El presente trabajo analiza los orígenes del fútbol en Santiago del Estero, en las primeras décadas del siglo XX, deporte que, si bien vino de la mano de los ingleses y del ferrocarril, fue a través de intelectuales comenzaron a reflejar en sus páginas los partidos y torneos que acaparaban la atención del público. También los periódicos católicos se interesaron por el nuevo deporte que atraía a los jóvenes y les brindaba un sano esparcimiento, alejado de la bebida y los juegos de azar. Fueron surgiendo los primeros clubes, la mayoría dirigidos por intelectuales, inmigrantes y comerciantes, provenientes de sectores medios, que se interesaban por este nuevo fenómeno social-deportivo que congregaba aficionados y numerosos espectadores; también se daba la condición de dirigentes-sociosjugadores. La pasión del fútbol comenzó a expandirse en potreros y canchas improvisadas y pronto se organizaron campeonatos entre los clubes en formación que contaban con socios aportantes y, en algunos casos, cancha propia.
No faltaron los conflictos entre clubes, instituciones y
dirigentes y la puja entre los hinchas cada vez que se disputaba un partido o
torneo. Según aumentaba el público asistente y se multiplicaban los clubes se
fueron complejizando los torneos y ampliando el panorama hacia los distintos
barrios de la ciudad. El fútbol se fue transformando en una pasión de masas en
la que comenzaron a involucrarse, ya sea como jugadores de diferentes edades
-juveniles, adultos y veteranos-, como espectadores-hinchas, periodistas o como
miembro de las comisiones directivas, pertenencias que les daba visibilidad y
cierto prestigio en la barriada. El espectáculo futbolístico fue atrayendo al
público masculino y congregando a los más diversos sectores sociales para
terminar consolidándose como el más convocante espectáculo de masas.
En la actualidad el fútbol es uno de los temas más grandes de
esta época ya que no sólo implica un deporte y entretenimiento de masas, sino
que, además, es un gran factor económico que mueve millones de dólares con los
torneos, publicidad y venta de jugadores. Sin embargo, a la vista de los
aficionados es una verdadera pasión de multitudes, como suele denominarse. La
atracción hacia el fútbol fue estudiada por sociólogos y antropólogos como
Elias y Dunning (1988), el santiagueño Archetti (2002) que fue pionero en los
estudios de los deportes en la Argentina y Alabarces (2004), entre otros. En el
campo de la historiografía, Frydenberg (2011) investiga sobre los orígenes y
profesionalización del fútbol en Buenos Aires. En realidad, la mayoría de los
estudios en la Argentina se centraron en Buenos Aires, salvo los trabajos de
Roldán (2015) para Rosario, Reyna (2011) para Córdoba, Guzmán (2019), para el
caso del club Central Córdoba de Santiago del Estero, Castillo (2018) y Tillán
(s.f.) para clubes fernandenses, entre otros. Para Rinke (2007), las
explicaciones sobre los orígenes de la cultura del fútbol se deben a varios
factores: su sencillez, ya que se puede jugar en cualquier parte; no se
necesita equipamiento caro; las reglas del juego son sencillas; su énfasis en
lo corporal responde a ideales de masculinidad; el entusiasmo que provoca en la
masa de la hinchada.
Su carácter de ritual: a través de las repeticiones semanales
de partidos e idas al estadio, del ritmo anual de los torneos, de los cantos y
la vestimenta estandarizados de los hinchas se ejercitan formas de
comportamiento colectivo que tienen gran poder de fascinación (p.85).
La llegada del futbol a
Santiago del Estero
“El foot-ball, ha mejorado hábitos y costumbres: poco a poco
el paisano se va retirando de la taberna y rodeando la cancha, es el monte,
como pedazo de suelo bienhechor”, así comienza la página dedicada a los
deportes en el suplemento del 25ª aniversario de EL LIBERAL, de 1923, epígrafe
que muestra cuál era la visión que tenían los intelectuales, periodistas y las
élites dirigentes sobre el fútbol y su instalación en la provincia.
