domingo, 10 de agosto de 2025

La Brasa: el corazón del antifascismo en Santiago del Estero

 


En los años turbulentos que siguieron a la Gran Depresión de 1929, las certezas del liberalismo empezaron a resquebrajarse. La Argentina se polarizó como pocas veces antes: comunistas, socialistas, radicales y liberales encontraron en el antifascismo un punto de encuentro, mientras que nacionalistas y sectores conservadores se acercaban a la Iglesia y, más tarde, al peronismo. En Santiago del Estero, esa disputa tomó forma en un espacio cultural que hoy suena casi mítico: La Brasa.


Un bastión cultural en tiempos oscuros


La Brasa no nació con pancartas ni consignas militantes. Era, al comienzo, un refugio para compartir lecturas, arte y discusiones. Pero el clima político de los años 30 y 40 —marcado por gobiernos autoritarios, la Guerra Civil Española y el avance del fascismo— no dio margen a la neutralidad. Como recuerda el historiador Héctor Daniel Guzmán, el grupo terminó dividido en corrientes: socialistas ruralistas, nacionalistas nativistas y liberales demócratas. Cada uno tenía su propio modo de imaginar el papel del intelectual en aquellos años encendidos (Guzmán, 2012).


La Biblioteca Sarmiento se convirtió en el corazón palpitante de este movimiento. Allí, entre estanterías y mesas de madera gastadas, se debatía de todo: desde estética y filosofía hasta política internacional. En 1937, la aparición de la revista “Vertical” marcó un antes y un después: el sector más combativo de La Brasa abrazó el antifascismo de forma abierta, articulándose con la “Agrupación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (AIAPE)”. Desde entonces, su voz se sumó a campañas en defensa de la República Española y en contra de la censura, llevando el nombre de Santiago a discusiones que cruzaban fronteras.


Entre el arte, la política y la resistencia


Las tensiones internas nunca faltaron. Hubo discusiones que todavía resuenan, como la que generó la visita de Emilio Pettoruti en 1932, que dividió a quienes celebraban las vanguardias artísticas y a quienes temían que lo moderno borrara lo propio. También estaba el viejo dilema: ¿debía el intelectual comprometerse con la realidad inmediata o mantenerse fiel a su independencia creativa?
Pese a esas diferencias, el frente antifascista santiagueño se fue fortaleciendo con acciones concretas: denuncias contra la represión a docentes, apoyo a huelgas, actividades para difundir el folclore y la literatura criolla, y conferencias que lograban algo impensado en la época: conectar a una provincia del norte argentino con las discusiones intelectuales de Buenos Aires, Montevideo o Madrid (AIAPE, actas de 1938).


El legado de una trinchera cultural


Durante más de quince años, La Brasa dejó de ser un simple círculo de tertulia para convertirse en una verdadera trinchera cultural. Sus miembros comprendieron que la defensa de la cultura no podía separarse de la defensa de la democracia. Con el paso del tiempo, el avance del Estado peronista sobre el ámbito cultural y las divisiones internas fueron apagando ese fuego.


Pero su huella quedó. Como señala Guzmán, “La Brasa acompañó sus prácticas culturales con un compromiso político que, sin proponérselo al inicio, la llevó a integrar un frente liberal dispuesto a enfrentar tanto al fascismo local como al avance del Estado sobre la vida cultural” (Guzmán, 2012).


En la memoria de Santiago, La Brasa sigue ardiendo como el recuerdo de un tiempo en que, incluso lejos de los grandes centros, hubo quienes se atrevieron a encender la palabra para iluminar la oscuridad.


Fuentes:
* Guzmán, H. D. (2012). *El antifascismo en Santiago del Estero: La Brasa 1935-1951*. Revista Cifra N° 6, Universidad Nacional de Santiago del Estero.
* Bisso, A. y Celentano, A. (2006). “La lucha antifascista de la agrupación de intelectuales, artistas, periodistas y escritores (1935-1943)”. En H. Biagini y A. Roig (dirs.), *El pensamiento alternativo en la Argentina del siglo XX*. Biblos.
* AIAPE Santiago del Estero, actas y actividades (1938).

 

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