Por Arq. Roberto R. Delgado
Desplazados los breves gobiernos de Mauro Carranza y de
Carlos Achával, herederos de Ibarra, por los hermanos. Manuel y Antonino
Taboada, la sociedad cambió, la ciudad. también. Se acabó la guerra civil
gaucha, las reemplazó las revoluciones organizadas con motines de cuartel. La
civilización cede paso al progreso.
Los Taboada se dividieron el trabajo: Manuel se dedicó a
gobernar y mejorar la ciudad, Antonino, a quien el criollo reconoce como su
nuevo caudillo, seguirá guerreando, ya con el indio hostil del Chaco formando
una línea de fortines como: Doña Lorenza, Abipones, Islas del Toro, etc., ya
contra el invasor a la Provincia. Será el héroe de Pozo de Vargas.
Santiago del Estero otra vez primero en el concierto
nacional. Esta vez en su organización política jurídica sancionando la
Constitución Provincial en julio de 1856. La ciudad pretendiendo ser más y
olvidar definitivamente su situación. de ser paso, ampliará sus calles
públicas. A las calles principales (hoy Urquiza y 24 de Setiembre) las
acompañarán las trazas de sus inmediatas paralelas. Se enfatizará la plaza, una
columna con remate piramidal construida en su centro, simbolizará la Libertad
(1865).
Las ruinosas mamposterías de la Catedral serán reemplazadas
por una nueva en el mismo lugar inaugurándose el 14 de julio de 1876. Se
construye la Casa de Gobierno (hoy Jefatura de Policía). Frente a una de las
esquinas de la plaza principal, junto a la Catedral (hoy Libertad y 24 de
Setiembre), en una casa de estilo con reminiscencias colonial y algunas
molduras románicas, vivió don Manuel Taboada, el Gobernador. Solar que pasó a
ser Hotel Paris después de su muerte en 1870.
Gaspar Taboada, otro hermano del Gobernador, construyó en
1860 la casa N° 46, este número surge porque tenía 46 habitaciones, única
numerada en la ciudad cita, en calle Buenos Aires. Se la reconocerá hasta en la
actualidad como "Casa de los Taboadas", hoy Monumento Histórico. Aproximadamente
en 1857 comenzó a funcionar la primera escuela provincial en un "edificio
público" llamada "9 de Julio", luego "Manuel Taboada",
después "Colegio Bel- grano". En 1868 Taboada la ofrece a las
autoridades nacionales para que funcione la escuela Normal, hecho que se
concreta en 1880. Hasta ese momento dictaban clases regular- mente dos escuelas
religiosas: la Casa de Belén y la Escuela del Convento de Santo Domingo
dirigida por el fray Juan Grande.
El 3 de octubre de 1869 se fundó el primer establecimiento de
enseñanza secundaria: el Colegio Nacional que funcionó en la antigua sede de
Casa de Gobierno (hoy ubicación del Teatro 25 de Mayo), más una biblioteca
pública en el mismo edificio.
Después de largo tiempo la ciudad creció ediliciamente.
Llegaron inmigrantes italianos y españoles que radicaron comercios, chacras,
fincas y establecimientos agricola-ganaderos. Nuevos oficios mostrarán una
colorida vestimenta en sus ejecutores. Plantas frutales traídas de otros lares
reemplazaron los perfumes pasados. La primavera mostró otro paisaje. Un periodo
de sequía (1860) agotó una represa natural ubicada junto al cementerio, primer
enterratorio secular de la ciudad a partir de 1859 (hoy predio comprendido
entre las calles Santa Fe, Granadero Saavedra, Sarmiento y San Martin).
El trabajo de particulares prolongó la acequia (hoy Colón)
hasta la carbonera, parada de carretas y arreos (hoy terrenos del club Central
Córdoba y estación de Terminal de Omnibus), uniendo la Acequia Real con otra, a
cuyos costa- dos inmigrantes que todavía no habían hecho familia, sembraban
ajos, zanahorias y plantas aromáticas en pequeña escala. Esta acequia era la
desaparecida Pedro León Gallo. Las prolongaciones eran para llenar la represa
donde tabiqueros extraían agua para el barro de sus fábricas.
El cementerio ocupaba la manzana de la actual plaza (Absalón
Rojas) frente al club Central Córdoba.
Este periodo feliz y de progreso en la ciudad fue corto,
espíritu pujante de estas gentes se vio frenado por una epidemia de cólera en
1868. La tragedia despobló la ciudad ya por migraciones o mortalidad. No hubo
familia que no lamentara su pérdida. Los enfermos, de a cientos, eran
trasladados en carro a los conventos en búsqueda de curación. Todo era
ineficaz, a pesar que el gobierno tomó medidas profilácticas, todos los hogares
se transformaron en lazaretos. El bravo Río Dulce "colaboró" en el
desastre. La ciudad estaba herida e impotente esta vez. El agua socavó los
cimientos del convento San Francisco y arrastró los caseríos del sur posterior al
límite de la ciudad (hoy calle Alsina). Vanos resultaron los estudios y
precauciones de los comisionados de gobierno nacional para el estudio de las
defensas del río, ingenieros Hidebraudo (1863-1869) y Dahequist (1872). Como si
todo esto fuera poco, la provincia fue intervenida militarmente en 1875 por el
coronel Olascoaga. El general Antonino Taboada es desterrado a Tucumán, donde
muere como todos nuestros patriotas, humillado y en el olvido. Es el año 1883.