Hasta la llegada del fútbol a las escuelas, la participación
de escolares en desfiles y actos oficiales, por iniciativa del director
Pizzurno (Bertoni: 2001, 89) en Buenos Aires, pronto replicó en Santiago del
Estero. Se organizaban en los denominados batallones infantiles y marchaban
rítmicamente ante el entusiasmo de la gente. El objetivo era fomentar el
sentimiento de nacionalidad entre la población. Imbuidos por las ideas
positivistas en boga y con conflictos latentes contra Chile -entre fines del
siglo XIX y principios del XX- incentivaba la militarización de los jóvenes,
por ello, en el currículo del Colegio Nacional y de la Escuela Graduada anexa
la asignatura gimnasia fue reemplazada por ejercicios gimnásticos y militares a
los que se agregó tiro (Gargaro y Bruchmann: 1944). Ya en el siglo XX comenzó a
alentarse la práctica del fútbol como un elemento de distracción y para alejar
a los varones de ‘conductas inadecuadas’. El fútbol, introducido en La Banda
por empleados ingleses cuando llegó el ferrocarril, ya había sido adoptado, con
anterioridad, para prácticas escolares.
Hacia 1899, el Dr. José Santillán, director de la Escuela de
Varones solicitó a profesores normales de Buenos Aires un Manual de Juegos
Atléticos, que tenía las reglas elementales de fútbol para su aplicación en la
enseñanza (EL LIBERAL: 1948, p. 367). Otro profesor, Ramón Carrillo, padre de
quien fue el primer ministro de Salud de la Nación, se preocupó por aprender el
reglamento del juego de esos locos ingleses, como los referenciaba la prensa, y
se transformó en el primer árbitro de fútbol santiagueño.
Algo similar sucedía en las instituciones religiosas; al principio, impregnadas de nacionalismo, invitaban a niños y jóvenes a integrar las milicias angélicas, pero más adelante vieron en el fútbol un deporte interesante para atraer a niños y adolescentes a las prácticas recreativas y religiosas. Las asociaciones de Santo Domingo, en particular, el Apostolado de la Oración, impulsó la creación de un centro de footbal para niños, según lo anunciaba la Buena Noticia, periódico dominico que se distribuía en Tucumán y Santiago del Estero, recomendando a los padres y madres de familia a mandar a sus hijos al centro …con el objeto de inculcarles la sana moral (…) Es una idea del todo plausible dado el ambiente en que vivimos, que cada día es más corrosivo sobre todo para la juventud. Es necesario desviar a los niños del mal, de toda forma y atraerlos al bien para formar generaciones sanas y conciencias equilibradas… (BN 15/06/08) afirmaba invitando a la inauguración en Tucumán. Si bien no se sabe con certeza si en Santiago se concretó algo similar, es posible que así fuera porque ambos conventos trabajaban mancomunadamente. El fútbol, traído desde Inglaterra, fue en principio activado por intelectuales y miembros de la élite provinciana que miraban con expectativa la atención que despertaba entre los jóvenes y la posibilidad de alejarlos, a través de este deporte, de la ‘vagancia’ y los malos hábitos que adquirían, especialmente, por andar deambulando por las calles, jugando al balero, las bolitas, al trompo o a la pilladita.
Las primeras canchas estaban demarcadas con dos rayas
paralelas, a unos cien metros aproximadamente de distancia entre sí, verdaderos
potreros, con arcos marcados por ladrillos o dos palos, sin hinchas, sin
uniformes: once jugadores de un bando contra once rivales. Ni siquiera estaban
definidos los roles de cada jugador, todos pateaban y avanzaban y, a veces,
también el arquero. Según EL LIBERAL del cincuentenario, la rivalidad entre dos
profesores, Carmen Guzmán y José Garramuño los llevó a organizar partidos entre
estudiantes, competencias que generaban cada vez más jugadores e hinchas, tal
como se vio en los partidos entre Atlético Santiagueño y los estudiantes de la
Escuela de Aplicación, el primero con una cancha en el Gimnasio escolar
Newbery, en el parque Aguirre, y la segunda en La Banda.
Así se organizó el primer match, el 3 de septiembre de 1905,
según lo relata el diario por el desafío de los estudiantes del Colegio
Nacional, pertenecientes al Club Atlético Santiagueño, a los de la Escuela de
Aplicación. El partido se realizó en la plaza de ejercicios, ya con arcos de
madera reglamentarios, y el premio era un tintero artístico donado por el
director técnico del equipo del colegio, Dr. Felipe Giménez. Luego de dos
partidos empatados, terminó el match con el campeonato del equipo bandeño, por
uno a cero. “Aplaudimos la iniciativa. Los ejercicios y distracciones de esa
naturaleza son altamente benéficos para el desarrollo, higiene y fuerza física
de los jóvenes…”, sancionaba EL LIBERAL (1948, p.368). Deporte e higienismo
coincidían en la concepción arraigada sobre la influencia del deporte para
mejorar la mente, la salud física y las costumbres, ratificando la frase
latina, mens sana in corpore sano.
