La Banda celebra su cumpleaños recordando un pasado marcado por el Río Dulce, las migraciones y el ferrocarril. La reconstrucción histórica de la profesora María Cecilia Rossi (f) permite comprender cómo este antiguo "otro lado del río" se convirtió luego en la “cuna de poetas, cantores y bailarines”.
La Banda se levantó sobre la margen izquierda del río Dulce, en un sitio conocido como La Bajada. Mucho tiempo antes que los españoles ingresaran al territorio para conquistarlo en ese antiguo vado del Misky-Mayu se asentó una tribu Tonocotés o Juríes, no lo sabemos con certeza y su precisión se hace difícil al desdibujarse su historia en la bruma del tiempo.
Una vez instalados los españoles en la ciudad de Santiago,
cruzaban con frecuencia hacia la pequeña comunidad indígena a la que señalaban
como “la banda”, expresión que indica “ubicada del otro lado del río” y que es
de uso muy frecuente en el norte del país.
Como no existe acta de fundación de la ciudad de La Banda,
deducimos que el nombre deviene del uso cotidiano de la expresión utilizada por
los españoles y su existencia debe ser corroborada mediante diversos
testimonios.
A comienzos del siglo XIX el territorio al que hacemos
referencia era una enorme estancia llamada San Carlos, propiedad de Nepomucena
Rodríguez. (12) Con el correr de los años se fue subdividiendo en un proceso de
parcelamiento que involucra la totalidad del cono de deyección del río Dulce, a
partir de los antiguos latifundios originados en las “mercedes” concedidas en
la época de la conquista.
Dentro de esta estancia, ya en 1790 había algunos ranchos
habitados por familias criollas y la situación parece mantenido estable hasta
1868, en que una brutal epidemia de cólera azotó la capital provincial. Fue
entonces cuando un número importante de familias cruzaron el río buscando un ambiente
más sano, levantando aleros rudimentarios que con el trabajo de los criados se
convirtieron en casas más o menos decentes.
Este primitivo núcleo poblacional era acosado
sistemáticamente por las crecidas del río Dulce, de suerte que su emplazamiento
se fue corriendo paulatinamente hacia el interior hasta que en 1884 encontramos, en el mismo sitio que
hoy ocupa la ciudad de La Banda, dos rancheríos, uno donde hoy están las
instalaciones del Tiro Federal Argentino –activa institución que surgiera en 1889
con el nombre de Polígono de Tiro e
Instrucción Militar- y el otro entre el Canal San Carlos y la Avda. Belgrano. Estaban instalados sin
ningún tipo de ordenamiento y crecían espasmódicamente con el aporte de la
población capitalina, como ocurrió en 1869 y nuevamente en 1886 con una
epidemia de cólera que produjo una sensación de pánico tal que lanzó a otro
importante número de familias del otro lado del río. En ésta última epidemia
tuvo una actuación muy destacada el Dr. Agustín Sánchez, de origen español y
radicado en la ciudad de Santiago del Estero.
El ferrocarril y los
inmigrantes
El surgimiento de La Banda como ciudad fue producto de la
acción transformadora del ferrocarril. A no dudarlo: si el camino de hierro no
hubiera pasado por allí, La Banda sería uno más entre tantos pueblos
santiagueños acosados por las carencias. Pero a partir del anuncio de que sería
una estación ferroviaria de primera categoría, nuevas formas de vida y de
trabajo comenzaron a desarrollas el territorio.
Unos años antes, en 1882 –plena época de acción constructiva
estatal- el gobierno nacional resolvió contratar obreros para la construcción
del ferrocarril en Bélgica, en las Provincias vascas, en el norte de Cataluña,
en Lombardía, Toscana, Piamonte, Alemania del sur, Suiza, Alsacia y Lorena,
según lo estipulan las “Instrucciones” fechadas el 3 de Agosto de ese año.
También hubo una contratación de chilenos, acción con lo que se procuró aunar
la inmigración con la introducción de obreros especializados.
Entre 1884 y 1885 el ferrocarril comenzó a penetrar en el
corazón de Santiago y con él los inmigrantes, los “gringos” como se les decía.