Por estos últimos hechos la ciudad se convirtió en un
villorio triste y asustado. Triste por la desesperanza causada por burdos
gobiernos, 8 gobernadores en 10 años (1876- 1886). Asustada por el acecho de
las montoneras taboadistas que saqueaban y asesinaban a los "amigos"
del gobierno, a todos aquellos que el criollo recordaba cuando profanaron la
tumba y esparcieron los restos de su idolatrado caudillo brigadier Juan Felipe
Ibarra.
Solo un día, el 12 de octubre de 1884, la ciudad salió de su
apatía y con sus mejores galas e ignorando el pasado concurrió a la plaza
principal. El "progreso" había llegado. La máquina ferroviaria se
detuvo frente a la Casa de Gobierno. Humo de vapores, cintas de colores, pitos
y cornetas, orna- mentaron la visita del "extraño": el ferrocarril
Central Córdoba.
Su estación se ubicó en un barrio de criollos donde pre-
paraban el ladrillo para construir la ciudad. Criollos que serán reclutados por
el propio Gobernador y enviados en carros, a caballo y a pie, a Buenos Aires en
defensa del Gobierno Nacional en la Revolución de Tejedor (año 1880). El
gobernador era don Pedro Gallo.
Las tabiqueras quedaron por un tiempo abandonadas. Serán sus
guardias el croar de miles de ranas. El barrio Cantarranas había nacido.
Los constructores del ferrocarril, fundamentalmente de origen
inglés, introdujeron nuevos modelos arquitectónicos, algunos de estilo
neoclásico como las estaciones; estilos anglo-normandos en viviendas de
funcionarios principales y estilos surgidos de la revolución industrial
europea, en las viviendas y talleres de trabajadores. Una fuerte incorporación
del hierro en el sistema constructivo reemplazó el forjado por el remachado y
abulonado en unión de partes. Piezas de hierro moldeado o hierro fundido se
usaban en cañerías y mesadas de cocina. También elementos enlozados (distintos
tipos de cerámica y vitrificados) y decorativos en zinc estampado,
enriquecieron las posibilidades estéticas.
La ciudad imitó estas novedades. Casas de imagen sólida
perfilarán las calles. Los inmigrantes españoles e italianos, aparte de sus
costumbres, también trajeron la novedad en los muebles de tapicería. Otra, las
palomas y palomares pasarán a ser miembros de la ciudad.
Al sur de la ciudad, a unos cinco kilómetros de la plaza
principal, en una propiedad que había sido otorgada en el Siglo XVII al capitán
Alonso Contreras, se inaugura públicamente el ingenio Contreras de Don Pedro
Saint Germes, el 31 de julio de 1879. Instalación modelo y moderna con
maquinarias inéditas para la República.
Más de 450 hectáreas con sembrado de caña de azúcar lo hacían
parecer un oasis.
Poseía electrificación y riego propio, con un sistema
sofisticado en base a máquinas de vapor. Las construcciones de estas
instalaciones también llamaron la atención de los inquietos pobladores que
copiando formas de terminaciones generaron otro aporte a la arquitectura. Son
de una mezcla de estilos del tradicional inglés, folclore de los países bajos
europeos y partes prefabricadas de la revolución industrial. Este pionero
industrial, el 17 de febrero de 1887, obtuvo un préstamo del Banco Hipotecario
Nacional, operación que posibilitó la radicación de una sucursal bancaria en
esta ciudad. Acosado por las deudas y la escasa ayuda en el fomento, don Pedro
Saint Germes se suicidó en 1893. Otra víctima de la incomprensión ciudadana. En
1886 por gestión de los hermanos Ruperto y Juan Figueroa se instaló la primera
central telefónica en la casa N° 46 que ellos alquilaban. En 1884 con el
ferrocarril ya estaba el telégrafo como vínculo de comunicación. La primera
oficina de correos funcionó en una habitación de la casa de los Díaz Gallo (hoy
Museo Histórico) en el año 1865. Un año después don Abelardo Gallo la trasladó
a la casa N° 46. El servicio era irregular y ello motivó que en años
posteriores el ferrocarril, con su instalación de comunicación por telégrafo,
supliera la falencia.
La ciudad se venía formando sin ningún reglamento o patrón
que la guiara. Sólo los rústicos conocimientos de trazas y formas urbanísticas
de los pioneros extranjeros ordenaban algunos espacios. Los limites y
referencias por la que se guiaban eran las acequias, los templos y el río. El
resto era todo intuición.
Extraído del libro: Santiago del Estero. Recorrido por una
ciudad Histórica
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