellas en petroglifos, cráneos deformados ritualmente y herramientas como los "tumis" (cuchillos ceremoniales), aún hallados en la zona.

Rasgos biofísicos y patrimonio natural: Un escenario de contrastes

Para comprender mejor esta dinámica humana, es esencial analizar el escenario natural que la hizo posible.

Geografía y clima

La provincia es una "zona de transición" entre llanuras y serranías, con cinco subzonas mitificadas por sus habitantes: la llanura (Pampáyoj), los ríos (Mayumaman), las sierras (Orkomaman), el bosque (Sacháyoj) y los esteros (Malimpaya). Sus ríos, caudalosos solo dos meses al año, fertilizaban el suelo con limo, permitiendo cultivos como el maíz.

Profundizando en este entorno, la biodiversidad jugó un papel clave en el desarrollo cultural.

Fauna y recursos

Los bosques albergaban "aves, peces y miel", mientras las salinas —codiciadas por los indígenas— eran clave para el trueque. Sin embargo, la fauna megafaunística como gliptodontes ya había desaparecido para la llegada del hombre, según evidencias arqueológicas.

Patrimonio cultural: Resistencia a través del mito y la lengua

Más allá del paisaje, fue en el ámbito cultural donde estos pueblos dejaron su huella más perdurable.

Adaptación vs. resistencia

Los pueblos santiagueños desarrollaron una "plasticidad exterior" para sobrevivir, pero mantuvieron una resistencia cultural silenciosa. Un ejemplo es la Unita, leyenda de una cabeza rodante que advierte peligros, vinculada al culto ancestral de las cabezas-tótem.

En este contexto de preservación cultural, el lenguaje se erige como testimonio vivo del pasado.

Lenguas: Un rompecabezas sin resolver

El documento enumera cientos de topónimos de origen desconocido (ej: Sumampa, Guasiligasta), vestigios de lenguas extintas como el Tonocoté o el Cacán. Di Lullo critica la negligencia académica: "Decimos que no hay nada del Cacan... pero hay una gran ignorancia al respecto".

La llegada de los españoles: El mito de la "belicosidad indígena"

Este rico tapiz cultural enfrentaría su mayor desafío con la llegada de los conquistadores europeos.

Las crónicas españolas exageraron la resistencia local. Baltasar Méndez describió a los Lules como "usadores de ponzoña", pero Di Lullo desmiente: "Eran mansos, salvo contadas excepciones". La verdadera batalla fue contra el medio: "Esa anchura inerte... donde naufragan las mejores fuerzas". Los españoles replicaron las prácticas incaicas de trasplante forzoso, como las encomiendas que desnaturalizaron a comunidades como los Chicoanas.

Conclusión: El indio que no murió

En definitiva, Santiago del Estero es un espejo de América Latina: un territorio donde las culturas no desaparecieron, sino que se reinventaron. Como concluye Di Lullo: "El indio vive en nosotros, en nuestra sangre". Su legado persiste en mitos como la Pachamama, en la toponimia enigmática y en la "filosofía de la necesidad y la facilidad" que aún define a sus habitantes.

Dato final: Un cráneo con deformación circular, hallado en la zona y vinculado a los Aimaras, es hoy parte del acervo del Museo Arqueológico de Santiago —símbolo de un pasado que resiste al olvido.

Fuentes citadas:

Di Lullo, O. (1960). Un cuadro de la prehistoria santiagueña.

Lizondo Borda, M. (1938). El Tucumán indígena.

Cieza de León, P. (1553). Crónica del Perú (citado por Di Lullo).

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