Enseguida los bandeños comenzaron a ser requeridos en otros lugares y así fueron a jugar a Ceres, en la provincia de Santa Fe, incorporando jugadores del Colegio como refuerzo. Al no contar por entonces con periodistas especializados, por lo general, eran los intelectuales-organizadores los que actuaban como comentaristas. El propio director de EL LIBERAL, Juan Figueroa, redactó un editorial del partido con los ceresinos, que terminó con el triunfo de los locales.
Recién en 1907 se realizó el primer torneo de fútbol organizado por el intendente santiagueño Genaro Martínez Pita, en el que participaron el ya denominado Atlético Santiago y los clubes Gobernador Santillán, Cabral, La Banda, Luchador y General Paz, rigiéndose por el reglamento municipal confeccionado al efecto. El Atlético Santiago se consagró campeón y la fiesta de honor y entrega de la copa municipal se desarrolló en el teatro Cervantes en donde el intendente entregó el trofeo luego de un “discurso de prosapia romana y griega”, según el cronista (EL, 1948, p.370). La copa municipal siguió disputándose hasta 1915, cuando tomó la iniciativa de organizar campeonatos anuales la Asociación Santiagueña de Foot-Ball, dirigida por el Dr. Marcos Figueroa.
El Asociacionismo en el
fútbol santiagueño
Los clubes de fútbol en Santiago del Estero, como en la
Argentina, nacieron bajo una vocación asociacionista. La tradición
asociacionista era una práctica común antigua, que se materializó en Argentina
especialmente hacia fines del siglo XIX, como iniciativa de diversos sectores
sociales. Los inmigrantes, a poco de arribar al país, organizaban sociedades de
socorros mutuos; los gremios se nucleaban en defensa de los derechos de los
obreros; las asociaciones religiosas, preocupadas por diferentes cuestiones de
injerencia de la Iglesia (culto, beneficencia, cofradías, etc.), reunían por lo
general a hombres y mujeres por separado; las bibliotecas populares, para
impulsar la lectura, etc. A ellos se sumaron luego los clubes sociales y
deportivos, interesados en la práctica de deportes, recreación y tiempo libre.
Estos clubes se fueron formando en la provincia por
iniciativa de diferentes grupos: primero intelectuales y sectores medios –en
particular estudiantes secundarios y profesores- y luego sectores populares
urbanos. Se coincide con Frydenberg que se trataba más de clubes-equipos,
integrados por jugadores-sociosdirectivos. Por lo general, el club se formaba a
partir de la existencia de un equipo (2011, p. 45-49), para luego abrirse a la
comunidad, sobre todo por la posibilidad de contar con cierto número de socios.
En 1915 se organizó la Liga Santiagueña de Fútbol, bajo la presidencia del Dr.
Marcos Figueroa, con el propósito de nuclear a los clubes de Santiago y La
Banda para organizar torneos entre ellos. Dos años después, la Liga se afilió a
la Asociación Argentina de Football y cambió su nombre por el de Liga
Santiagueña, con el propósito de adquirir una dimensión nacional; en 1921 se
creó la Asociación de Referees. Ambas creaciones muestran una temprana vocación
por organizar este deporte que se expandía hacia todos los sectores sociales y
congregaba la atención de propios y extraños, en particular de los hombres que
se identificaban con el club de su barriada que les permitía disfrutar del ocio
y de la sociabilidad que gestaban los partidos, además de generar identidades y
pertenencias.
La creación de numerosos clubes en las primeras décadas del
siglo XX en la provincia, muestra la difusión del deporte y la diversificación
de sus instituciones, ligadas a establecimientos educativos y a los
ferrocarriles británicos, en un principio, y a las barriadas populares a medida
que iban multiplicándose. Una disputa a raíz del resultado del partido entre
Estudiantes y Santiago, en septiembre de 1918, produjo la división entre los
clubes asociados a la Liga Santiagueña de Futbol y condujo a la creación de la
Liga Cultural, bajo la presidencia del Ing. Hugo Palmeyro, con la adhesión de
los clubes Mitre, Estudiantes, Alumni y Principiantes Unidos (EL: 1948, p.
