Con su elegante traje y una rosa en el ojal, Dr. Mario “Tula” Gómez era un personaje inolvidable del microcentro santiagueño. Todas las tardes, desde los cafés frente a la Plaza Libertad, saludaba cortésmente a quienes pasaban, dejando tras de sí una estela de anécdotas y leyendas urbanas.
La figura de Mario “Tula” Gómez emergía cada tarde bajo la
sombra de los ficus y los faroles antiguos de la plaza. Alto, delgado y siempre
impecable, Tula caminaba con paso altivo entre las mesas de los cafés. Saludaba
a las damas con una sonrisa amable y un piropo respetuoso, un ritual tan
habitual como la salida del sol. Dicen que su porte elegante y la rosa en el
ojal dejaban una fragancia de época: la de un tiempo en que la cortesía era un
arte casi perdido.
De la política a los
cafés del centro
Detrás de aquel personaje galante se escondía un hombre de
buen pasar económico y trayectoria pública. En el primer gobierno peronista,
Mario Tula Gómez fue Presidente de la Cámara de Diputados de la provincia. Más
tarde, dejó la función legislativa para dirigir el Registro del Automotor, que
curiosamente instaló en su propia casa, en la calle 24 de Septiembre al 400.
Aquellos que lo conocieron aseguran que, pese a su estatus social, Tula era tan
cercano como cualquier vecino de barrio: lo veías subir a su coche gris después
de despachar algún trámite, o tomarse un mate en la vereda mientras leía el
periódico. Su elegancia no opacaba su humanidad; al contrario, era la cara
amable de la burocracia cotidiana.
El ingenio del piropo
No faltan las historias donde su humor fue protagonista. Una
anécdota célebre narra que mientras esperaba su turno en la oficina, el doctor
Tula entretenía a dos ingenieros explicándoles las mejores maneras de
conquistar a una chica. Uno de ellos interrumpió divertido: “No se moleste con
tantas explicaciones… mi amigo el ingeniero Fulano es muy amante de su mujer,
hombre de iglesia y sumamente correcto”. Ante esta afirmación, Tula los miró
con picardía y soltó: “¿Y usted? –Yo, ¿yo? ¡Soy maricón! –respondió con sorna
al encontrarse con esa anécdota publicada en el diario local. Este relato da
cuenta de su ingenio y de cómo rompía moldes con un humor franco y
desinhibido.\
De hombre real a
leyenda popular
El encanto de Tula traspasó la realidad cuando la música
popular santiagueña lo inmortalizó en un vals. Compuesto por Miguel Brevetta
Rodríguez y Tomás Lescano e interpretado por Alberto “Lechuga” Gerez, el tema “Tula Gómez” retrata su imagen con versos poéticos:
El vals prosigue evocando el sombrero al viento y la rosa de
equipaje que siempre llevaba consigo, símbolos de un linaje modesto pero
orgulloso. En él se escucha una voz nostálgica que señala: “Tula Gómez, ¿quién
te vio por esas calles pasar?”. Así, la canción convierte al personaje en una “estampa”
que vive para siempre en el paisaje urbano.
Legado y memoria de un
personaje popular
Años después, la figura de Tula Gómez sigue viva en la
memoria de Santiago del Estero. Para algunos fue simplemente un hombre amable y
divertido; para otros, un símbolo de un pasado donde lo cotidiano se teñía de
folclore. Más allá de la anécdota o el vals, su historia invita a reflexionar
sobre aquellos personajes que dan color al día a día de la ciudad. El Dr. Tula
nos recuerda que detrás de cada calle empedrada hay héroes anónimos con
historias para contar: hombres que con un saludo cortés o un verso improvisado
tejieron la narrativa de una época. Así, caminando por la Plaza Libertad, es
fácil imaginar su figura elegante, saludando, piropeando y dejando para quienes
quieren escucharlo un mensaje poético escrito en cada flor de su ojal.
Tula Gómez, símbolo de
elegancia y picardía
Una rosa en el ojal, un sombrero al viento y un piropo bajo
la manga: así recorría Santiago del Estero el inolvidable Dr. Mario “Tula”
Gómez. En pocas líneas revive la imagen de este personaje legendario del
microcentro santiagueño.
¿Quién no lo ha visto alguna vez pasear por la Plaza Libertad
con su porte altivo? Tula Gómez, de sonrisa fácil y traje impecable, encarnaba
un estilo propio en las tardes santiagueñas. Fue diputado provincial en el
primer gobierno peronista y, después, director del Registro del Automotor
—¡desde su propia casa! —, pero fueron sus piropos corteses y su humor los que
conquistaron corazones. Se cuenta que, en una sala de espera, al hablar de
amores, soltó con sorna: “¿Y yo? ¡Soy maricón!”, arrancando risas.
Su fama llegó incluso a la música: un vals folclórico lo
inmortaliza cantando su altivo caminar con sombrero y rosa. Décadas más tarde,
Mario “Tula” Gómez vive en la memoria popular como un caballero pícaro que
convertía cada saludo en un verso. Así, bajo la luna santiagueña, su leyenda
sigue andando por las veredas, tan viva como siempre.

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