jueves, 30 de octubre de 2025

Principios y fines autonomistas

Ser autónomos es no tener amos fuera de nuestras fronteras, pero también significa que no los tengamos adentro. Se trata pues, de defender nuestros derechos y de promover el crecimiento de la provincia y de los más altos valores humanos.

Por Guillermo Adolfo Abregú. Investigador, ensayista. Santiago del Estero.


 

Un acta y un manifiesto hacían realidad la voluntad y la obra de los precursores y gestores de la autodeterminación (levantamientos del coronel Juan Francisco Borges en 1815 y 1816) como pueblo y como entidad jurídico-política que se sumaría al concierto de la Confederación de las Provincias del Río de la Plata y a la firma del Pacto Federal de 1831.

Hechos como éste empezaban a forjar un arduo e intrincado proceso, pero nítido en sus fines de alcanzar la Organización Nacional conformada por provincias autónomas enmarcadas en los postulados de un federalismo de auténticos propósitos, aunque no exento de tropiezos que perdurarían a través del tiempo.

Cierta historiografía calificó a aquellas acciones de militares de línea y caudillos de montoneras, sus invasiones, tomas de gobiernos y declaración de sus autonomías, como “la anarquía del año veinte”. Sin embargo, esas agitaciones culminaron con la consolidación definitiva de la República, aunque todavía quedarían pendientes muchos escollos por superar.

Repasando la historia, vemos cómo nos dividieron cuestiones de índole política o ideológicas (unitarios y federales, Buenos Aires y la Confederación, centralismo e interior). Esa problemática, en nuestro desarrollo histórico institucional ha tenido vigencia casi permanentemente, desde el momento en que no se impusieron ni se respetaron reglas claras que importen el acatamiento de los principios que sustenta el federalismo, como sistema aceptado y recibido por la Constitución de la Nación.

Federalismo precursor

Santiago del Estero mucho tiene que decir al respecto, porque a partir de la declaración de su autonomía se acentuó el sentido de un pacto federal que regulase las órbitas de poderes, promoviendo el crecimiento de la provincia, la justicia y la defensa de la región. Un año después de la declaración de la Autonomía, el gobierno del brigadier Juan Felipe Ibarra firmó en Vinará un tratado con Tucumán, que se constituyó en uno de los pactos preexistentes a la Constitución nacional.

Este acuerdo del 5 de junio de 1821 es uno de los pactos fundadores desde el que suscribieron en Pilar las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe. Pero recién en el año 1831, al firmarse el Pacto Federal, las provincias que fueron adhiriendo a él poco a poco, vislumbraron la posibilidad de obtener una coparticipación más equitativa, aunque el centralismo siguió manteniendo una marcada hegemonía sobre su puerto, sus rentas y el crédito público derivados de las provincias.

La Autonomía fue la voz de los hombres sin amos y una consigna común para la consolidación del federalismo. Y si éste no logró afirmarse realmente en la dimensión que debía cobrar, se convirtió en un sistema capaz de promover la búsqueda de soluciones para los desequilibrios, y al mismo tiempo en un derecho que consolida un proyecto de sociedad basado en la justicia y la libertad.

Efectivamente, en aquellos álgidos años comenzaba a formarse la Organización Nacional. Los caudillos provinciales repudiaron la política dictatorial y la hegemonía centralista. Así se levantaron Córdoba, San Juan, Tucumán, Mendoza y San Luis, ratificando la condición nacional en ciernes, como ya lo habían hecho Corrientes, Santa Fe, Entre Ríos y Salta, o poco después Santiago del Estero y Catamarca. El 27 de abril de 1820, venciendo Juan Felipe Ibarra a las tropas tucumanas, la provincia entra a la historia libre de ataduras regionales, como lo fue con Tucumán, o centralistas con Buenos Aires, enarbolando su identidad, sus derechos, su dignidad y su autonomía.

Hechos, no retórica

A 192 años de aquel acontecimiento, nos replanteamos el significado de la autonomía y del federalismo, convalidando los principios que hicieron posible la Constitución Nacional y la formación de un país democrático.

Acerca de la desfederalización que ha existido durante tantas décadas en el país, es un problema real cuya solución debe ser encarada efectivamente por el Gobierno nacional y los gobiernos provinciales, mediante políticas que exterioricen una voluntad clara y concreta, en orden a revitalizar los principios federalistas y autónomos sobre los que se asienta nuestro sistema institucional.

El federalismo, la descentralización, deben ser objetivos claros, posibles, que no queden librados a la imaginación y voluntad creadora de los argentinos. Los ideales de integración (que de alguna manera están plasmados en la Constitución Nacional cuando habla de regionalización) y de vertebración deben ponerse en marcha de una vez por todas. Tenemos los instrumentos que ambicionamos para despertar de las pesadillas de tantas crisis que nos golpearon despiadadamente. La fe y el trabajo podrán ponerse en marcha y operar milagros.

