Un ícono en las calles
El domingo 3
de septiembre, Omar Antonio, Coo, el Guarachero, cumpliría 54 años. Treinta de
ellos los pasó cantando en las calles de Santiago del Estero, convirtiéndose en
un símbolo de la música popular. Con su voz potente y su güiro metálico,
compartió escenarios con leyendas como Peteco Carabajal y Jorge Veliz, y
deslumbró a músicos de jazz como Leo Genovese. Pero detrás del artista que
animó festivales y recibió plaquetas de honor, hubo una vida marcada por el
dolor, la resiliencia y, finalmente, la controversia.
El niño que buscaba a su abuelo
Verano de
1988. Omar bajó de un avión en Santiago, escoltado por un policía federal.
Tenía 16 años, iba descalzo y llevaba solo un cuerno de vaca y un rayo de
bicicleta. Había desaparecido por días, llegando hasta Buenos Aires en el tren
Estrella del Norte. "Sentía que se movía, pero estaba cantando",
recordaría años después.
Su historia
comenzó en el barrio Ocho de Abril, donde nació en 1972, meses antes de que su
padre, el boxeador Mario Antonio, muriera en circunstancias nunca aclaradas. A
los seis meses, Omar contrajo meningitis, lo que le causó un retraso
madurativo. "No hablaba, solo imitaba el sonido de los pájaros —Coo—, por
eso le quedó el apodo", explicó su hermana Miriam, su tutora legal, en una
entrevista en su casa del barrio La Católica.
La muerte de
su abuelo materno, don Tita Silva, lo sumió en una búsqueda obsesiva.
"Salía a la calle porque no entendía que se había muerto", relató
Miriam. Así comenzó su vida nómade, viajando en colectivos y durmiendo a la
intemperie, hasta que la música lo rescató.
El nacimiento del
Guarachero
En 1986,
durante el carnaval del Ocho de Abril, unos niños lo animaron: "Coo, vos
cantá". Armó una comparsa con tarros de dulce de leche como percusión y un
carrilín (carrito) para transportar a los chicos. Poco después, descubrió el
sonido estridente de los cuernos de vaca, que lavaba y raspaba con rayos de
bicicleta. "Mi casa era un cementerio de cuernos", bromeó Miriam.
La guaracha
santiagueña —una mezcla de chacarera y música tropical— se convirtió en su
bandera. Jorge Veliz, su ídolo, lo vio cantar en el boliche Árbol Solo. Pero su
consagración llegó en 2015, cuando el pianista de jazz Leo Genovese lo escuchó
en la peatonal Tucumán. "Tiene un groove que pocas veces he visto",
dijo Genovese, quien lo invitó a cerrar el Festival Internacional de Jazz en el
Teatro 25 de Mayo. Esa noche, Omar, con un saco rojo robado del ropero de un
amigo y el pelo teñido de amarillo, hizo bailar al público con un medley de Los
Bonys y Primavera.
La fama y la caída
Omar se
volvió viral. Su Facebook sumó 5,000 amigos en 72 horas; lo invitaron a Frías
como invitado de honor y hasta saludó a la gobernadora Claudia Zamora con un
video. "La gente lo sigue, le pide fotos... no se puede andar con
él", contó Miriam.
La fama y las contradicciones
Omar Antonio, Coo el guarachero,
vivió su época de mayor esplendor entre aplausos y reconocimientos. Compartió
escenarios con figuras como Piñón Fijo y Ricardo Fort, y hasta recibió el
saludo público de la entonces gobernadora Claudia Zamora, quien compartió en
sus redes un video del artista cantando. En Frías fue recibido como una
celebridad: le entregaron una plaqueta de honor, lo alojaron en un hotel y lo
pusieron como atracción principal en el escenario mayor de la ciudad.
Sin embargo, detrás de la imagen festiva se escondía una realidad más oscura. Mientras su voz resonaba en festivales, en su barrio circulaban rumores sobre su conducta. "Siempre le gustaron los niños", comentaban algunos vecinos, sin sospechar la gravedad de sus acciones. En septiembre de 2024, la justicia lo detuvo por abuso sexual simple contra un menor de 10 años. Aunque fue excarcelado, quedó bajo estrictas medidas: tratamiento psiquiátrico obligatorio, prohibición de acercarse a niños y control semanal en OMAS. El informe forense no dejó dudas: "Comprende la criminalidad de sus actos y es peligroso".
De la calle al olvido: Los últimos días
Tras la orden judicial, Omar se
recluyó en su casa del barrio La Católica. "Ya no era el mismo",
confesó un vecino. El hombre que antes llenaba la peatonal Tucumán con su voz
potente y su güiro metálico ahora evitaba las multitudes. Sus apariciones
públicas se volvieron esporádicas, y su salud —tanto física como mental—
comenzó a deteriorarse rápidamente.
Su familia, que lo acompañó hasta el final, no especificó las causas exactas de su muerte, pero descartó cualquier indicio de violencia o suicidio. "Fue en paz, rodeado de los suyos", aclaró Zulema, su hermana y tutora legal. Así, el mismo artista que una vez deslumbró a músicos como Leo Genovese con su ritmo y energía, terminó sus días lejos de los escenarios, en medio del silencio y la sombra de sus errores.
El legado de un pájaro
libre
Este jueves
3 de julio de 2025, Santiago del Estero conoció la noticia que conmocionó a sus
calles: Omar Antonio, Coo, el guarachero, falleció a los 53 años. Su familia
confirmó el deceso a través de redes sociales, desatando una ola de
condolencias de seguidores que por décadas lo vieron cantar en plazas,
peatonales y festivales. "Se fue como vivió: dejando huella", escribió
su hermana Miriam junto a una foto de Omar con su güiro y el pelo amarillo
encendido. La muerte llega apenas nueve meses después de su excarcelación por
abuso sexual a un menor, un capítulo oscuro que opacó su legado, pero no borró
su arraigo en la cultura popular.
Fuentes:
Testimonios de Miriam Antonio y Zulema Antonio (entrevista en La Católica,
2023), archivos de El Liberal (2024), crónicas de Tasso (1984) y documentación
judicial de la causa penal. Ernesto Picco.

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