Una pista de barro y ladrillos desentierra la historia:
arqueólogos argentinos buscan en el Parque Aguirre los vestigios de la
fundación de Santiago del Estero, la ciudad más antigua de la Argentina.
En una mañana aún fresca junto al río Dulce, arqueólogos
remueven la tierra del Parque Aguirre con palas y cepillos, buscando algún
rastro de la primera Santiago del Estero. Aquella ciudad legendaria fue fundada
en 1553 y bautizada como la “Madre de Ciudades” porque de ella partieron
hombres y recursos para poblar todo el noroeste colonial. Santiago se convirtió
así en el primer proyecto urbano exitoso de la región: durante décadas fue la
única ciudad que no fue destruida, despoblada o trasladada completamente. Sin
embargo, los fundadores no eligieron un sitio eterno. Los documentos cuentan
que las repetidas crecidas del río Dulce obligaron a mover la ciudad original a
terrenos más altos años después.
Fundación y rol
colonial
Históricamente se dice que el conquistador Francisco de
Aguirre destituyó en 1553 a Juan Núñez del Prado y trasladó el asedio de Barco
a un nuevo lugar, llamándolo Santiago del Estero – “nueva tierra de promisión”
– allí donde “al presente está” la ciudad de Santiago. Desde entonces, aquel
poblado pionero fue el corazón de la colonización. Gracias a su posición
central en las rutas, todas las expediciones hacia el sur o el oeste partieron
de Santiago: así nacieron otras ciudades norteñas como Córdoba (1573), Salta
(1582) o Jujuy (1593). En 2011 la ciudad conmemoraba sus 458 años de vida
continua, algo único en el país. Sin embargo, aquel asentamiento original no
dejó huellas fácilmente reconocibles. Los cronistas de la época hablan de una
ciudad con primeros edificios junto al río, pero luego desplazada hacia el
suroeste para escapar de sus riadas.
La ciudad fantasma:
¿dónde estuvo?
La ubicación exacta de la primera Santiago es un misterio que
azuza la imaginación. No existe un acta de fundación ni plano colonial que
ubique el primer sitio. Los historiadores llevan más de un siglo discutiendo
cuántas veces se mudó Barco antes de transformarse en Santiago, y dónde estaba
cada asentamiento. Las crónicas ofrecen pistas imprecisas: unos dicen que
Santiago se fundó “a dos o tres tiros de arcabuz” de la última Barco, otros a
una legua al norte]. Sólo hay un dato reiterado: “se fundó sobre la margen
derecha del río Dulce”. Esa descripción encaja con la porción de tierra que hoy
ocupa el Parque Aguirre, a orillas del río, junto al viejo templo de San
Francisco.
Hallazgos: fragmentos
de la memoria colonial
Entre los sedimentos del sector A afloró un cúmulo de
escombros coloniales: fragmentos de cerámica cocida – unos decorados, otros
toscos sin vidriar –, guijarros de mayólica, huesos de vacuno con marcas de
hacha y clavos de hierro cuadrados. Aparecieron dispersos, como basura
arrojada, sin forma de estructura reconocible, indicando un descarte
intencional al romperse los objetos o al desechar comida. Llama la atención que
estos restos coloniales estaban más concentrados en las cuadrículas cercanas al
templo de San Francisco y disminuían conforme aumentaba la distancia al mismo.
Parece que los primeros colonos usaron ese sector del parque para arrojar sus
desechos diarios.
A 1,30 m de profundidad surgieron lo que los arqueólogos
identificaron como “cubetas” o hoyos alargados de base irregular (aprox. 1,2 m
de diámetro x 0,45 m de profundidad), rellenos con barro y arena fina. En el
fondo de esas cubetas aparecieron hallazgos sorprendentes: fragmentos de
cerámica policroma (con bordes pintados de negro, rojo y blanco), la base de un
pequeño candelero colonial de barro, una herramienta de labranza de hierro
parecida a una hoz manual y más piezas cerámicas vidriadas verdes. Incluso
apareció un enorme bloque de roca metamórfica de unos 50 kg, labrado en una de
sus caras, que el análisis sugiere se usaba para despiezar carne o curtir
cueros al estilo español.
Lo más notable es que, a pesar de haber removido más de dos
metros de tierra, no se encontraron cimientos firmes de construcciones
antiguas. Quizás los pisos y paredes originales se erosionaron con las crecidas
o aún están demasiado profundos. Por el momento, los arqueólogos hablan de una
primera caracterización del sitio: un área de desperdicios coloniales en medio
de depósitos de inundaciones antiguas. En conjunto, estos vestigios aún
dispersos confirman que por ahí estuvo la primitiva Santiago del Estero –
aunque silenciosa y bajo toneladas de sedimento.
Pasado enterrado,
futuro presente
El resultado de esta investigación todavía no es concluyente,
pero empieza a dibujar el mapa de una ciudad sepultada. Los fragmentos
encontrados permiten imaginar un asentamiento de difícil vida, tal como había
contado Lizárraga, donde cada fragmento roto era desecho cotidiano. Al mismo
tiempo, confirman que Santiago del Estero fue realmente la cuna de otras
ciudades – de su centro primigenio brotaron expediciones, y hoy sus restos
brotan bajo el césped.
Hoy la actual Santiago, reubicada en tierras altas y
protegida con defensas ribereñas, ignora la exacta huella de su primer poblado.
Sin embargo, el puente entre pasado y presente se fortalece con cada espátula
arqueológica. Cada cerámica colonial, cada pedazo de hoz o la mitad de un
candil hallados bajo el Parque Aguirre recuerdan que la Madre de Ciudades tuvo
humildes orígenes en un rincón anegado. Aquella ciudad fundada en 1553 resistió
sequías y crecidas, se movió con el correr de los siglos, pero sigue en pie,
conectándonos con el drama y la cotidianidad de sus primeros habitantes. En
suma, la excavación no solo busca huesos y barro, sino devolvernos a la memoria
viva de Santiago del Estero: una ciudad antigua que vive bajo nuestros pies.
Fuentes: Datos históricos y hallazgos arqueológicos según Ana
Igareta et al. (2012), entre otros estudios. (El artículo original “Arqueología
de Santiago del Estero colonial: Historia de varias ciudades” sirvió de base
para este relato).
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