José Benjamín Gorostiaga
es un personaje central de la organización nacional y un fundador del estado
moderno argentino. Esperamos hoy comenzar a forjar la justicia histórica que
merece el Padre de la Constitución. Por ello recorreremos hoy, en la conmemoración
de un nuevo aniversario de su paso a la inmortalidad su biografía, una joya
diamantina de la nacionalidad.
Sus
orígenes y su formación
José Benjamín Gorostiaga
nació en la ciudad de Santiago del Estero, en el hogar formado por don Pedro
Pablo y doña Bernarda Frías, el 26 de marzo de 1823. Era el último de nueve
hermanos. Su padre, otra gloria santiagueña, encabezó el cabildo abierto que nombró
gobernador a Juan Felipe Ibarra el 31 de marzo de 1820, y fue signatario del
Manifiesto del 25 de abril, cumbre jurídica de la autonomía provincial. Lo hizo
junto al padre Manuel Frías, su cuñado, quien sería fusilado por Juan Manuel de
Rosas en 1842.
Las convulsiones
políticas de 1830 en Santiago lo encontrarán a Pedro Gorostiaga entre los
adversarios de Ibarra, que al retornar al poder lo condenó a destierro
perpetuo. Fue entonces que la familia abandonó su estancia en Silípica y partió
rumbo a Buenos Aires. Luego de la muerte de don Pedro hacia 1833, nunca
retornaron al lugar que los vio nacer. Vivieron madre e hijos en una estancia
del sudeste bonaerense, y doña Bernarda decide que los vástagos mayores queden
en el campo y el resto de la familia se mude a la capital porteña. Corría 1837
y José Benjamín asiste al colegio que había abierto la Compañía de Jesús.
Cuando los jesuitas fueron echados por Rosas, el colegio se expropió y allí fue
maestro el santiagueño. Ingresó luego a la Universidad de Buenos Aires, y se
doctoró en Leyes a los 21 años, el 10 de abril de 1844. Se dedica a su
profesión durante ocho años.
El
constituyente de 1853
La batalla de Caseros
significó el fin del largo gobierno de Rosas, y fue la oportunidad para que el
joven letrado fuera nombrado auditor de guerra y marina. Justo José de Urquiza
puso en marcha su proyecto institucional y el gobernador santiagueño Manuel
Taboada, al firmar el Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos el 31 de mayo de
1852, comenzó a pensar en los enviados de su tierra al congreso que iba a
sesionar desde noviembre.
Finalmente, fueron
elegidos dos nativos de Santiago que no vivían en el pago. No había abogados en
la "madre de ciudades" y por eso, que Gorostiaga marcha a Santa Fe.
Lo hace junto al párroco de Villa Tulumba, Benjamín Lavaysse, otro olvidado por
la historia nacional. Ambos tenían 29 años y eran profundamente católicos. Sin
embargo, iban a enfrentarse por la libertad de cultos: el cura a favor y el
laico en contra.
En la capital del Litoral,
Gorostiaga demostró gran contracción al trabajo y esquivó las reuniones
sociales para concentrarse en la tarea jurídica. Presentó su
"Anteproyecto" a la Comisión de Negocios Constitucionales, que
presidía. Dirá con humildad que: "Nuestra Constitución ha sido vaciada en
el molde de la de Estados Unidos". De su puño y letra surgen el texto
liminar del Preámbulo y los artículos de la organización del gobierno y sus
facultades. Conocía al dedillo los escritos de Madison, Hamilton y Jay, padres
fundadores de la gran nación del Norte.
Según cuenta el juez
Horacio Rosatti, en su libro "El molde y la Receta", Gorostiaga se
alojó en los altos de Hermenegildo Zuviría, apodado "Merengo",
creador de los famosos alfajores, que don José Benjamín apreciaba con discreción.
En cambio, su compañero de cuarto, el porteño Juan María Gutiérrez, diputado
por Entre Ríos y redactor de la primera parte que versa sobre los derechos,
deberes y garantías, disfrutaba esas delicias en exceso. El 1° de mayo de 1853
culmina la gloriosa tarea al jurarse la Carta Magna en el antiguo cabildo, hoy
demolido.
El santiagueño, siempre
orgulloso de su tierra natal, fue el alma mater de las sesiones, con sus
discursos elegantes y su paciente escritura de las ideas discutidas, cimiento
jurídico de la Nación Argentina. El gran historiador Paul Groussac sostiene
que: "...desde el principio al fin domina Gorostiaga la situación
parlamentaria. Si fuera lícito admitir que tenga un autor la constitución
federal que rige la república, deberá aparecer como tal Gorostiaga y no
Alberdi". El intercambio epistolar con el tucumano, al que reconoce mentor
del texto fundacional, marca la reconciliación histórica entre las dos
provincias enfrentadas desde antaño.