No nos engañemos pensando que sólo los europeos (los países centrales) son capaces de reconstruir sobre las ruinas. Nuestra historia y nuestra cultura están hechas de historias increíbles, por eso no debemos descartar la posibilidad de unirnos para contribuir a la consolidación, fortalecimiento y perfeccionamiento del actual sistema institucional. Debemos cumplir así con la esencia misma del federalismo, que reclama por sobre todas las cosas, la férrea unión de los argentinos, que le dé sentido de plenitud a la existencia.

Durante largas décadas en la política argentina se abusó hasta el hartazgo de la retórica y de engañosos discursos. Esto sucedió cuando hubo que referirse al federalismo. Se lo exaltó como el sistema más acabado de una república que encontró en él su destino de grandeza, porque fundado en razones históricas y espirituales de incuestionable vigencia sirvió para modelar las características locales de los pueblos, sin que nada de ello se introdujera en un impedimento para la concepción nacional del país. Sin embargo, salvo las voces del interior que exigían la participación de las provincias en igualdad de condiciones -de acuerdo con los pactos preexistentes- los intereses portuarios siguieron practicando en los hechos una política unitaria netamente centralista, que no quería adaptarse a un federalismo vertebrador que obliga a respetar las autonomías y a concertar con las provincias acuerdos políticos, sociales y económicos.

Hoy seguimos insistiendo en visualizar una nueva tónica de posibilidades de concretar viejas aspiraciones; para ello hacen falta profundizar las coincidencias y la aceptación en lo que realmente importa, que es el federalismo que tanto se proclama y que aprendimos a amar casi como un símbolo más de los argentinos, para que tenga vida propia y deje de ser una brillante teoría para erigirse en una efectiva y productiva realidad.

Hay que reflotar el sentido del federalismo, para que deje de ser el grito de batalla de unos contra otros.

Autonomía y dignidad

Aquel 27 de abril de 1820, cuando tras ser convocado por los cabildantes, el comandante de Abipones, Juan Felipe Ibarra, venció a las tropas enviadas desde Tucumán -de donde se dependía-, logrando hacer realidad el sueño libertario, Santiago del Estero recuperaba su dignidad, su “ser autónomo”, y al mismo tiempo marcando un hecho trascendente que fue ejemplo de principios jurídicos y políticos que sirvieron para dar sustento y continuidad a los ideales de integración y de respeto mutuo entre las provincias.

Esa dignidad debe ser preservada hoy más que nunca, evitando las divisiones y abriendo caminos de convivencia y superación, sin que ello signifique no reparar errores, y no caer en situaciones que propicien las intervenciones foráneas, como las últimas que tuvo la provincia en 1993 y 2004.

Ser autónomos es ser libres, pero al mismo tiempo representa saber cuidar esa libertad.

Ser autónomos es no tener amos fuera de nuestras fronteras, pero también significa que no los tengamos adentro. Se trata pues, de defender nuestros derechos y de promover el crecimiento de la provincia y de los más altos valores humanos.

miércoles, 29 de octubre de 2025

El Efímero Canto del Coyuyo: El Sonido que Marca el Verano



¿Escuchás ese zumbido incansable? Es la banda sonora del calor en el Norte argentino, un concierto natural que tiene fecha de caducidad marcada por el otoño y el Carnaval.

Para los habitantes del monte, cuando a mediados de octubre el sol empieza a apretar de verdad, el primer "coyuyo" o cigarra que irrumpe en la arboleda es la señal inequívoca: "Ya se viene el verano". En el Chaco Salteño, su canto tiene un propósito práctico: avisa que la algarroba está a punto de madurar. Lo cierto es que, con el rigor del sol, este insecto afina su instrumento y desata un chirrido perpetuo, día y noche, expandiéndose como un coro polifónico en las copas de los árboles. Su música, un himno al calor, es tan fiel que el criollo sabe que solo se interrumpe por el mal tiempo. Y cuando ese canto se apaga definitivamente con los primeros aires frescos del otoño, la sentencia es clara y melancólica: "Ya se ha ido el verano; se va con el coyuyo y el carnaval."

La Música y el Ciclo de la Vida

Este canto incansable es el cortejo del coyote macho. Mientras resuena la sinfonía estival, las hembras cumplen su ciclo: ponen sus huevos en tallos y ramas secas. Al caer el verano, esos huevos se convierten en diminutas larvas destinadas a un largo exilio subterráneo. Y aquí viene el dato asombroso: estos futuros músicos pasarán enterrados, en estado de ninfa, ¡entre 2 y 17 años! Solo emergen cuando las condiciones son perfectas para su metamorfosis final y su breve, pero sonora, vida adulta.

El ciclo reproductivo del coyuyo, su Quesada Gigas, es una proeza biológica. El macho, equipado con un aparato estridulatorio en los costados de su abdomen —donde posee membranas llamadas timbales y sacos de aire que funcionan como cajas de resonancia—, canta para atraer a las hembras. Pueden vibrar a una frecuencia que roza los 86 Hz, un sonido tan potente que, en pleno canto y apareamiento, algunos machos pueden literalmente desintegrarse por la brusca diferencia de presión sonora interna. Una entrega total a la música del estío.