Hicieron un fuerte impacto entre los sectores locales, que observaban entre
curiosos y consternados. Es que el habitante del monte tenía su oído presto
para escuchar los sonidos de la agreste naturaleza y vio y escuchó de pronto a
hombres de colores diferentes hablar idiomas desconocidos. Y cuando caía la
noche, cuando finalizaba la jornada los observaba como, pico y pala al hombro,
regresaban a los campamentos silbando y canturriando melancólicas tonadas de
sus tierras, en una lejana ensoñación. Se los alojaba en grandes carpas
protegidas del sol por altos quebrachales. ¡Qué ironía! Quién recorra hoy el
Departamento Banda, por más que busque cuidadosamente no hallará ni rastros de
aquella antigua fisonomía selvática, con extendidos bosques de quebrachos y
algarrobales, de bañados tan amplios como alcanzaban los desbordes del Misky
Mayu, cuando el algarrobo y el mistol eran comida y bebida de los dioses, y
cuantas cosas más que se podrían enumerar. Todo eso quedó entre las pérdidas
habidas a cambio de las ganancias de la civilización. Desde 1887 en número de
“gringos” irá en constante aumento.
El trabajo se hizo frenético. Por un lado, se levantaban los
terraplenes destinados a unir La Banda con Santiago del Estero, ciudad que por
decisión del gobierno nacional quedó a un lado del ferrocarril y con un nexo
secundario, ocasionando una relación de oposición entre ambas localidades que
aún hoy puede percibirse en el trato que se brindan los habitantes de uno y
otro lado del Dulce. Se inició la construcción del puente sobre el Misky
mientras se intensificaron las tareas en otras direcciones: La Banda/Tucumán.
Comenzaba a tomar forma una edificación con la que ni se hubieran atrevido a
soñar unos pocos años antes: la estación bandeña contará con varias oficinas,
dos confiterías, un Departamento de Vías y Obras, galpones para carga y
descarga de mercaderías, depósitos especiales para azúcar que se redistribuiría
a diferentes puntos del país y un gran aserradero.
La gente se acercaba a observar con curiosidad y no podían
dejar de expresar su admiración, lo cual resulta absolutamente justificado si
se piensa que, para la misma época, Alejandro Gancedo escribía en su “Memoria…”
que La Banda no era más que un pobre rancherío cuyos habitantes se dedicaban a
la agricultura principalmente, pero le auguraba un brillante futuro si el suelo
se trabajaba correctamente.
Finalmente, el 20 de Septiembre de 1890 se inauguró el ramal
Pinto-Banda y el punto sobre el río Dulce fue probado en su resistencia,
observándose algunas fallas en su estructura la que se reforzó convenientemente
y se libró al servicio público inmediatamente. El 4 de Febrero de 1891 Santiago
y La Banda quedaron unidos por ferrocarril.
Estaba llegando a su fin la presidencia de Juárez Celman
quién con la loable intención de cubrir el país con vías férreas que sirvieran
tanto para transportar sus producciones como para comunicarse otorgó un número
muy importante de concesiones sin orden ni planificación, dando lugar a la
especulación con las tierras aledañas a las vías. Muy pronto, edificios
particulares, viviendas y negocios comenzaron a recortar su figura alrededor de
la estación, en los terrenos próximos al Tiro Federal, cerca del cementerio y
en Los Lagos. El Ingeniero James Oxeley había sido comisionado por el
Gobernador Absalón Rojas para que trazase el plano de la ciudad, hecho que
terminó de concretarse dos años antes de la inauguración del tramo ferrovial.
Los empleados ferroviarios –población que comenzaba a dejar
de ser fluctuante- industriales, comerciantes y jornaleros comenzaron a
adquirir lotes urbanos puestos a la venta por la firma Garay, Chávez y Legg. El
trabajo abundaba en la incipiente urbanización que con 11 manzanas de oeste a
este y 5 de norte a sur, era cortada al sesgo por las vías, por lo que algunas
manzanas muestran irregularidades en su trazado. Cinco años atrás de esto, La
Banda no era más que un número incierto de ranchos, hoy la ciudad apostaba todo
al futuro. Su respaldo era, precisamente, su misma carta de triunfo: el
ferrocarril y la colonia agrícola.
