martes, 8 de julio de 2025

Las Termas de Río Hondo: El dilema entre el esplendor turístico y la crisis ambiental



En el corazón reseco del norte argentino, donde el monte se mezcla con el viento y la tierra cruje bajo el sol, Las Termas de Río Hondo brilla como un espejismo. Un oasis que no debería estar ahí… pero está. Sus aguas calientes —unas 5.000 fuentes subterráneas— han convertido a esta ciudad en un polo turístico que recibe a más de 150.000 personas cada año. A simple vista, todo parece prosperidad. La economía fluye, los hoteles se multiplican, y las promesas de sanación brotan del suelo.

Pero debajo de ese esplendor burbujeante, algo no anda bien. Muy en silencio, el recurso que lo sostiene todo empieza a agotarse: los acuíferos se vacían, los pozos ya no brotan por sí solos, y la calidad del agua se deteriora. Lo que antes era milagro, hoy es advertencia.

El Licenciado Osvaldo Santillán —autor del estudio que inspira este texto— lo dice sin rodeos: “Estamos consumiendo el futuro termal de la ciudad en nombre del presente”. Y es que, a veces, hasta un paraíso puede morir de éxito.


I. La geología de un milagro: el sistema hidrotermal

Las Termas no existiría sin su base geológica. Está enclavada en el piedemonte del Aconquija, sobre seis acuíferos que descansan entre capas de arcilla. Es ahí donde se esconde el verdadero tesoro: aguas mesotermales de entre 30 y 50 grados, que emergen cargadas de minerales y beneficios. Según datos del Departamento de Hidrogeología (1995), los tres acuíferos más profundos contienen aguas saladas que alcanzan los 57°C. Son ideales para tratamientos terapéuticos.

Pero este sistema tiene un punto débil. Su recarga depende casi exclusivamente de dos cuencas, Los Sosa y Lules, que, aunque reciben lluvias abundantes —unos 3.200 mm anuales—, no logran reponer lo que se extrae cada temporada. Es como llenar un balde con una cuchara… mientras se desangra por abajo.

II. La fiebre del oro líquido: sobreexplotación sin freno

Los números, francamente, asustan:

Más de 5.000 pozos funcionando al mismo tiempo en temporada alta (de junio a agosto).

1.632 millones de litros utilizados en apenas 120 días. Algo así como llenar 650 piletas olímpicas.

Un descenso del nivel freático de 2 metros en solo 23 años (1975-1998).

 “Cada hotel tiene su pozo”, explica Santillán, “y muchos están mal construidos, lo que genera mezclas peligrosas de aguas con diferentes propiedades”. El problema es que ya no brotan por presión natural: ahora necesitan bombas. Lo que antes era un don, hoy es una pelea contra el subsuelo.

III. Termalismo como commodity: cuando el agua se vuelve negocio

En Las Termas, el agua no es solo un recurso natural: es una mercancía. No se trata de uso público, sino de un insumo privatizado, convertido en lujo. Algunos hoteles de alto nivel ofrecen baños privados con 630 litros por sesión… y hasta seis veces por día por habitación. Mientras tanto, los vecinos de la ciudad ven cómo sus propios pozos se quedan secos.

La paradoja es hiriente: el 80% del consumo anual ocurre en apenas 4 meses. Es un sprint de uso intensivo, sin pausa ni recuperación posible.

IV. Balneoterapia: entre la medicina y el marketing

La Organización Mundial de la Salud reconoce las propiedades terapéuticas de estas aguas: ayudan a tratar enfermedades reumáticas, gracias a minerales como el hierro, el yodo y el flúor. Pero en Las Termas, la ciencia convive con el show. “Algunos hoteles ofrecen ‘aguas milagrosas’ sin control ni supervisión sanitaria”, advierte un médico local. Y eso ya no es curación: es marketing.

V. Infraestructura turística: crecimiento a ciegas

El centro de la ciudad concentra 82 hoteles en menos de 30 hectáreas. Eso significa, en promedio, tres por manzana. Esta acumulación extrema, sumada a la falta de planificación urbana, ejerce una presión constante sobre los acuíferos. Es como apretar demasiado una esponja: termina por secarse.

VI. Temporada vs silencio: el alma partida de la ciudad

Durante julio y agosto, Las Termas se transforma. Hay vida, movimiento, turistas que llegan —en su mayoría desde Buenos Aires— y calles que laten. Pero cuando baja la marea, todo cambia. De septiembre a junio, el 80% de los hoteles cierra. Las calles quedan vacías. “Es como si apagáramos la ciudad”, dice una artesana que trabaja con totora, una de las pocas que sigue resistiendo durante la temporada baja.

VII. Precariedad laboral: trabajadores golondrina

Detrás del turismo termal, hay una realidad más cruda:

El 82,5% de los empleos son temporarios.

Muchos jóvenes deben migrar a la costa atlántica en verano para poder subsistir.

Solo el 17,5% tiene empleo estable, en su mayoría en fábricas de alfajores.

Es una economía que late a ritmo estacional, y que deja a muchos varados cuando el agua se enfría.

VIII. El ciclo vital de un destino: entre el apogeo y el desgaste

La historia de Las Termas sigue un guion conocido en el turismo:

Fase de creación (1900-1950): primeros hoteles y pozos naturales.

Fase de madurez (1950-presente): expansión con apoyo estatal.

Fase de obsolescencia (hoy): caída de niveles freáticos, deterioro químico del agua.

El geógrafo Chadefaud (1987) habla de una cuarta etapa posible: la reconversión. Pero para llegar ahí, la ciudad necesita tomar decisiones urgentes:

Regular las extracciones con tecnología que permita monitoreo en tiempo real.

Diversificar el turismo, más allá de la balneoterapia.

Generar empleos estables, que no dependan de un termómetro o un calendario.

Conclusión: ¿renacer o desaparecer?

Las Termas de Río Hondo encarna uno de los dilemas más profundos del desarrollo en América Latina: ¿cómo crecer sin destruir aquello que nos sostiene?

 “Sin un cambio de modelo”, advierte Santillán, “veremos cómo un paraíso termal se convierte en un pueblo fantasma”.

La solución no es cerrar el grifo, sino abrir la mirada. Repensar el vínculo entre turismo, ambiente y comunidad. Porque el tiempo corre. Y el agua, también.

Datos que invitan a pensar:

Cada turista consume, en promedio, 10.886 litros de agua termal por temporada.

Solo el 7% de los visitantes son del NOA; la mitad viene de Buenos Aires.

Más de 1.000 comercios viven de una actividad que dura apenas 4 meses al año.

Fuentes:

Santillán, O. (2016). El turismo y el recurso hidrotermal en Las Termas de Río Hondo. UCSE.

Departamento de Hidrogeología de Santiago del Estero (1995).

Chadefaud, M. (1987). La evolución de los espacios turísticos.

 

 

 

 

 

 


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