La Lección del Cuchi Leguizamón

Entre anécdotas y leyendas, el coyuyo también fue protagonista de clases inolvidables. Recordamos una ocurrida en los años 60, cortesía del recordado profesor de historia y literatura Gustavo "Cuchi" Leguizamón, en el Colegio Nacional.

Una mañana de noviembre, mientras los coyuyos ya dominaban las acacias, Leguizamón lanzó una pregunta al aire: "¿Cuáles son los animales más felices del mundo?". Tras un silencio nervioso, un alumno arriesgó que el hombre. A todo pulmón, el profesor corrigió con su particular gracia: "¡No señor! Los más felices de la tierra son los coyuyos y los sapos machos. ¿Y saben por qué? Porque sus mujeres son mudas; sapas y coyuyas no dicen ni mu".

La carcajada resonó en el aula, pero la broma dio pie a una lección de zoología. Leguizamón explicó que solo el macho canta y que, a diferencia de los humanos, puede hacer dos cosas a la vez: comer (de la savia de los árboles) y cantar. Utilizó una analogía cultural: "¿Se imaginan ustedes al turco Falú tocando la guitarra mientras se come un cupi? ¡Qué maravilloso!". El coyuyo, con su perfección musical, canta por amor hasta agotar su vida junto al verano.

El Silencio que Avanza en la Ciudad

Pero el escenario sonoro del Norte argentino está cambiando. Si bien el coyuyo es un emblema cultural y su ciclo vital está científicamente registrado, hoy su presencia es menos dominante en los centros urbanos.

La expansión de las ciudades, especialmente en Santiago del Estero, ha provocado un éxodo silencioso. Profesionales en Ciencias Forestales señalan una causa principal: la drástica reducción del algarrobo, el árbol que define el ecosistema del coyuyo. La Dra. Liliana Diodato, del Instituto de Control Biológico de la UNSE, explica que estos insectos se alimentan de la savia del algarrobo y, en su estado juvenil, sus raíces son su hogar.

"Antes había de estos árboles por todos lados, incluso en los patios de las casas, pero la ampliación de la ciudad hizo que el monte ahora esté cada vez más lejos", comenta la doctora. Las nuevas modas paisajísticas han sustituido al algarrobo por especies exóticas o árboles con flores más vistosas, transformando el hábitat ancestral de Quesada Gigas.

Para la Dra. Ana María Giménez, catedrática de la misma universidad, este silencio es más que una ausencia: es una señal de alarma sobre la pérdida de biodiversidad. "Tenemos la costumbre de pensar que todo lo que es de afuera es más lindo, y sin embargo lo que uno tiene en Santiago es muy valioso; es necesario volver a reconocer nuestras especies."

Una Pena Ancestral: El Coyuyo en la Leyenda

El vínculo entre el insecto y el fruto del algarrobo es tan profundo que trasciende la biología y se inscribe en el mito. Una leyenda local cuenta la historia de dos hermanos, Antenor y Francisco, recolectores de algarroba. Tras procesar el fruto para hacer "patay", "añapa" o la fuerte "aloja", los hermanos asistieron a una fiesta. Antenor bebió en exceso y, ebrio, asesinó a Francisco. Devorado por la culpa, huyó al monte, se hundió en la tierra y se transformó en coyuyo.

Su canto, según el relato, es una eterna disculpa, una forma de enmascarar su tristeza. Y es solo cuando la algarroba madura, en el corazón del verano, que se le permite salir a la superficie para cantar.

Así, el coyuyo nos recuerda, con cada vibración, que la naturaleza es un reloj preciso, un ciclo de vida, muerte y renacimiento. Su canto es el termómetro del verano, y su silencio, la señal melancólica de que la estación más ardiente ha llegado a su fin, llevándose consigo no solo el calor, sino también un fragmento irremplazable de nuestro paisaje sonoro.


"Por qué hieres al cantar"

 Por; Jorge Washington Abalos

 


Mi animadversión por las hormigas no se origina en el daño que estos insectos producen como plaga, pues en mi condición de biólogo cualquier fenómeno de vida me resulta justificado.

No atribuyo mi tirria a razón alguna digna de psicoanalistas, como podría serlo el haber metido en los albores de mi niñez la pata en un hormiguero, con su urticante consecuencia; mi espíritu de justicia me hace comprender que a nadie le gusta que le aplasten la casa.

Creo que mi ojeriza tiene por origen esa laboriosidad obsesiva de las hormigas, las que parecieran estar echando en cara a la gente el "dolce far niente", pues ellas (las hormigas) ni siquiera respetan, como deberían hacerlo todos los animalitos de Dios, el descanso hebdomadario... por lo menos.

Sospecho que quien me ha inculcado -con intención opuesta esta inquina ha sido el fabulista galo, con aquello de la cigarra y la hormiga que comienza:

 

La cigale, ayant chanté

tout l'été.

Se trouva fort déporvue...

 

Nunca entendí bien por qué hubo de agarrárselas con el pobre coyuyo, dándole con el blando del hacha, para destacar la laboriosidad obsecuente y antigremialista de la hormiga. Quizá por esto he tenido siempre un interés atento a explicarme la razón del canto de las chicharras, sabiendo que en la naturaleza no tiene vigencia la copla popular:


No canto porque te quiera

ni pa' que vos me querás.