El nacimiento de la colonia agrícola, surgida espontáneamente
por intereses económicos particulares, no reconoció sino tardíamente algún
respaldo gubernativo a través del trazado y apertura de entramado de canales de
irrigación. El panorama rural santiagueño era bastante desalentador en la
provincia más pobre del país, de móviles fronteras contra el indio que restaba
posibilidades a un incipiente desarrollo agro-ganadero, afectada desde siempre
por la falta de agua que condicionaba las pasturas.
“La agricultura
continúa siendo una aventura suicida. Los resultados años tras años, están
librados a la más completa imprevisión. Las cosechas se realizan o no según el
capricho de los fenómenos meteorológicos más arbitrarios en nuestra provincia
que en ninguna otra por la extensión de sus llanuras lisas sin montañas, ni
corrientes de agua que regulen la intensidad de los vientos abrazadores y
provean de humedad a la atmósfera, que provea a su vez el agua de lluvia”.
A pesar de todas las contrariedades, por su ubicación
geográfica, la futura colonia agrícola bandeña se hallaba en la zona más
favorecida para un rápido desarrollo y en ella había tierras en las que podían
venir muy bien producciones como el azúcar, el trigo y el maíz. En tal sentido
el Dr. Gancedo opinaba en su “Memoria…” que en todas partes donde había
abundancia de agua había tesoros por descubrir.
El trabajo de investigación encomendado a Gancedo, tenía como
uno de sus objetivos primordiales conocer el verdadero estado de la provincia
para trazar un plan de desarrollo colonizador apoyado en la inmigración. Pero
afirmaba “…un capítulo de tanta importancia no puede ser enriquecido con la
narración de hechos positivos sobre colonias e inmigración como pueden hacerse
en la provincia de Santa Fe y otras. El número de inmigrantes entrados este año
como en los anteriores, no es conocido… hemos constatado las razones que se
oponen y se han opuesto al acercamiento de la inmigración, a lo que podemos
agregar que es muy sentida la falta de una Oficina de este género costeada por
la Nación y bien organizada en ésta Capital…para que sean remitidos los
inmigrantes que fueran precisos. Esta es la única manera como podremos conocer
nuestras necesidades, llenarlas y perfeccionar nuestra agricultura e industrias
rutinarias y mezquinas en gran parte. Colonias agricultoras no tenemos ninguna
y creo que sólo podrán existir costeadas por el Tesoro Nacional o por empresas
particulares, porque la provincia no tiene rentas que puedan sufragar los
gastos que estas originarían”.
En realidad, Santiago del Estero disponía de muchas tierras
fiscales donde formar una importante cantidad de colonias agrícolas,
principalmente sobre las orillas de sus dos caudalosos ríos, el Dulce y el Salado.
Pero el atractivo fundamental vendría con el ferrocarril.
El problema de la falta de agua para los cultivos fue una
cuestión histórica, pero en 1858 el gobierno provincial autorizó al vecino
bandeño David Herrera a utilizar en su beneficio una acequia que estaba
construida desde tiempo atrás y cuya agua estaría destinada a sus cultivos. A
partir de la llegada del ferrocarril se abrió para la colonia la posibilidad de
lograr nuevos y mejores centros de colocación para sus producciones. Fue
entonces cuando para aumentar el espacio cultivable, se proyectó la apertura de
nuevas acequias.
El campesino bandeño conocía cuan fértil era la tierra que
pisaba, pero también sabía de los sinsabores ante la falta de agua o exceso de
lluvias que actuaban como contrapeso a su desarrollo.
En agosto de 1889 el P. E. ordenó la licitación de obras de
defensa en la boca-toma del Canal de la Cuarteada y canales adyacentes. La
capacidad de los canales de regadío era para ese entonces de 13180 has y el
Canal de la Cuarteada –surgido de un proyecto del Ingeniero Cassafoust de 1891-
fue habilitado en 1896 y posibilitaba el riego de 140.000 has. A partir de allí
la agricultura bandeña inició un camino de franco progreso y pronto el
empadronamiento de los regantes sobrepasó la capacidad de los canales. Melones,
sandias, cebollas, citrus, tomates, se incorporaron a la producción
tradicional.
Fuente: librepensador.com.ar

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