Un bastión cultural en tiempos
oscuros
La Brasa no nació con
pancartas ni consignas militantes. Era, al comienzo, un refugio para compartir
lecturas, arte y discusiones. Pero el clima político de los años 30 y 40
—marcado por gobiernos autoritarios, la Guerra Civil Española y el avance del
fascismo— no dio margen a la neutralidad. Como recuerda el historiador Héctor
Daniel Guzmán, el grupo terminó dividido en corrientes: socialistas ruralistas,
nacionalistas nativistas y liberales demócratas. Cada uno tenía su propio modo
de imaginar el papel del intelectual en aquellos años encendidos (Guzmán,
2012).
La Biblioteca Sarmiento se
convirtió en el corazón palpitante de este movimiento. Allí, entre estanterías
y mesas de madera gastadas, se debatía de todo: desde estética y filosofía
hasta política internacional. En 1937, la aparición de la revista “Vertical”
marcó un antes y un después: el sector más combativo de La Brasa abrazó el
antifascismo de forma abierta, articulándose con la “Agrupación de Intelectuales,
Artistas, Periodistas y Escritores (AIAPE)”. Desde entonces, su voz se sumó a
campañas en defensa de la República Española y en contra de la censura,
llevando el nombre de Santiago a discusiones que cruzaban fronteras.
Entre el arte, la política y
la resistencia
Las tensiones internas nunca
faltaron. Hubo discusiones que todavía resuenan, como la que generó la visita
de Emilio Pettoruti en 1932, que dividió a quienes celebraban las vanguardias
artísticas y a quienes temían que lo moderno borrara lo propio. También estaba
el viejo dilema: ¿debía el intelectual comprometerse con la realidad inmediata
o mantenerse fiel a su independencia creativa?
Pese a esas diferencias, el
frente antifascista santiagueño se fue fortaleciendo con acciones concretas:
denuncias contra la represión a docentes, apoyo a huelgas, actividades para
difundir el folclore y la literatura criolla, y conferencias que lograban algo
impensado en la época: conectar a una provincia del norte argentino con las
discusiones intelectuales de Buenos Aires, Montevideo o Madrid (AIAPE, actas de
1938).
El legado de una trinchera
cultural
Durante más de quince años, La
Brasa dejó de ser un simple círculo de tertulia para convertirse en una
verdadera trinchera cultural. Sus miembros comprendieron que la defensa de la
cultura no podía separarse de la defensa de la democracia. Con el paso del
tiempo, el avance del Estado peronista sobre el ámbito cultural y las
divisiones internas fueron apagando ese fuego.
Pero su huella quedó. Como
señala Guzmán, “La Brasa acompañó sus prácticas culturales con un compromiso
político que, sin proponérselo al inicio, la llevó a integrar un frente liberal
dispuesto a enfrentar tanto al fascismo local como al avance del Estado sobre
la vida cultural” (Guzmán, 2012).
En la memoria de Santiago, La
Brasa sigue ardiendo como el recuerdo de un tiempo en que, incluso lejos de los
grandes centros, hubo quienes se atrevieron a encender la palabra para iluminar
la oscuridad.
Fuentes:
* Guzmán, H. D. (2012). *El
antifascismo en Santiago del Estero: La Brasa 1935-1951*. Revista Cifra N° 6,
Universidad Nacional de Santiago del Estero.
* Bisso, A. y Celentano, A.
(2006). “La lucha antifascista de la agrupación de intelectuales, artistas,
periodistas y escritores (1935-1943)”. En H. Biagini y A. Roig (dirs.), *El
pensamiento alternativo en la Argentina del siglo XX*. Biblos.
* AIAPE Santiago del Estero,
actas y actividades (1938).
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