Su
rol como ministro polifacético
Urquiza lo convoca
enseguida como ministro de Hacienda. A principios de 1854 es elegido por su
provincia natal como diputado al Congreso Federal, eligiendo seguir su tarea
como unificador del sistema monetario. El 5 de marzo, al asumir el entrerriano
como presidente de la Confederación, nombra a Gorostiaga ministro del Interior,
el primero de la historia.
Es el firmante, junto al
vicepresidente Salvador Del Carril, del decreto del 2 de mayo, que ordena la
impresión de los discursos de fray Mamerto Esquiú, piezas notables que
consolidaron la organización nacional. El 11 de octubre renuncia al ministerio
y vuelve a Buenos Aires, donde se dedicará a sus asuntos personales.
La batalla de Cepeda lo
devuelve a la actuación pública. Es electo convencional reformador de la Constitución
en 1860, buscando unificar el país, y luego en 1866, aunque esta vez no asiste
a las reuniones. Urquiza lo elogió con este brindis: "Por los ilustres
compatriotas cuyos consejos no me abandonaron en difíciles momentos y a los
cuales es debido, tal vez, el triunfo de nuestras instituciones: por los Dres.
del Carril y Gorostiaga".
Su
rol como juez supremo
Desde su creación en
1862, la Corte Suprema de Justicia había funcionado con sólo cuatro jueces,
debido a que Valentín Alsina no aceptó el nombramiento del presidente Mitre. El
10 de junio de 1865 se completó el quinteto supremo con el juramento de Gorostiaga,
siendo junto a Del Carril hacedores de la Constitución que debían interpretar.
Ocupó su sitial hasta el 12 de octubre de 1868, cuando renunció para ser
ministro de Hacienda en el gabinete del presidente Sarmiento. En octubre de
1870 se encarga de reformar el Banco de la Provincia de Buenos Aires. Retornó a
la Corte el 9 de agosto de 1871 Se casó con su prima Luisa Frías Molina el 19
de diciembre de 1872, quien dará a luz a los dos meses a María Luisa, su única
hija.
El 1° de diciembre de
1877 se convirtió en el cuarto presidente de la Corte Suprema, cargo que ocupó
hasta su renuncia como juez en agosto de 1887. Fue reconocido como el líder del
afianzamiento institucional del tribunal. Se dictaron los primeros grandes
fallos, muchos de ellos inspirados en los antecedentes de la Corte de los
Estados Unidos, a la que Gorostiaga consideraba inspiradora de nuestra última
instancia. Aún hoy esos dictámenes constituyen, con su enorme peso moral, la
base de la jurisprudencia argentina. Su actuación convierte al santiagueño en
el fundador de la doctrina judicial argentina.
Es nombrado académico
honorario de la Universidad de Buenos Aires, y rechaza el honor para evitar
interferencias en sus tareas judiciales. En 1880, convoca a una reunión para
evitar la guerra entre los porteños y la Nación. Asisten, entre otros, Alberdi,
Mitre y Sarmiento. Pero su gestión no logra evitar el enfrentamiento armado que
culminará con tres mil muertos.
En 1883 la Legislatura
santiagueña lo elige senador nacional, pero no acepta para seguir a cargo de la
Corte. El debate por la ley de educación pública lo encontrará junto a Pedro
Goyena y José Manuel Estrada. Esto lo lleva a aceptar en 1885 la candidatura a
presidente por la Unión Católica, hecho que le valió la perpetua antipatía de
su competidor, el cordobés Miguel Juárez Celman, electo al año siguiente.
Su
retiro y su muerte. Los homenajes
Una vez fuera de la
Corte, y en franca oposición al nuevo mandatario, participó de la Unión Cívica,
junto a Mitre y a Bernardo de Yrigoyen, hombres de su generación. Retirado, el
3 de octubre de 1891 muere en su casa porteña, luego de recibir la
extremaunción del párroco de la Merced, Antonio Rasore. Tenía 69 años. Fue
sepultado en el cementerio de la Recoleta, donde pronunció las honras fúnebres
su sucesor en la presidencia de la Corte, el general doctor Benjamín Victorica.
A 134 años de su partida, este es un buen momento para recordar a quien
escribió los pasajes más gloriosos de la Constitución de 1853.
Los homenajes aún no
están a la altura del gran personaje. Calles y escuelas lo recuerdan en todo el
país. La Escuela Normal de La Banda lleva su nombre. Una estación ferroviaria
ocupa el terreno que él donara cerca de Chivilcoy, donde tenía su estancia. El
Congreso Nacional tiene entre sus joyas el cuadro de Antonio Alice "Los
Constituyentes de 1853" donde aparece Gorostiaga. El pintor retrató a cada
personaje iluminado por velas, logrando recrear el oscuro ambiente de las
sesiones. El Museo de San Francisco, en Santa Fe, ha montado una escena con los
constituyentes, en tamaño natural.
Como en otras ocasiones,
no puedo omitir el agradecimiento al trabajo biográfico de Raúl Lima: un
monumento a la memoria del prócer.
Fuente: El Liberal

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