371). La puja entre las dos instituciones fue una constante y, según EL
LIBERAL, actuó como catalizador para el ascenso del fútbol santiagueño, ya que
comenzaron a crearse nuevos clubes que adherían a una u otra liga. Ambas se
disputaban la supremacía organizando torneos con equipos de otras ciudades como
Buenos Aires, Santa Fe, Tucumán y Salta.
Por primera vez llegaron a la provincia los grandes clubes
porteños, atrayendo al público local que quería ver de cerca a los jugadores
consagrados: el primero en arribar fue Racing, traído por la Liga Cultural, y
luego Independiente, River Plate, Boca Juniors, San Lorenzo, Platense y
Chacarita. En 1927 se produjo la fusión de las dos instituciones, la Liga
Santiagueña y la Liga Cultural, unión que dio gran impulso al fútbol local.
Había otros clubes que no figuran en estos cuadros –se desconoce si estaban
asociados a alguna de las dos instituciones- pero que están entre los primeros
clubes de fútbol santiagueño, tales como Club Sportivo Fernández (1917) y
Atlético Independiente (2019) de Fernández, Club Atlético Talleres (1919) de
Frías y Club Atlético Icaño (1905), todos con cancha propia. En Añatuya antes
de la década del 30 tenía cuatro clubes: Talleres Central Norte (1918), Jorge
Newbery, Club Unión, Club Añatuya, más la Escuela Dominical Añatuya (del
Clero). Según este relevamiento, se pudieron identificar 27 clubes organizados
en la provincia en 1923, casi todos con cancha propia, dos con tribunas y con
un número interesante de asociados que participaban en las asambleas, pagaban
cuotas y asistían a los partidos, sin contar el resto de los espectadores. La
entidad más antigua que subsiste en la ciudad de Santiago del Estero es el Club
Atlético Mitre, que se formó desvinculado de las estaciones ferroviarias.
El club fue fundado el 2 de abril de 1907 por Francisco
Igounet. Los orígenes para su creación surgieron de un partido amistoso entre
los equipos denominados calles Mendoza y Mitre. El primero liderado por el Dr.
José Castiglione y el segundo por el Dr. Humberto Palumbo. Ganó este último y
en homenaje al General Mitre (ya que se reunían en una casa en dicha calle) se
le puso el nombre de Club Atlético Mitre. Desaparecido el Club Atlético
Santiago por la fusión con el club Unión, Mitre pasó a ser la entidad más añeja.
Los colores elegidos fueron el amarillo y el negro, a rayas verticales, en
homenaje a Peñarol de Montevideo. Los jugadores, como en todos los equipos,
eran amateur. Pronto comenzaron a congregar a toda la barriada.
Consagración de los
santiagueños o el ‘primer santiagueñazo’
En 12 de octubre 1928, mientras Hipólito Yrigoyen asumía su
segunda presidencia, los ‘pelo duro’, como los denominaban discriminatoriamente
los diarios porteños a los jugadores santiagueños, conquistaron el trofeo
Presidente de la Nación en la cancha de River Plate. Oubiña (1948), cita partes
del libro de Birba y Torrado, que refieren a la participación santiagueña en el
campeonato: … y pareció aquella tarde en Stadium del club River Plate, como si
aquellos argentinos netos, venidos desde las trágicas o heroicas leyendas de
las selvas santiagueñas, leyendas que tuvieron en Ricardo Rojas a su cantor más
autorizado, hubieran realizado la hazaña magnífica que aguardaban de ellos
todos los hombres de la ciudad nerviosa y vibrante. Y eran once muchachos
fuertes, de bronce o de roble, inspirados por la patria misma, los que en un
esfuerzo extraordinario, se habían adjudicado en lid valiente y caballeresca,
el título de campeones argentinos de football… luego de derrotar a Paraná tres
a uno, siendo el goleador Ramón (Nello) Luna , autor de los tres goles, y
continuaba: Artistas de la agilidad, de la destreza y de la velocidad,
maravillosos jugadores del pase rápido y de la certera acción de cabeza,
conquistaron por primera vez en la historia del concurso, el trofeo Presidente
de la Nación, que no puede hallarse, por cierto, en poder de deportistas más
inteligentes y más argentinos (p. 672).
