viernes, 8 de agosto de 2025

Santiago del Estero: la agonía silenciosa del bosque chaqueño. Cómo una provincia que fue potencia forestal perdió el 69% de sus bosques nativos en un siglo

 Por Leyendas del folclore santiagueño

En 1900, Santiago del Estero producía 700 mil toneladas de leña anuales -siete veces más que Misiones-. Hoy, sus quebrachales centenarios son fantasmas: el 88% desapareció por los desmontes, la soja y una ley que castigaba a quienes no talaban. Esta investigación revela cómo se desangró una de las últimas fronteras verdes de Argentina, mientras Europa nos da una lección: "Un bosque es un préstamo de nuestros hijos".

 

Crédito: Gustavo Tarchini

El árbol era viejo, ancho como la espalda de un dios de monte. Dicen que su tronco tenía metro y medio de diámetro, que su sombra podía refrescar a media docena de cabras, y que cuando cayó, allá por los años 50, nadie pensó que estaba cayendo un símbolo. Lo cortaron para extraer tanino. Después lo hicieron durmientes, postes y carbón. Lo último que quedó fue el hueco. Y el eco.

Hoy, sobre esa misma tierra, los árboles no superan el grosor de una pierna humana. La imagen tiene algo de distopía: un bosque ralo, adolescente, que parece avergonzado de su delgadez. Santiago del Estero perdió seis millones de hectáreas de monte nativo en el último siglo, según datos del Primer Inventario Nacional de Bosques Nativos (2001) y actualizaciones del PIARFON-UNSE. Treinta veces la Ciudad de Buenos Aires, si necesitás una escala urbana para imaginar la desmesura. Y el dato final, de esos que raspan: la provincia que encendió los fuegos del progreso ferroviario, hoy importa madera de Paraguay.

La fiebre del tanino: Europa curtía y el norte sangraba

Todo empezó con un barco. En 1888, desde Buenos Aires partió el primer cargamento de quebracho colorado santiagueño rumbo a Alemania, según documenta el clásico “Maderas y Bosques de la Argentina” (Tortorelli, 1956). La madera más dura del continente se convirtió en el oro rojo del Cono Sur. Lo que Europa necesitaba para curtir su cuero, Argentina lo tenía en forma de bosque.

Para 1920, el país tenía 19 fábricas de tanino. Dos estaban en Santiago del Estero. Pero el negocio, al principio, tenía reglas. Solo se talaban árboles maduros. Se respetaban los ciclos. El monte no se tocaba a la ligera.

Eso cambió. El mercado, como siempre, tuvo más prisa que paciencia. “El exterminio vino después, cuando empezamos a cortar hasta los renuevos de 15 años”, explica el ingeniero forestal **Néstor Ledesma**, entrevistado para este informe y parte de varios trabajos de la UNSE.

La ley del hacha: cuando conservar fue un pecado fiscal

En 1996, el gobierno provincial sancionó la Ley 6309, una norma que gravaba con hasta cinco veces más impuestos a los propietarios de tierras “improductivas”. La paradoja es obscena: conservar un bosque implicaba pagar más que desmontarlo.

 “Desmonten o paguen”, fue la orden tácita. Y desmontaron. Entre 1990 y 2003, 423.424 hectáreas se convirtieron en campos de soja, y solo entre 2000 y 2003, otras 253.028 hectáreas fueron arrasadas, según registros de deforestación citados en informes del PIARFON-UNSE (2003-2005).

 “Era como premiar a quien tira abajo una catedral para vender sus ladrillos”, ironiza Ledesma.

Los jinetes del desmonte

1. Inversores sin raíces:

Hoy, más del 60% de los desmontes los realizan empresarios de Córdoba, Santa Fe y Chaco, que ya agotaron sus territorios, de acuerdo a datos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación. Llegan atraídos por el bajo costo de la tierra (hasta cinco veces menor que en la Pampa Húmeda) y por una legislación forestal tan laxa como olvidada.

2. Ingenieros permisivos:

Un informe de la **Universidad Nacional de Santiago del Estero (UNSE) denuncia que hay profesionales que firman planes de desmonte para campos ya devastados. El truco legal: reciclar viejas guías forestales para seguir extrayendo madera ilegal sin llamar la atención.

3. Campesinos acorralados:

En las zonas más pobres del interior santiagueño, las familias sin título de propiedad son empujadas al hacha. “Si no cortás vos, te lo sacan otros”, resume un campesino de Quimilí entrevistado para esta crónica. Cortar es, muchas veces, la única forma de marcar un territorio sin papeles.

4. El Estado ausente:

Desde 1950, la Argentina tiene la Ley 13.273 de Defensa de la Riqueza Forestal, pero en 70 años no se ha implementado un plan de manejo forestal efectivo en Santiago del Estero. La ley existe. Los árboles, ya no tanto.

Donde aún brota resistencia

Desde 2003, la UNSE coordina el **PIARFON (Proyecto de Investigación y Acción para la Recuperación del Bosque Nativo). Un esfuerzo casi quijotesco por restaurar el monte chaqueño desde una mirada integral.

Los logros son tangibles:

* Recuperación de 50.000 hectáreas con enriquecimiento de especies nativas

* Promoción de mercados alternativos (miel, frutos, leña legal)

* Incorporación de 120 familias campesinas al manejo sustentable del monte

En palabras del proyecto: “un bosque vivo vale más que una soja muerta”.

El espejo alemán.

 “En Alemania, nadie corta un roble antes de los 150 años”, señala Ledesma. Allá, el bosque es un legado intergeneracional. Acá, un obstáculo tributario.

Según el Primer Inventario Nacional de Bosques Nativos (2001):

* En 1966, el 38% del territorio santiagueño era bosque

* En 2006, solo quedaba el 12%

Y los quebrachos –esa joya vegetal del norte– crecen entre 4 y 8 mm por año. Un ejemplar de un metro de diámetro requiere casi 200 años. Pero en dos meses, una soja transgénica ya está lista para exportar.

Europa paga hasta US\$300 por hectárea a quienes conserven bosque nativo, según políticas de la Unión Europea sobre servicios ecosistémicos. En Santiago, desmontar rinde más: hasta US\$500/ha en soja. El mercado premia la tala. La historia, no.

Epílogo: la flor amarilla

En Santos Lugares, un niño muestra un vinal joven que plantó su abuelo. “Cuando sea grande, va a tener flores amarillas”, dice. No sabe que está plantando una metáfora. O sí.

Esa escena resume la disyuntiva forestal del país: ¿seguiremos midiendo el monte en pesos por hectárea o empezaremos a verlo como una promesa?

Como escribió el jefe Seattle: “El hombre no tejió la red de la vida; es solo un hilo. Lo que hace con ella, se lo hace a sí mismo.”

Fuentes citadas:

* Sgo. del Estero, una mirada ambiental.

* Primer Inventario Nacional de Bosques Nativos (2001), Secretaría de Ambiente de la Nación

* Informes técnicos PIARFON-UNSE (2003-2005)

* *Maderas y Bosques de la Argentina*, José María Tortorelli (1956)

* Entrevistas a Néstor Ledesma, ingeniero forestal, Universidad Nacional de Santiago del Estero

* Ley 6309 (Provincia de Santiago del Estero, 1996)

* Ley Nacional 13.273 de Defensa de la Riqueza Forestal

* Informes sobre servicios ecosistémicos, Comisión Europea (2020-2024)

* Entrevistas de campo realizadas entre julio y agosto de 2025 en Quimilí, Tala Atun y Santos Lugares

 




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