El 31 de Marzo del 1915, nacía Sixto Palavecino en la localidad de Barrancas, inserta en el departamento Salavina, en Santiago del Estero.
Su destino parecía determinado
desde antes de nacer. "Soy quichuista desde quién sabe qué tiempo
anterior", filosofa el músico, y la frase encaja perfectamente con esa
imagen sencilla y ancestral. Un poncho santiagueño le cubre el hombro. En su
mano derecha, un bastón acentúa la estampa de patriarca folklórico.
Sixto Palavecino creció en un
entorno agreste, donde prácticamente nadie hablaba el castellano. La familia
vivía del pastoreo y de lo que cosechaba. "Plata no había, no manejábamos
dinero. Todo lo que plantábamos o criábamos, como ovejas y vacunos, era para
comer".
Esa forma de vida natural y el
influjo salamanquero del monte barranquero lo transformó en un músico sacherito
(del monte) y bien criollo. "Yo me iba al monte a tocar, porque mi mamá no
me dejaba y guardaba el violincito que me había fabricado en el hueco de un
viejo algarrobo." Nadie le enseñó a tocar un instrumento. Sixto se
contagió del ambiente musical que lo rodeaba. "La gente hacía música para
los rezabailes, fiestas religiosas y cumpleaños. Siempre había música y
musiqueros por todas partes. En la zona donde vivía había como unos veinte
violinistos. De todos ellos aprendí yo. De mirar y escuchar", refresca en
su memoria. .
Don Sixto fue el primero en la
familia en cumplir varios sueños humildes, pero inalcanzables para algunos de
sus mayores, que terminaron sus días en medio del monte. Sixto logró salir de
Barrancas y trasladarse 25 kilómetros más cerca de Villa Salavina. "Para
nosotros era como ir a Buenos Aires -compara-. Nunca nadie de mi familia había
entrado ahí."
Allí conoció a su segunda mujer
(se había casado a los 16 y había tenido una hija), tuvo sus tres hijos y
alternó su ocupación de musiquero con la de comerciante. "Tenía un
bolichito en las afueras del pueblo, antes de cruzar el río. Y en esa época me
llamaban de todos los lugares para que participe de las fiestas. A mí me
pagaban 50 pesos, al guitarrista 20 y al bombisto 10."
Cumplido el primer objetivo fue
tras otros dos grandes sueños. "Quería que mis hijos estudien. Yo apenas
había terminado la primaria. Y, además, quería tener un programa de radio
pasando repertorio de música tradicional y difundiendo el quichua. Pero no de
forma académica, sino por medio de la transmisión oral como aprendimos todos
los que vivimos en Santiago." Las dos ilusiones se le cumplieron. Sus
hijas se recibieron de docentes, mientras que su hijo se transformó en
ingeniero agrónomo.
SIXTO PELUQUERO
El hombre no parece cansado
después de haber pasado por diferentes oficios para sobrevivir, mudado de
región en varias ocasiones, afincarse definitivamente en Santiago y seguir
tocando junto a los integrantes de su familia de forma un poco más profesional.
"En realidad, los últimos veinte años me dediqué más a la música. Antes
trabajaba en la peluquería y estaba preocupado porque mis hijos terminaran de
estudiar. Sólo cuando tenía 45 años formé el conjunto con mis hijos y con ellos
hemos andado por todo el país." En la peluquería lo encontró León Gieco,
cuando lo fue a buscar para participar de su disco "De Ushuaia a La
Quiaca". En la década del sesenta, Jorge Cafrune lo fue a buscar al mismo
lugar. "Vino porque me quería escuchar, me grabó dos chacareras que para
mí era como llegar al cielo y después me trató de convencer para que salga de
gira con él. La idea me interesaba, pero iba a tener que cortar los estudios de
mis hijos, que me acompañaban en el conjunto. Me acuerdo que fue una decisión
difícil. Una amiga me dijo: "Mire don Sixto, en un mes va a ganar lo que
gana en un año en la peluquería". Era tentador, pero, finalmente, no
acepté, y mis hijos se recibieron."
NO QUERIA SER FAMOSO
-"Nosotros hacemos la música
naturalmente, no por una necesidad profesional o comercial, sino por difundir
la cultura de nuestros antiguos. Eso es lo que me interesó desde siempre. Pero
nunca pensé, ni soñé con hacerme famoso. Todo era en defensa del quichua. Sólo
en el último tiempo comencé a vivir de la música".
Según su visión, con los años,
las cosas se desnaturalizaron. Para Sixto el contexto determina: "Yo tuve
la suerte de vivir las más sanas costumbres y vivencias. Como fueron antes
nuestros antepasados. Hoy, lamentablemente, estamos perdiendo los principios y
eso es triste. Claro no es mayoría".
