martes, 5 de agosto de 2025

Mata Pollo: el inspector callejero que vigilaba a La Banda

 Figura pintoresca y temida, Mata Pollo fue durante años el centinela involuntario de una ciudad en transformación. En su andar errante por las calles de La Banda, dejó una huella imborrable en la memoria popular

Dibujo: Ángel Vicente Garay 

En tiempos donde las ciudades aún conservaban personajes que parecían salidos de una novela costumbrista, La Banda tuvo al suyo: “Mata Pollo”, el nombre con el que lo bautizó el imaginario colectivo. Era el vigilante improvisado de las calles, un inspector sin placa ni sueldo, pero con la convicción —o la obsesión— de cuidar lo que era del Estado.

Mata Pollo era el defensor autoproclamado de la Compañía de Electricidad y de Obras Sanitarias de la Nación. Nadie le había encomendado esa tarea, pero él se la tomó como cruzada personal. Su blanco favorito eran los "gringos", a quienes acusaba de enriquecerse mientras los criollos vivían en la pobreza. No se cansaba de repetirlo:

 “Nosotros los criollos somos pobres y los gringos se llenan de plata en la Argentina. Pero ya van a ver, yo les cortaré la luz y los dejaré sin agua para que se vayan de aquí”.

A los ojos de muchos, era el reflejo de una rabia sin rumbo, una mezcla de nacionalismo extremo y resentimiento social. Pero para otros, era simplemente parte del paisaje urbano.

El miedo de los chicos y la paciencia de los vecinos

Durante el día, recorría plazas y esquinas, atento a los niños traviesos que rompían lámparas o abrían canillas “porque sí”. Les gritaba, los amenazaba con contarle todo al “ingeniero” y, si se burlaban, recurría a los cascotes. No era raro que alguno terminara con un chichón por desafiar su autoridad improvisada.

Las madres de la época usaban su figura como advertencia:

“¡Ya verás, si salís a la calle, te va a agarrar Mata Pollo!”

Pero a pesar de su carácter hosco y su aspecto descuidado, no era agresivo con quienes no lo provocaban. Dormía a la intemperie, en la esquina de Belgrano y Las Heras, frente al edificio de Obras Sanitarias, hoy sede del Colegio Fils Pierre.

Una imagen que decía más que mil palabras

Su figura era inconfundible: pantalón fantasía, sobretodo negro, botines con polainas, y un sombrero roto del que asomaban mechones largos y grises. Tenía una barba rala y el aspecto desalineado de alguien que había sido olvidado por el tiempo… o que había decidido salirse de él.

En su excentricidad había una forma de protesta, una manera de habitar el espacio público con presencia desafiante, sin pedir permiso.

Entre el mito urbano y la historia viva

Hoy, Mata Pollo es un recuerdo entre las páginas de libros y publicaciones locales como *La Banda, Imágenes y Recuerdos*. Su historia, recopilada por autores como Ángel Vicente Garay y mencionada por las historiadoras Nene Manfredi y María de las Nieves Salido de Martínez, sobrevive en la memoria colectiva como uno de esos personajes que, sin quererlo, se vuelven íconos populares.

No fue funcionario, pero actuó como tal. No fue villano, aunque generó temor. Fue, ante todo, un personaje que supo encarnar las contradicciones de su tiempo.

Fuente:

*La Banda, Imágenes y Recuerdos. Testimonios*

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