domingo, 10 de agosto de 2025

Bajo la “Madre de Ciudades”: los orígenes enterrados de Santiago del Estero

Una pista de barro y ladrillos desentierra la historia: arqueólogos argentinos buscan en el Parque Aguirre los vestigios de la fundación de Santiago del Estero, la ciudad más antigua de la Argentina.



En una mañana aún fresca junto al río Dulce, arqueólogos remueven la tierra del Parque Aguirre con palas y cepillos, buscando algún rastro de la primera Santiago del Estero. Aquella ciudad legendaria fue fundada en 1553 y bautizada como la “Madre de Ciudades” porque de ella partieron hombres y recursos para poblar todo el noroeste colonial. Santiago se convirtió así en el primer proyecto urbano exitoso de la región: durante décadas fue la única ciudad que no fue destruida, despoblada o trasladada completamente. Sin embargo, los fundadores no eligieron un sitio eterno. Los documentos cuentan que las repetidas crecidas del río Dulce obligaron a mover la ciudad original a terrenos más altos años después.

Fundación y rol colonial

Históricamente se dice que el conquistador Francisco de Aguirre destituyó en 1553 a Juan Núñez del Prado y trasladó el asedio de Barco a un nuevo lugar, llamándolo Santiago del Estero – “nueva tierra de promisión” – allí donde “al presente está” la ciudad de Santiago. Desde entonces, aquel poblado pionero fue el corazón de la colonización. Gracias a su posición central en las rutas, todas las expediciones hacia el sur o el oeste partieron de Santiago: así nacieron otras ciudades norteñas como Córdoba (1573), Salta (1582) o Jujuy (1593). En 2011 la ciudad conmemoraba sus 458 años de vida continua, algo único en el país. Sin embargo, aquel asentamiento original no dejó huellas fácilmente reconocibles. Los cronistas de la época hablan de una ciudad con primeros edificios junto al río, pero luego desplazada hacia el suroeste para escapar de sus riadas.

La ciudad fantasma: ¿dónde estuvo?

La ubicación exacta de la primera Santiago es un misterio que azuza la imaginación. No existe un acta de fundación ni plano colonial que ubique el primer sitio. Los historiadores llevan más de un siglo discutiendo cuántas veces se mudó Barco antes de transformarse en Santiago, y dónde estaba cada asentamiento. Las crónicas ofrecen pistas imprecisas: unos dicen que Santiago se fundó “a dos o tres tiros de arcabuz” de la última Barco, otros a una legua al norte]. Sólo hay un dato reiterado: “se fundó sobre la margen derecha del río Dulce”. Esa descripción encaja con la porción de tierra que hoy ocupa el Parque Aguirre, a orillas del río, junto al viejo templo de San Francisco.




Hallazgos: fragmentos de la memoria colonial

Entre los sedimentos del sector A afloró un cúmulo de escombros coloniales: fragmentos de cerámica cocida – unos decorados, otros toscos sin vidriar –, guijarros de mayólica, huesos de vacuno con marcas de hacha y clavos de hierro cuadrados. Aparecieron dispersos, como basura arrojada, sin forma de estructura reconocible, indicando un descarte intencional al romperse los objetos o al desechar comida. Llama la atención que estos restos coloniales estaban más concentrados en las cuadrículas cercanas al templo de San Francisco y disminuían conforme aumentaba la distancia al mismo. Parece que los primeros colonos usaron ese sector del parque para arrojar sus desechos diarios.

A 1,30 m de profundidad surgieron lo que los arqueólogos identificaron como “cubetas” o hoyos alargados de base irregular (aprox. 1,2 m de diámetro x 0,45 m de profundidad), rellenos con barro y arena fina. En el fondo de esas cubetas aparecieron hallazgos sorprendentes: fragmentos de cerámica policroma (con bordes pintados de negro, rojo y blanco), la base de un pequeño candelero colonial de barro, una herramienta de labranza de hierro parecida a una hoz manual y más piezas cerámicas vidriadas verdes. Incluso apareció un enorme bloque de roca metamórfica de unos 50 kg, labrado en una de sus caras, que el análisis sugiere se usaba para despiezar carne o curtir cueros al estilo español.

Este pesado bloque tallado y los pozos de basura recuerdan a hallazgos similares en sitios coloniales de Buenos Aires, identificados como simples pozos para arrojar desechos de los primeros colonos. En otras palabras, pareciera que hemos descubierto los “tachos de basura” de los pioneros santiagueños. Cada fragmento roto y cada hoyo relleno nos acerca a imaginar la vida cotidiana de 1550: lámparas de barro rotas, platos caídos al suelo y restos de comida esparcidos bajo el barro. De hecho, en algunas excavaciones se recuperó la base de un candil y el cuerpo de otro – ambos de cerámica sin decorar ni vidriar – objetos sencillos de iluminación colonial.

Lo más notable es que, a pesar de haber removido más de dos metros de tierra, no se encontraron cimientos firmes de construcciones antiguas. Quizás los pisos y paredes originales se erosionaron con las crecidas o aún están demasiado profundos. Por el momento, los arqueólogos hablan de una primera caracterización del sitio: un área de desperdicios coloniales en medio de depósitos de inundaciones antiguas. En conjunto, estos vestigios aún dispersos confirman que por ahí estuvo la primitiva Santiago del Estero – aunque silenciosa y bajo toneladas de sedimento.

Pasado enterrado, futuro presente

El resultado de esta investigación todavía no es concluyente, pero empieza a dibujar el mapa de una ciudad sepultada. Los fragmentos encontrados permiten imaginar un asentamiento de difícil vida, tal como había contado Lizárraga, donde cada fragmento roto era desecho cotidiano. Al mismo tiempo, confirman que Santiago del Estero fue realmente la cuna de otras ciudades – de su centro primigenio brotaron expediciones, y hoy sus restos brotan bajo el césped.

Hoy la actual Santiago, reubicada en tierras altas y protegida con defensas ribereñas, ignora la exacta huella de su primer poblado. Sin embargo, el puente entre pasado y presente se fortalece con cada espátula arqueológica. Cada cerámica colonial, cada pedazo de hoz o la mitad de un candil hallados bajo el Parque Aguirre recuerdan que la Madre de Ciudades tuvo humildes orígenes en un rincón anegado. Aquella ciudad fundada en 1553 resistió sequías y crecidas, se movió con el correr de los siglos, pero sigue en pie, conectándonos con el drama y la cotidianidad de sus primeros habitantes. En suma, la excavación no solo busca huesos y barro, sino devolvernos a la memoria viva de Santiago del Estero: una ciudad antigua que vive bajo nuestros pies.

Fuentes: Datos históricos y hallazgos arqueológicos según Ana Igareta et al. (2012), entre otros estudios. (El artículo original “Arqueología de Santiago del Estero colonial: Historia de varias ciudades” sirvió de base para este relato).

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