Canto por andar de vicio,

canto por cantar, no más.


En la naturaleza, los animales - aunque su accionar sea instintivo- tienen siempre un motivo en su proceder.

Si hemos de guiarnos por la fábula, el canto de las cigarras no es tarea especulativa, sino puro fandango. ¡Craso error! El único bicho que canta por razones estéticas (bueno.... no siempre) es el hombre; por eso es que el ingenuo fabulista ha intentado extraer la moraleja partiendo de una posición antropocéntrica preñada de prejuicios. Sería interesante Investigar la razón por la cual los fabulistas se la han tomado con la pobre chicharra para inventar sus moralejas (a las que, felizmente, nadie lleva el apunte), basándose en hechos biológicos incorrectamente observados y pésimamente deducidos. Recuérdese "Cicada et Noctua" en la que se acusa a la cigarra de interrumpir con su canto el honesto sueño del búho quien, por sus correrías nocturnas (sobre las que el autor no abre juicio) debe dormir todo el día. Y esto de "quien no se aviene a las leyes de la humanidad paga el castigo de la soberbia" me parece excesivo en el caso.

Si las cigarras no cantaran, muchos milenios atrás hubieran desaparecido de la faz de la tierra. La competencia en el mundo biológico es implacable, cruel, sin concesiones. Quien no devora es devorado. Además, el animal debe crecer y reproducirse.

Muchas veces el secreto está en la palabra misma: "cigarra", así como "chicharra", se origina en cicada, quia cito caedi, es decir, que hiere al cantar.

El animal tiene que evitar ser devorado y debe reproducirse... Investigaciones realiza- das hace pocos años por especialistas de la universidad de Princeton, Estados Unidos, han develado el secreto del canto de las cigarras. Los cicádidos se cuentan entre los más ruidosos de los insectos; recuerden el haikai de Bashio, poeta japonés del siglo XVII, que nos sirve de epigrafe: "penetrando las rocas, el canto de la cigarra". El aparato de sonido del macho y el órgano del oído en ambos sexos fue identificado hace ya muchos años, y resultan ser los más notables del mundo de los artrópodos.

Debo acotar aquí que la copla popular que sigue no se ajusta con objetividad científica a la ubicación del aparato sonador de los coyuyos:

Yo también sabía cantar,

no con caja ni guitarra,

cantar con mi sola boca

como cantan las chicharras.

(Es claro que los santiagueños sabemos, sin ningún tipo de duda científica o filosófica, lo que la copla expresa; sólo quiero salvar mi prestigio científico).

En un área determinada, las chicharras de especies dadas nacen a la condición de adultos alados en camadas cuya aparición es súbita. Acotemos que algunas de las especies tardan hasta diez y siete años (sico) en alcanzar la condición de adulto que las saca a la luz del sol, pues pasan todos sus estadios de desarrollo bajo tierra y evolucionan, allí enterradas, alimentándose de los jugos de las raíces de las plantas. La vida del adulto alcanza a durar sólo pocas semanas; es por esto que su bullanguera presencia concluye tan rápidamente como comenzó. Como se ve, aquello de Yo soy como la chicharra / corta vida y larga fama..., se refiere sólo a su breve aparición en público.

El mismo Bashio dijo en otro kaikai:

 

Canto y muerte

de la cigarra

en el mismo paisaje.

 

Aunque en otro poema expresara:

 

¡Qué van a morir!

Nada descubre el canto

de la cigarra.

 

Las coplas santiagueñas confirman la duración indefinida de la vida de la chicharra:

 

Soy lo mismo que coyuyo,

cada año salgo a cantar:

domingo, lunes y martes,

tres días de carnaval.

 

 Yo soy como el agua clara

que corre bajo del yuyo.

Aquí te vengo a cantar,

al año, como el coyuyo.

 

Quienes arman la jácara son los machos. Como nacen varias especies a un tiempo, entremezcladas, el canto simultáneo de cada una de ellas tiene por objeto segregarse para el amor. Emitiendo su canto, los machos se llaman unos a otros y se reúnen en el extremo de las ramas de los árboles, separándose por especies. Luego las hembras responden al reclamo y se les unen, consumándose la cópula. Las experiencias realizadas han de mostrado que las distintas especies insmiscuidas tienen un oído de sensibilidad específica para el llamado de los de su raza, y son sordas al sonido de las otras; de modo que no se produce promiscuidad sexual. Dicho de otro modo, aquello de "si te perdés, chiflame" está aquí llevado a lo exquisito.

