domingo, 27 de julio de 2025

Santiago del Estero: entre la gloria de la fundación y la sombra de las disputas territoriales

 Por María Mercedes Tenti.

 


El problema planteado acerca de la fundación de Santiago del Estero guarda estrecha relación con el carácter privado de la conquista española y los conflictos jurisdiccionales generados como consecuencia. A partir de 1535 sobrevino la ocupación más difícil de territorios con poblaciones en estadio cazador recolector asociados a agricultura incipiente, de menor densidad y de estructuras políticas y sociales más débiles. Así comenzó la extensión de la conquista a lo largo de la costa del Pacífico por Chile y la internación por la región del Tucumán -en el actual noroeste argentino-, expandiéndose por el sur en búsqueda del puerto atlántico.

Los conquistadores Francisco Pizarro y Diego de Almagro habían sometido a los quechuas en el Perú -conocidos genéricamente como incas- a partir de 1532, aunque pronto comenzaron ellos y sus herederos una cruenta guerra civil en la que ambos fueron asesinados; sin embargo, luego de sus muertes las disputas continuaron sus beneficiarios y seguidores. La corona española trató de apaciguar el enfrentamiento dividiendo el territorio y cediendo a los pizarristas la zona peruana y a los almagristas la franja del imperio que continuaba por el sur.

En lo referente a la exploración y reconocimiento de nuevos territorios, en 1536 Almagro había incursionado por el Tucumán en su paso para Chile, pero la primera expedición que penetró en espacio santiagueño fue la de Diego de Rojas. El gobernador del Perú nombró en 1543 a Rojas para explorar la región del Tucumán, ubicada más allá de la Puna, sin datos claros de su extensión. Pasó por los valles Calchaquíes y los llanos tucumanos y, tras continuos enfrentamientos con los aborígenes, penetró en territorio santiagueño por las sierras de Guasayán. En la zona de Maquijata, en un enfrentamiento con los tonocotés, Rojas fue herido con una flecha y, como consecuencia, murió. La expedición siguió, recorriendo las actuales provincias de Catamarca, La Rioja y norte de San Juan, hasta entrar en Córdoba y continuar rumbo al Paraná, de donde regresó tras encontrarse con huellas de españoles que habían penetrado por el río de la Plata y remontado el Paraná.

A mediados del siglo XVI, Pedro de la Gasca, presidente de la Audiencia de Lima, que acababa de poner fin a la guerra civil en el Perú, se vio en la necesidad de emplear a la soldadesca desocupada que promovía desórdenes. Por ello encomendó a Juan Núñez de Prado que organizara una expedición y fundara una ciudad para proteger el camino a Chile, informase de las probabilidades de ocupación del territorio y facilitara la apertura de la ruta al río de la Plata y la salida al Atlántico. Núñez partió de Potosí y el 29 de junio de 1550 fundó una ciudad en el valle de Gualán -actual provincia de Tucumán- y le puso por nombre El Barco. Realizó el trazado del poblado, conformó el Cabildo y distribuyó los indios en encomiendas. Estando allí instalado se planteó el primer conflicto de jurisdicción con tropas chilenas que, al mando de Villagra, lo obligaron a reconocer la dependencia de la nueva ciudad respecto de la gobernación de Chile. Una vez que se retiraron Villagra y sus hombres, Núñez de Prado desconoció su autoridad y decidió trasladar el poblado. En 1551 lo ubicó en el valle de Quiriquiri -Salta- que estimaba pertenecía a la jurisdicción de Charcas. Poco duró en esta ubicación ya que, al año siguiente -quizás por los ataques de los aborígenes o por la posibilidad de una nueva incursión de las tropas chilenas- la trasladó nuevamente a orillas del río del Estero – hoy río Dulce-, cerca de la actual Santiago del Estero.