El cronista describe la participación de los muchachos
santiagueños casi como una epopeya, en la que se entrecruza lo legendario, las
tradiciones y la patria misma. Fue el presidente de la Liga santiagueña, Dr.
José F. L. Castiglione quien gestionó la concentración de los seleccionados en
el Regimiento 18 de infantería. Jugadores acostumbrados a entrenar en sus ratos
libres, ya que se trataba de un fútbol amateur, durante una semana se
concentraron como profesionales.
A partir de las 7.30 comenzaba el entrenamiento con gimnasia
y luego recién el desayuno y una ducha para concurrir al trabajo o a sus casas.
Regresaban al mediodía, almorzaban juntos y luego de la siesta santiagueña, más
gimnasia y práctica de fútbol. A las nueve de la noche dormían en el
regimiento. El equipo de los 11 jugadores estaba integrado por: José Bautista
“Bendo” Trejo (Unión); Teófilo Juárez (Central Córdoba), Ángel Medina (Mitre);
Raúl Alonso (Estudiantes), Dalmacio “Chile” Ruiz (Santiago), Cornelio Caro
(Santiago); Nazareno “Nazha” Luna (Mitre), Luis “Pibe” Díaz (Unión), Ramón
“Nello” Luna (Mitre), José “Joshela” Díaz (Mitre) (Capitán) y Segundo
Nepomuceno “Ita” Luna (Mitre). También jugaron, un partido cada uno, Alberto
Helman (Estudiantes) y Juan Luna (Mitre). De ellos, el “Ita” Luna integró el
seleccionado argentino de fútbol en los Juegos Olímpicos de Amberes en 1930
(Gallego: 2016).
Para la prensa citadina, la eliminación porteña por los ‘pelo
duro’ norteños fue una afrenta. Última Hora publicaba: …Por primera vez el
campeonato argentino irá a parar a manos de una liga del interior. Y por
primera vez, resulta esto una ironía del destino. El football que se practica
en los clubes afiliados a la AAAF es netamente superior al de tierra adentro.
En cantidad, en técnica, en picardía. Los jugadores de aquí están muy por
encima de aquellos. Ni los propios rosarinos, que fueron los más serios
adversarios de los porteños, tendrían chance frente a un cuadro constituido a
conciencia. El football del interior tiene mucho que aprender todavía para
poder imponerse a un team de Capital o Provincia.
Los dirigentes pueden estar satisfechos de su hazaña. El sábado recaudaron 17.000 pesos. Salvaron los gastos del campeonato argentino. ¿Y los prestigios del football local? ¡Bah!… ¿para qué sirve eso? Con dinero, aunque la conciencia esté sucia, se pasa mejor la vida. ¡Y pensar que hay tanta gente buena entre barrotes de hierro! Afirmaba el diario con una crítica descalificadora, pero que no podía esconder la verdad de la superioridad de los futbolistas santiagueños. De todas formas, el premio en dinero era un aliciente para los jugadores amateur y para la Liga Santiagueña que había apoyado al equipo en su representación de la provincia. También estuvieron los redactores porteños que saludaron el triunfo provinciano. La Argentina publicó: …El triunfo del fútbol chacarero que no se tenía en cuenta en años anteriores, pero ahora se ha logrado a través de sus magníficas cualidades, imponerse a la consideración de todos nuestros deportistas. ¡Bravísimo santiagueñitos de la barra de mistol y la algarroba! Que siga la racha y ojalá el triunfo final sea vuestro…
A pesar de los elogios, marcaba la diferencia. Luego de estar
la copa en poder de los porteños, los ‘payucas’, como denominaba
despectivamente el diario Última Hora al equipo santiagueño, la atesoraban en
su poder. Autoridades provinciales, asociaciones deportivas y público fueron a
esperar a los campeones a la estación del ferrocarril. Marcharon hasta el local
de la Liga Cultural, en calle Rivadavia, y luego hasta el estadio de Mitre,
casa de los Luna. Para finaliza las celebraciones, hubo función teatral y
fiesta popular.
Por María
Mercedes Tenti. Fuente: EL LIBERAL

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