El lector habrá comprendido ahora que el jacareo de las chicharras cumple una función biológica ineludible para la perpetuación de la especie. Es claro que al mismo lector le cabe ("en este estado", como diría un aséptico notario) el derecho a preguntar: "¿Y para qué pitos nacen a un tiempo, en un área determinada, varias razas de cigarras?". Amigo, aquí está el quid de la cuestión. Aunque un aforismo biológico dice que ante un mismo problema de vida los distintos animales lo resuelven por caminos diferentes originándose así la diversidad de los seres vivos, la naturaleza no arma todo un mecanismo para dar una respuesta complicada a un problema de solución simple; pues con sólo desplazar ligeramente en el tiempo la aparición de los adultos de las distintas especies, lograría su objetivo. Pero no acuse a la naturaleza. Cuando usted no logre interpretar un fenómeno biológico, no lo juzgue. La naturaleza ha recurrido a la aparición simultánea de varias especies para salvarlas de la destrucción; para asegurarles la sobrevida. Otra vez he dejado al lector "sentado al borde de la duda". Pero creo tener derecho a ello: los biólogos han permanecido perplejos durante siglos ante la incógnita.

¿Conoce los pájaros? ¡Es claro que los conoce!, son las bellas, multicolores aves canoras que en las mañanas campesinas nos despiertan con trinos que nos hacen sentir la grata sensación de vida, de pertenecer a un mundo maravilloso... Pero, por un momento, conviértase (sea esto dicho con todo respeto) en un insecto y piense en el enorme pico de un horroroso ser alado y lleno de plumas que viene a engullirlo. ¿De qué mecanismos se valdría usted para salvar su querido pellejo? Porque, aunque uno sea un miserable gusano, nada hay más importante que el pellejo. Los insectos (no pierda de vista que a efectos de la imaginaria experiencia que le he propuesto usted es un insecto) utilizan di- versos métodos: la venenosidad a la ingestión, el mimetismo, la dureza de su coraza... son innumerables los recursos protectores. Por su parte, las chicharras han descubierto uno que usted ya lo sospecha... Acertó, es el sonido.

Al registrar la salmodia de las cigarras, los aparatos electrónicos establecieron que la asociación del coreo de las distintas especies involucradas se complementa, cubriendo una gama de sonido que resulta repelente a los pájaros predadores, manteniéndolos alejados del área. Si el lector gusta de refinamientos, agregaré que la algarabía de los coyuyos interfiere, además, la comunicación entre las aves. Sobre la intensidad, diré (para no hablarle de dines por centímetro cuadrado y otras unidades) que los técnicos del laboratorio de investigaciones auditivas que realizaron el trabajo debieron turnarse con frecuencia en la tarea, pues la acción sónica del área les provocaba, a los pocos minutos de estar sometidos a ella, silbidos en los oídos, mareos y aturdimiento que duraban horas.

¿Ha quedado satisfecho? No. Luego de haber absorbido el impacto de la maravilla ésta del mecanismo que le he descripto, usted se plantea nuevamente la duda: "Entiendo la protección que la Naturaleza presta a estos insectos; pero... ¿es que hay hijos y entena- dos? ¿Cuál es el destino de esos pájaros que se alimentan de ellos?

Con la suficiencia de zoólogo que me resta (aunque me estoy quedando en llanta) aún puedo responderle: En los días nublados en que la temperatura ambiente desciende, los insectos no pueden cantar y los pájaros hacen su agosto; además, a la mañana temprano y en la tarde, luego que el sol entra, hay un periodo en el que los coyuyos no pueden poner en marcha sus "rompeoldos" y son también presa de las aves.

La Naturaleza, la sabia Naturaleza equilibra esta pérdida con una superpoblación compensadora de cigarras. A propósito, ¿conoce el lector el significado de la palabra proletario? Pero dejémonos de disquisiciones que exceden nuestra área de trabajo. ¿Satisfecho con la explicación zoológica?

Ya veo que le queda una duda. Le confieso que yo también la tengo: siendo el equilibrio biológico -como acabamos de ver en este pequeño ejemplo - un mecanismo de tan extraordinaria precisión y delicadeza, ¿tiene el hombre derecho a alterarlo sin medir bien los riesgos?

Y termino esta nota porque no quiero exponerme a que el lector, cansado ya con mi zumbo, me salga con la copla aquella que comienza:

 

Deja de cantar, chicharra,

que ya m'estás atontando...

 

                                           Jorge Washington Abalos

Fuente: revistafolklore.com.ar/

martes, 28 de octubre de 2025

Alfredo Palumbo: El Duende que le Cantaba al Monte

Hay historias que merecen ser contadas en voz baja, como un secreto. La de Alfredo Palumbo, el genio oculto del folklore santiagueño, es una de ellas. Un hombre que fue puente entre la chacarera y el rock, y cuya música sigue latiendo en el corazón de la tierra.



Hay figuras que no se olvidan. Personas que, con solo verlas una vez, se te graban en la memoria para siempre. Alfredo Palumbo era una de esas. Quienes lo cruzaron por las calles de Santiago del Estero o en algún polvoriento camino de los Valles Calchaquíes, cuentan que parecía una aparición. Un hombre tallado en la misma madera que los árboles del monte, con una barba blanca que le llegaba al pecho y unos ojos que habían visto de todo. Con su guitarra al hombro, no era simplemente un músico; era un personaje de leyenda, un pedazo del paisaje santiagueño que se había echado a andar.

