viernes, 1 de agosto de 2025

"Coo, el guarachero: la música como refugio y el ocaso de un ícono popular"

 

Un ícono en las calles

El domingo 3 de septiembre, Omar Antonio, Coo, el Guarachero, cumpliría 54 años. Treinta de ellos los pasó cantando en las calles de Santiago del Estero, convirtiéndose en un símbolo de la música popular. Con su voz potente y su güiro metálico, compartió escenarios con leyendas como Peteco Carabajal y Jorge Veliz, y deslumbró a músicos de jazz como Leo Genovese. Pero detrás del artista que animó festivales y recibió plaquetas de honor, hubo una vida marcada por el dolor, la resiliencia y, finalmente, la controversia.

El niño que buscaba a su abuelo

Verano de 1988. Omar bajó de un avión en Santiago, escoltado por un policía federal. Tenía 16 años, iba descalzo y llevaba solo un cuerno de vaca y un rayo de bicicleta. Había desaparecido por días, llegando hasta Buenos Aires en el tren Estrella del Norte. "Sentía que se movía, pero estaba cantando", recordaría años después.

Su historia comenzó en el barrio Ocho de Abril, donde nació en 1972, meses antes de que su padre, el boxeador Mario Antonio, muriera en circunstancias nunca aclaradas. A los seis meses, Omar contrajo meningitis, lo que le causó un retraso madurativo. "No hablaba, solo imitaba el sonido de los pájaros —Coo—, por eso le quedó el apodo", explicó su hermana Miriam, su tutora legal, en una entrevista en su casa del barrio La Católica.

La muerte de su abuelo materno, don Tita Silva, lo sumió en una búsqueda obsesiva. "Salía a la calle porque no entendía que se había muerto", relató Miriam. Así comenzó su vida nómade, viajando en colectivos y durmiendo a la intemperie, hasta que la música lo rescató.

El nacimiento del Guarachero

En 1986, durante el carnaval del Ocho de Abril, unos niños lo animaron: "Coo, vos cantá". Armó una comparsa con tarros de dulce de leche como percusión y un carrilín (carrito) para transportar a los chicos. Poco después, descubrió el sonido estridente de los cuernos de vaca, que lavaba y raspaba con rayos de bicicleta. "Mi casa era un cementerio de cuernos", bromeó Miriam.

La guaracha santiagueña —una mezcla de chacarera y música tropical— se convirtió en su bandera. Jorge Veliz, su ídolo, lo vio cantar en el boliche Árbol Solo. Pero su consagración llegó en 2015, cuando el pianista de jazz Leo Genovese lo escuchó en la peatonal Tucumán. "Tiene un groove que pocas veces he visto", dijo Genovese, quien lo invitó a cerrar el Festival Internacional de Jazz en el Teatro 25 de Mayo. Esa noche, Omar, con un saco rojo robado del ropero de un amigo y el pelo teñido de amarillo, hizo bailar al público con un medley de Los Bonys y Primavera.

La fama y la caída

Omar se volvió viral. Su Facebook sumó 5,000 amigos en 72 horas; lo invitaron a Frías como invitado de honor y hasta saludó a la gobernadora Claudia Zamora con un video. "La gente lo sigue, le pide fotos... no se puede andar con él", contó Miriam.

La fama y las contradicciones

Omar Antonio, Coo el guarachero, vivió su época de mayor esplendor entre aplausos y reconocimientos. Compartió escenarios con figuras como Piñón Fijo y Ricardo Fort, y hasta recibió el saludo público de la entonces gobernadora Claudia Zamora, quien compartió en sus redes un video del artista cantando. En Frías fue recibido como una celebridad: le entregaron una plaqueta de honor, lo alojaron en un hotel y lo pusieron como atracción principal en el escenario mayor de la ciudad.

Sin embargo, detrás de la imagen festiva se escondía una realidad más oscura. Mientras su voz resonaba en festivales, en su barrio circulaban rumores sobre su conducta. "Siempre le gustaron los niños", comentaban algunos vecinos, sin sospechar la gravedad de sus acciones. En septiembre de 2024, la justicia lo detuvo por abuso sexual simple contra un menor de 10 años. Aunque fue excarcelado, quedó bajo estrictas medidas: tratamiento psiquiátrico obligatorio, prohibición de acercarse a niños y control semanal en OMAS. El informe forense no dejó dudas: "Comprende la criminalidad de sus actos y es peligroso".

De la calle al olvido: Los últimos días

Tras la orden judicial, Omar se recluyó en su casa del barrio La Católica. "Ya no era el mismo", confesó un vecino. El hombre que antes llenaba la peatonal Tucumán con su voz potente y su güiro metálico ahora evitaba las multitudes. Sus apariciones públicas se volvieron esporádicas, y su salud —tanto física como mental— comenzó a deteriorarse rápidamente.

Su familia, que lo acompañó hasta el final, no especificó las causas exactas de su muerte, pero descartó cualquier indicio de violencia o suicidio. "Fue en paz, rodeado de los suyos", aclaró Zulema, su hermana y tutora legal. Así, el mismo artista que una vez deslumbró a músicos como Leo Genovese con su ritmo y energía, terminó sus días lejos de los escenarios, en medio del silencio y la sombra de sus errores.

El legado de un pájaro libre

Este jueves 3 de julio de 2025, Santiago del Estero conoció la noticia que conmocionó a sus calles: Omar Antonio, Coo, el guarachero, falleció a los 53 años. Su familia confirmó el deceso a través de redes sociales, desatando una ola de condolencias de seguidores que por décadas lo vieron cantar en plazas, peatonales y festivales. "Se fue como vivió: dejando huella", escribió su hermana Miriam junto a una foto de Omar con su güiro y el pelo amarillo encendido. La muerte llega apenas nueve meses después de su excarcelación por abuso sexual a un menor, un capítulo oscuro que opacó su legado, pero no borró su arraigo en la cultura popular.

Fuentes: Testimonios de Miriam Antonio y Zulema Antonio (entrevista en La Católica, 2023), archivos de El Liberal (2024), crónicas de Tasso (1984) y documentación judicial de la causa penal. Ernesto Picco.

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