miércoles, 6 de agosto de 2025

El dique que se llena de tierra: una advertencia desde el fondo del agua

Bajo las aguas calmas del embalse de Río Hondo se esconde una amenaza silenciosa: la colmatación. El tiempo, la erosión y la falta de cuidado lo están llenando de sedimentos. ¿Qué nos dice este fenómeno sobre cómo tratamos nuestros recursos más valiosos?



Cuando el agua ya no fluye como antes

A simple vista, el embalse de Río Hondo es imponente. Un espejo inmenso entre Santiago del Estero y Tucumán, que brilla al sol como si nada pudiera afectarlo. Pero bajo esa superficie tranquila, las cosas no están tan quietas. Hay algo que avanza en silencio, año tras año, y que podría cambiarlo todo.

Desde su construcción en los años '60, el embalse empezó a recibir toneladas de sedimentos. La mayoría provienen del río Dulce, que baja arrastrando tierra y arena desde las zonas altas de la cuenca. Hoy, más de medio siglo después, esa acumulación comienza a afectar su capacidad.

Según un estudio realizado por el INTA Famaillá junto a la Universidad Nacional de Tucumán, basado en imágenes satelitales y datos batimétricos, el embalse ha perdido entre un 20% y un 30% de su volumen útil en los últimos 50 años (*Fuente: INTA Famaillá, Informe Técnico sobre Sedimentación del Embalse de Río Hondo, 2021*). Y el proceso no se detiene.

La historia estaba cantada desde el principio

Lo más preocupante es que esto no es nuevo. Ya en 1973, un informe del **Instituto Nacional del Agua (INA)** advertía que el embalse corría riesgo de colmatación si no se implementaban políticas de manejo de cuenca y control de sedimentos (*Fuente: INA, Evaluación de la Colmatación del Dique Río Hondo, 1973*).

Pero poco se hizo. Mientras tanto, la cuenca Salí-Dulce —una de las más extensas del norte argentino— siguió deteriorándose. El sobrepastoreo, la deforestación y el mal uso del suelo en zonas de montaña y piedemonte dejaron su huella. Y la erosión hizo el resto.

Cada crecida del río es como una mudanza de tierra. Y toda esa tierra va a parar al mismo lugar: el fondo del embalse. Con el tiempo, el agua pierde espacio, el sistema se calienta y se vuelve más frágil.

Consecuencias que ya golpean

Esto no es solo un problema de ingenieros. Se está sintiendo en muchos frentes:

En la producción agrícola, la menor disponibilidad de agua de riego afecta cultivos clave del NOA. El informe del Programa Nacional de Recursos Naturales del INTA (2022) señala impactos crecientes en los sistemas de riego de caña de azúcar y algodón en Tucumán y Santiago del Estero.

En la generación eléctrica, la represa de Termas de Río Hondo pierde eficiencia. Según datos de la Dirección Nacional de Energía Hidroeléctrica, su capacidad de producción disminuyó un 15% entre 2010 y 2020 (Fuente: DNEH, Informe Anual 2021).

En lo ambiental, el embalse se transforma. Menor profundidad implica mayor temperatura del agua, lo que afecta especies acuáticas sensibles. El Proyecto Cuenca Salí-Dulce del COHIFE (Consejo Hídrico Federal) alertó en 2023 sobre el riesgo de eutrofización por el exceso de nutrientes y sedimentos.

Y en el turismo, el descenso del nivel del agua y su creciente contaminación ya genera preocupación en Termas de Río Hondo, una de las plazas turísticas más importantes del norte.

¿Qué se puede hacer?

Las opciones están sobre la mesa. Una es el dragado, que implica remover los sedimentos del fondo. Pero los expertos advierten que es costoso y que, si no se controla la erosión en las partes altas, solo sirve como solución temporal.

La alternativa más sostenible es la gestión integral de cuenca: reforestar zonas críticas, proteger el suelo, regular el uso agropecuario y fortalecer los sistemas de monitoreo. El Plan Nacional de Gestión Integrada de Cuencas Hidrográficas (2020) propone justamente este enfoque, basado en el trabajo conjunto entre provincias y la Nación.

Pero para que eso funcione se necesita voluntad política, articulación interjurisdiccional y una mirada de largo plazo. No alcanza con una obra puntual: hay que pensar en toda la cuenca como un sistema vivo.

Cuando la naturaleza habla bajito

La colmatación del embalse de Río Hondo no se ve a simple vista. Pero está ahí, como una cuenta pendiente que se acumula en el fondo. No es solo un problema técnico. Es un reflejo de cómo gestionamos —o descuidamos— nuestros bienes comunes.

Como escribía el geógrafo Jorge Codignotto: El sedimento es la memoria del paisaje: guarda lo que hicimos con él”. Y en este caso, esa memoria se está llenando demasiado rápido.

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