Y es que, para entender a Palumbo, hay que volver a la tierra. Nació un 24 de julio de 1949 en Los Mimbres, un rincón de Santiago del Estero que él mismo describía como el lugar "donde comienza el reino de la magia". Creció entre Manogasta y Upianita, y aunque la vida lo llevó a la ciudad, su alma nunca se mudó de allí. Ese paisaje primigenio, lleno de mitos y susurros, fue la tinta con la que escribiría toda su música.

Aprendió a tocar la guitarra de chico, pero la verdad es que su espíritu indomable no tardó en soltarle la mano a su primer maestro para lanzarse a su propio camino. Se hizo trovador, un solista que recorría el cancionero popular argentino con una voz que sonaba a tierra y a verdad. Su talento era tan evidente que en 1996 ganó el rubro "Chacarera inédita" en el pre-festival de la Chacarera. El tema era "Carnaval del monte", una joya que compuso junto a otro poeta inmenso, Ricardo "Shinfu" Sgoifo.

Esa canción es mucho más que una canción. Es un portal. En sus estrofas, el monte santiagueño cobra vida en una fiesta cósmica: el Sachayoj se despierta, el Kakuy llora una vidala, la Telesita baila entre harina y esperanzas y hasta el Almamula anda de fugitivo. Palumbo no cantaba sobre el monte; él cantaba con el monte.

 

El sol asoma rojizo

cuando en el monte amanece

y en el follaje se mece

el canto del cardenal.

Anda el corazón del monte

rejuntando soledades

en la siesta las deidades

van jugando al carnaval.

(Fragmentos de "Carnaval del monte")

 

Un Alquimista de Sonidos: Folklore, Rock y Corazón

Etiquetar a Alfredo Palumbo siempre fue imposible, porque él mismo se escapaba de todas las jaulas. En la última entrevista que dio, lo explicaba con una simpleza desarmante: "Yo sigo la línea folklórica, pero le doy toques especiales que tienen algo que ver con rocanroll, esas cosas, ¿me entiendes?". Palumbo no era un guardián de museo, era un cocinero de sonidos.

Su coctel personal era único. En una mano sostenía la sabiduría de Atahualpa Yupanqui, a quien admiraba como un "hombre muy sabio", y la poesía de Dávalos y Castilla. En la otra, la electricidad y la rebeldía de Pappo's Blues, Miguel Abuelo y los Redonditos. En Santiago, su gran referente fue Jacinto Piedra, ese cometa fugaz del folklore con quien compartió amistad, música y sueños.

Con todos esos ingredientes, ¿qué hizo? Creó su propio plato. Inventó la chacaraguá, una mezcla explosiva y bailable de chacarera con el ritmo caliente de la guaracha santiagueña. Su tema "Pobrecito el Tupinami" es la prueba viviente de esa genialidad. Se adelantó a su tiempo y, como suele pasar, nadie le hizo mucho caso cuando mandó las notas a SADAIC para registrar el nuevo ritmo. Pero a él no le importaba demasiado. Ya andaba pensando en el "chacarablue" o el "chacarock", siempre un paso más allá.

El Trovador de la Gente, el Duende de los Valles

La verdad es que el escenario natural de Alfredo no eran los grandes teatros, sino la vida misma. La calle, un bar de mala muerte, el pasillo de un colectivo, una peña improvisada. Allí era donde su música cobraba su verdadero sentido. El escritor Guillermo Gardenal nos regaló el recuerdo de su primer encuentro con él, y es casi una escena de película.

Imaginen la situación: Tafí del Valle, unos amigos compartiendo un trago, y de repente, aparece Alfredo. "Cual duende de la montaña", con la guitarra a cuestas. Se acercó, vio que había música y se sumó. Lo que empezó como un encuentro casual al mediodía se convirtió en una de esas jornadas mágicas que se estiran sin que nadie se dé cuenta. El sol se fue, llegó la noche y ellos seguían ahí, entre chacareras, charlas y vino. Alfredo necesitaba encontrar a un lutier en Cafayate, así que, ya de madrugada, emprendieron una caminata de kilómetros bajo las estrellas, con el alma recargada por la energía de ese viejo sabio. "Sentimos siempre que la energía que el viejo nos había dado nos acompañaría en la caminata nocturna", recuerda Gardenal.

Esa era la magia de Palumbo. No era solo un músico, era un maestro de vida sin proponérselo. En otra ocasión, en una peña, le señaló a Gardenal cómo los siete algarrobos del patio formaban un círculo. Le dijo que solo gracias a esa ronda de árboles, a esa danza silenciosa, era posible la fiesta que estaba ocurriendo adentro. Para él, la naturaleza no era un fondo de pantalla; era la protagonista.

Un Tesoro Escondido en la Memoria

Alfredo se fue de este mundo un 13 de junio de 2010, en Cafayate. Tenía 60 años y, como no podía ser de otra manera, se despidió en medio de una guitarreada con amigos. Su cuerpo volvió a la tierra de Manogasta, pero su música se quedó flotando en el aire, frágil y preciosa.

Poco antes de irse, como si supiera que el tiempo se acababa, grabó el que sería su único disco oficial: "Galopa el duende en el río". Un álbum de doce canciones que es un faro en la niebla, un homenaje a su amigo Jacinto Piedra y la única puerta de entrada oficial a su universo.