El gobernador de Chile, Pedro de Valdivia, por creer que El Barco estaba dentro de sus territorios, designó gobernador de esta ciudad a Francisco de Aguirre y lo envió a tomar posesión de ella. Su objetivo era unir en una sola gobernación toda la tierra existente entre el Atlántico y el Pacífico. Aguirre, apenas llegó a territorio santiagueño, en mayo de 1553, se apoderó de la ciudad, designó nuevas autoridades, organizó el cabildo, apresó a Núñez de Prado, lo envió prisionero a Chile y decidió trasladar la ciudad a corta distancia de su antigua ubicación, por estar demasiado expuesta a las crecidas del río. Finalmente, convalidó la fundación de una nueva ciudad denominándola Santiago del Estero, el 25 de julio de 1553.

El acta de la fundación de El Barco nunca fue encontrada, como tampoco la de Santiago del Estero. Es por ello que, en 1952, a pedido del gobierno de la provincia, una comisión de historiadores de la Junta de Estudios Históricos de Santiago del Estero, abalados por la Academia Nacional de la Historia, determinó que Santiago del Estero había sido fundada por Francisco de Aguirre el 25 de julio de 1553, basándose especialmente en dos actas del cabildo santiagueño, del 14 de abril de 1774 y del 21 de julio de 1779 -es decir de dos siglos posteriores a la fundación- encontradas por el presidente de la Junta, Alfredo Gargaro, en archivos chilenos. En la primera de ellas, se acordaba organizar la festividad de Santiago Apóstol el 25 de julio, "… en memoria de que en días semejantes introdujeron las armas españolas el Santo Evangelio y se hizo la primera fundación de dicha ciudad".

Como contrapartida, hay innumerables testimonios en probanzas, cartas, relaciones, etc. -contemporáneas al hecho que nos ocupa- que identifican ambas ciudades como una sola. Como ejemplo enunciaremos solamente una de los más significativos: en la carta que escribió Francisco de Aguirre al rey, el 23 de diciembre de 1553, sostiene: "… Porque habrá dos años escribimos a la Audiencia de V.M. que reside en la ciudad de los Reyes lo sucedido en esta ciudad de Santiago…" Como vemos hace referencia a 1551, cuando la ciudad se llamaba El Barco.

Luis Alen Lascano, en su Historia de Santiago del Estero, publicada en 1991, da a conocer el resultado de investigaciones realizadas por Gastón Doucet -investigador del CONICET- en archivos de Sucre, que intenta clarificar este confuso panorama. Según Doucet, documentos judiciales por él encontrado -aunque nunca publicados-, mencionan el libro capitular de la ciudad como iniciado el 29 de junio de 1550, con la fundación de Núñez de Prado, y continuado durante el gobierno de Francisco de Aguirre y los gobernadores sucesivos, a partir de 1553. Es decir que no se cambió de libro de actas quizás porque se consideraba a Santiago del Estero como una continuidad jurídica de la ciudad de El Barco o tal vez, por la precariedad de las fundaciones, no tenían los protagonistas otro libro de actas. Por todo esto Alen Lascano considera a Juan Núñez de Prado como el primer fundador y a Francisco de Aguirre como el poblador definitivo de la ciudad. 

El director del archivo histórico provincial, Juan Viaña, consiguió el año pasado, del Archivo Nacional de Bolivia -Sucre-, de la antigua Audiencia de Charcas, copia de los expedientes 1590-5 entre los que está un documento en el que el escribano del cabildo, de apellido Vallejo, da fe de la fundación de El Barco, por Núñez de Prado, el 29 de junio de 1550 y que el 25 de julio de 1553, luego de tres años, Francisco de Aguirre, enviado por el teniente general de la gobernación de Chile, Pedro de Valdivia, "mudó la ciudad y le puso por nombre Santiago", según consta en el mismo libro del cabildo, ratificando lo descubierto por Doucet.

Como se puede apreciar, Santiago del Estero, la ciudad más antigua del país, la madre de ciudades -como recalcan permanentemente los medios de comunicación y los anuncios oficiales- fundada a orillas del río Dulce, es la ciudad sin acta de fundación que tuvo que esperar cuatrocientos años para que, por un decreto del gobierno de la provincia se estableciera la fecha fundacional. Fue el gobernador peronista Francisco Javier González quien, en 1952, luego del dictamen de la Junta de Estudios Históricos de Santiago del Estero, presidida por el historiador Alfredo Gargaro, sancionó la fecha fundacional mediante un decreto del Poder Ejecutivo provincial, fijándola el 25 de julio de 1553 y a su fundador Francisco de Aguirre, enviado desde Chile. Con esto se ponía fin -aparentemente- a las disputas surgidas entre los historiadores sobre quién era el fundador y cuál la fecha fundacional, disputa dividida entre nuñezpradistas y aguirristas que adjudicaban el mérito de la empresa a Juan Núñez de Prado –fundador de la primitiva ciudad de El Barco- enviado desde Perú- o a Francisco de Aguirre -enviado desde Chile- respectivamente.