Un detalle, Sixto guarda en el
pequeño estuche del violín una foto del Che Guevara. "Tenemos que estar
orgullosos de su valentía y su lucha por la libertad", dice.
Será por eso que el músico
apuesta a las nuevas generaciones. "Yo tengo la esperanza de que la juventud
tome conciencia. Que sepan cómo fueron sus abuelos y bisabuelos, se
concienticen y puedan -aunque estamos en una era tremenda- volver a sus
raíces", apunta el violinisto
. Lo que se preserva en Santiago
del Estero de toda contaminación es el quichua. "En la provincia hay 27
departamentos, 14 de ellos hablan solamente el quichua. Más allá de que sepan
castellano, toda la gente es quichuahablante. Yo también, no tengo nada que ver
con los estudiosos. Lo mío es natural. A veces hasta me cuesta hablar en
castellano", confiesa.
. En su familia se cuidaban todas
estas costumbres de sus mayores. El quichua, en su casa, era tan natural como
la música. "En mi casa mis dos hermanos mayores hacían música. En cada
ranchito había un musiquero", recuerda. Eso sigue sin alterarse en las
pocas familias que siguen viviendo en Barrancas. "Lo que hago es para
representar ese monte, el lugar donde he nacido. Lo puro. Mi música y mi canto
vienen desde ahí, muy en el fondo del tiempo."
EL DIA QUE CONOCIO A ARGELIA
"En un rezabaile de San
Antonio la vi a Argelia. Me puso tres años de plazo para casarnos. Tan-to
perseguirla le hice bajar a dos años y así le arañé hasta que... nos casamos a
los seis meses. Nos casamos de civil en la casa de ella, pero esa noche no me
entregan la novia y me volví a mi casa, casado y sin mujer. Así nos trataban.
Cuando iba a visitarla cuando fuimos novios, me recibía el padre, ni la veía.
Mi suegro ni pintado me quería.
Porque yo era musiquero, era
pobrecito. Cuando veo que estoy tan despreciado por mi suegro le hice llegar un
papelito a ella: "Argelia: te voy a pedir, pero sé que tu papá se va a
negar, si vos estás dispuesta yo estoy dispuesto a sacarte, directamente nos
casamos". Ella me contestó que sí. Pero los padres al final cedieron. Fue
para toda la vida. Cincuenta y tres años y cuatro meses de alegría y felicidad.
La historia del amor empezó con
una cabalgata de locos hacia la iglesia de Salavina. La fueron a buscar a la
novia al monte, y a caballo la llevaron a la iglesia. Un contingente de
caballos, hombres, mujeres, chicos, viejos y viejas reventando cohetes en
nuestro honor.
Y ahí recién, a la nochecita, nos
juntamos en mi casa, ya casados por iglesia. Hemos tenido tres hijos. Dos
seguidos y hemos dicho vamos a suspender. Luego hemos tenido otrita, y ahí
hemos parado para siempre. Así hemos hecho el convenio. A esa época no teníamos
ninguna precaución para evitar el embarazo.
El hombre es el que tiene que
buscar la forma. Hay otros que meta hijo nomás. No queríamos muchos porque
decíamos: hay que educarlos. Entonces yo tenía que sacrificarme para evitar que
se ponga embarazada. Ella era para mí la mejor del mundo. Calladita era. No era
de ésas.
Cuando andábamos mal, jamás se ha
puesto triste ni nada, porque podría haber dicho este hombre, siempre se funde.
Murió de 75 años.. Cuanto más tiempo iba pasando, más nos queríamos. Los
últimos años, a mí me parecía que más la quería.
"EL ALERO QUICHUA SANTIAGUEÑO"
Don Sixto se emociona el día que
decidió visitar la vieja emisora Radio del Norte de Santiago del Estero –L.V.
11- ante el Director interino Don Alberto Pérez (Huesito), a quien le expresara
el alcance de sus deseos: pedía una audición quichua para la difusión del
idioma y de la cultura quichua; quería llegar a sus hermanos quichuahablantes e
indicarles el camino de la reivindicación; deseaba fervientemente transmitir su
propio orgullo a través de la onda radial y propagar desde la cuna al país este
verdadero sentimiento de identidad nacional.
Don Alberto Pérez entendió el
propósito y en valerosa y patriótica decisión autorizó la iniciación de la
misma que a la fecha ha cumplido sus 35 años de audiciones ininterrumpidas. Hoy
el quichua ocupa el nivel que soñaron sus defensores tales como Don Sixto; el
Profesor Domingo Bravo; los poetas Vicente Salto y Felipe Corpos y todos
aquellos identificados con estas raíces.
Publicado por Daniel Frediani
Fuente: turismoensantiago.blogspot.com
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