Pero ese disco es solo la punta del iceberg. Se dice que compuso más de setenta canciones. La mayoría de ellas duermen en viejos casetes que sus amigos guardan como oro, o, lo que es aún más conmovedor, viven solo en la memoria de quienes lo escucharon cantarlas. Ahora mismo hay gente maravillosa transitando un "camino de recuperación", intentando rescatar esas joyas del olvido. Canciones como "Cueca del Monedón" o el huayno "Presencia", donde uno puede asomarse a su mundo interior de una forma casi mística.

 

Iba creciendo la siesta

el solcito en mi ventana

mis patitas se movían

mi cabecita pensaba

el corazón que sentía

esta rara alegría.

Y es cuando llegan los seres

que uno los lleva en el alma

cuando conversa con ellos

crece la magia a la vuelta

la vida que nos rodea.

(Fragmentos de "Presencia")

 

Su amigo Alberto Tasso lo definió a la perfección: era algo más que un músico y algo más que un paisano. Un "hombre de Naturaleza rabelesiana" que "huye de toda definición".

El Eco del Duende

Al final del día, la historia de Alfredo Palumbo es la del artista en estado puro. El que crea porque no tiene más remedio, porque la música le brota como el agua de un manantial. Fue un cronista de su tierra, un filósofo con guitarra y un innovador valiente.

Su legado es frágil, pero terco. Se resiste a desaparecer. Cada vez que alguien desempolva un casete o tararea una de sus melodías olvidadas, Alfredo vuelve a la vida. Su voz no se ha ido, solo se ha mezclado con el paisaje. Si alguna vez andan por Santiago del Estero y prestan atención, quizás puedan oírla en el canto de un cardenal, en el silbido del viento entre los algarrobos o en el ritmo secreto que late bajo la tierra. Es el eco del duende, que nos sigue invitando a escuchar.

 

Fuentes:

* Gardenal, Guillermo. (2018). Alfredo Palumbo (1949-2010). Hoja aparte en la etnomusicología de Santiago del Estero, Argentina. CUADERNOS SUPAY WASI, Nº2, pp. 59-63.

* Arias, Santiago. (21 de junio de 2010). La última entrevista a Alfredo Palumbo. Obtenido de: http://arenapoliticasde.blogspot.com.ar/2010/06/la-ultima-entrevista-alfredo-palumbo-y.html


lunes, 27 de octubre de 2025

La Guerra Silenciosa de Jasimampa: Tierras Raras, Niobio y la Lucha de un Pueblo por su Futuro

Entre la riqueza mineral que promete un futuro de alta tecnología y la defensa ancestral de un territorio, las comunidades del sur de Santiago del Estero se enfrentan a un dilema que resuena en toda América Latina. El hallazgo de "tierras raras" y niobio ha desatado una batalla desigual entre corporaciones mineras, el Estado y los pobladores que resisten el avance de la megaminería a cielo abierto, temiendo la destrucción de su ecosistema y su modo de vida.

 


I. El Grito en el Monte: Cuando los Huevos son la Última Trinchera

Un día de 2011, en la aridez polvorienta del departamento de Quebrachos, en el corazón profundo de Santiago del Estero, la tensión acumulada durante meses estalló de la forma más rudimentaria y simbólica posible. Un grupo de pobladores, hombres y mujeres de rostros curtidos por el sol y manos acostumbradas a la tierra, se paró frente a una comitiva de geólogos y técnicos. No portaban armas de fuego ni pancartas elaboradas. Su arsenal era lo que tenían a mano: huevos y frutos de su propia cosecha. Los proyectiles orgánicos se estrellaron contra los vehículos y las figuras de los forasteros, un gesto desesperado y visceral de rechazo. Aunque el intento fue inútil para frenar el avance físico de la expedición —compuesta por científicos del CONICET y representantes de intereses extranjeros—, el mensaje resonó con la claridad de un trueno en el silencio del monte: no son bienvenidos.

Este episodio, casi anecdótico en su simpleza, encapsula la esencia de un conflicto complejo y multifacético que se gesta en el sur santiagueño. No se trata solo de un puñado de vecinos resistiendo una exploración. Es el choque de dos mundos: por un lado, la lógica global de la extracción de recursos estratégicos, impulsada por la demanda insaciable de la industria tecnológica y militar; por el otro, la defensa de un territorio, de un modo de vida y de un recurso cada vez más preciado: el agua.

La zona en disputa es Jasimampa y sus alrededores, un paraje que abarca los departamentos de Quebrachos y Ojo de Agua. Un lugar que, hasta hace poco, solo era conocido por sus leyendas locales y su rica herencia arqueológica sanavirona. Pero bajo su suelo reseco se esconde un tesoro del siglo XXI, una veta de minerales que ha puesto a esta remota región en el mapa de las corporaciones mineras internacionales. El conflicto no es nuevo, pero cada día que pasa, la presión aumenta, y la pregunta que flota en el aire es si la defensa a "huevazos" será suficiente para detener la maquinaria del "progreso" extractivista.