Las expediciones se componían de un puñado de españoles, acompañados de indígenas yanaconas que actuaban como lenguaraces, unos pocos caballos, alimentos, armas y vituallas. Tenían que atravesar lugares desconocidos por caminos intrincados y rodeados de monte que terminaba con su escaso ropaje hecho girones. En estas condiciones, las fundaciones eran, en consecuencia, bastante precarias de allí que es entendible que usaran el mismo libro de actas y que participaran de las fundaciones los mismos hombres, aún los enviados por diferentes autoridades.

Como historiadora me pregunto si tiene sentido seguir discutiendo quién es el fundador de la ciudad si, hasta la fecha, no se encontraron documentos fundantes que hagan cambiar el rumbo de las interpretaciones, tanto de un sector como de otro, ya que entran en juego posturas a veces irreconciliables basadas en teorías diversas. El problema no resuelto, a pesar del decreto de 1952, creo que seguirá en la misma instancia, por cuanto tanto uno como otro conquistador venían con mandatos expresos de fundar una ciudad en esta amplia región, poco conocida por entonces, denominada genéricamente Tucma o Tucumán. En síntesis, creo que se trató de una lucha interna de dos jurisdicciones a cargo de los herederos de Almagro y Pizarro por apropiarse de esta extensa región, con una fundación que les diera asidero permanente en ella.  

Luego de la primera celebración sobresaliente del cuarto centenario, en agosto de 1953, con la presencia del presidente Perón en la ciudad, entusiastas ceremonias con desfiles e inauguraciones y la realización de un Congreso Nacional de Historia, a cargo de la Academia Nacional de la Historia -presidido por el historiador Ricardo Levene- que ratificó la fecha fundacional, las conmemoraciones julias fueron in crescendo a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado, para transformarse en la actualidad en una festividad que sitúa a la capital santiagueña en el centro de la agenda invernal para la temporada turística. 

A partir de la conmemoración de los cuatrocientos cincuenta años de la fundación, en 2003, las fiestas de julio pretenden transformar la vida santiagueña con espectáculos artísticos callejeros, la feria artesanal que fue creciendo en superficie y duración, la espectacularidad de las festividades religiosas como la de la Virgen del Carmen -patrona de la ciudad- el 16 de julio, de San Francisco Solano –el apóstol de América- el 24 de julio, de Santiago Apóstol el 25 de julio, los fuegos artificiales de la vigilia y muchos otros eventos que permitieron institucionalizar las festividades, invocando la tradición para habitualizar a la sociedad, generar significatividad y afianzar un espíritu de pertenencia. 

La marcha de los bombos, surgida de la iniciativa privada, fue tomada como parte de los festejos del calendario ritualizado, conformando una pretendida costumbre que, si bien reclama cierta historicidad es reciente en su origen, pero pasa a integrar esas "tradiciones inventadas" –al decir de Hobsbawm- que toman de referencia situaciones pasadas y que, por su repetición y espectacularización las actualizan e innovan en el mundo posmoderno.

La institucionalización de las celebraciones, la invención de la tradición y la mercantilización de la cultura son propias de la pos modernidad e impactan en sociedades tradicionales que pretenden insertarse en este mundo globalizado, apelando a viejos usos y a referencias al pasado para instaurar nuevas concepciones, símbolos y percepciones, para dar idea de cohesión social y de continuidad de valores. En ese ámbito se enmarca la fundación de Santiago del Estero. Queda sin embargo por analizar, qué pasa realmente con esta controversia, en el interior de la sociedad santiagueña. Fte: El Liberal

Dra. María Mercedes Tenti. Integrante de la Academia Nacional de la Historia.

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