II. El Tesoro Escondido: ¿Qué son las Tierras Raras y el Niobio?

Para entender la magnitud de lo que está en juego, es necesario hablar de los minerales que han desatado la codicia. La publicación original de ADIN Santiago y los informes posteriores hablan de dos hallazgos principales: las "tierras raras" y el niobio.

Las "Tierras Raras": El combustible de la modernidad

El término "tierras raras" es, en sí mismo, un poco engañoso. No son necesariamente "raras" en términos de abundancia en la corteza terrestre, pero es muy infrecuente encontrarlas en concentraciones suficientemente altas como para que su extracción sea económicamente viable. Este grupo está compuesto por 17 elementos químicos: el escandio, el itrio y los 15 lantánidos.

Fueron geólogos del CONICET quienes, ya en 2005, redescubrieron la importancia del yacimiento de Jasimampa, identificándolo como una fuente de "tierras raras livianas". ¿Por qué son tan importantes? Porque son componentes esenciales, casi insustituibles, para la fabricación de la tecnología que define nuestra era. Desde los imanes permanentes de las turbinas eólicas y los motores de los autos eléctricos, hasta las pantallas de nuestros smartphones, las fibras ópticas que transportan internet, los láseres de uso médico y militar, y los sistemas de guía de misiles. La denominada "economía verde" y la industria de la defensa dependen críticamente de ellas.

El problema es que su extracción y procesamiento son procesos altamente contaminantes. A menudo, estos minerales se encuentran mezclados con elementos radiactivos como el torio y el uranio. Separarlos requiere el uso masivo de ácidos y otros productos químicos que, si no se gestionan con un cuidado extremo, pueden contaminar de forma irreversible las fuentes de agua y el suelo.

Niobio: El metal de la era nuclear y aeroespacial

Junto a las tierras raras, en Jasimampa se ha encontrado una cantidad significativa de niobio. Aunque no pertenece al grupo de los lantánidos, este metal de transición es igualmente estratégico. Su principal cualidad es la capacidad de crear superaleaciones extremadamente resistentes al calor y la corrosión, pero a la vez muy ligeras.

Esto lo convierte en un material indispensable para industrias de vanguardia:

* Aeroespacial: Se utiliza en la fabricación de turbinas de aviones y cohetes espaciales.

* Nuclear: Es fundamental en la construcción de reactores y plantas nucleares por su resistencia a altas temperaturas y su baja captura de neutrones.

* Militar: Se emplea en la producción de armamento avanzado y aleaciones para vehículos blindados y buques de guerra.

* Tecnología: Es un componente clave en la fabricación de imanes superconductores, utilizados en aceleradores de partículas (como el del CERN) y en equipos de resonancia magnética.

El yacimiento detectado en Jasimampa, según las primeras estimaciones, abarcaría una superficie de 15 kilómetros cuadrados con una profundidad de 500 metros. Explotar un depósito de estas características a cielo abierto implica, literalmente, volar una montaña. Significa remover toda la capa superficial de tierra, vegetación y roca, pulverizarla y tratarla químicamente para separar el mineral. El impacto ambiental es brutal: destrucción total del ecosistema en la superficie, generación de montañas de escombros (relaves) que pueden filtrar metales pesados y químicos a las napas freáticas, y la liberación de polvillo tóxico y radiactivo que puede ser transportado por el viento a kilómetros de distancia.

Para una región semiárida como el sur de Santiago del Estero, donde cada gota de agua es vital, la amenaza de contaminar los acuíferos subterráneos no es una preocupación abstracta, es una sentencia de muerte para la agricultura, la ganadería y la vida misma.

III. El Desembarco: Corporaciones, Científicos y Políticos

El avance minero no es un acto espontáneo. Es una estrategia coordinada que involucra a múltiples actores, cada uno jugando un rol específico en el tablero.

Las Empresas Canadienses: La cara visible del capital

Los informes mencionan a la empresa canadiense Gaia Energy como una de las primeras en realizar tareas de exploración en la zona. Esta compañía, junto a otras como Bolland Minera S.A. (que manifestó descubrimiento de oro en Guasayán), representa el capital internacional. Canadá es una de las "naciones mineras" por excelencia, hogar de muchas de las corporaciones más grandes del mundo que, amparadas en legislaciones favorables en sus países de origen, se expanden por el cono sur en busca de recursos.

Su estrategia de penetración es un manual bien conocido en toda América Latina. Comienza con la exploración, a menudo realizada bajo convenios con gobiernos provinciales y con el aval científico de instituciones locales. Una vez confirmado el potencial del yacimiento, inician un trabajo de "relacionamiento comunitario". Como relató Adolfo Farías, del MOCASE-VC, en una entrevista, este trabajo consiste en promesas de empleo, dinero y desarrollo. "Van a tener trabajo, van a tener dinero", les dicen. Ofrecen casas en el pueblo, vehículos, celulares, e incluso reparten golosinas en el Día de la Madre. Es una táctica de "divide y reinarás", buscando quebrar la cohesión social, comprando voluntades y aislando a quienes se oponen.

El Rol del CONICET: ¿Ciencia al servicio de quién?

La participación del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) añade una capa de complejidad y controversia. Por un lado, su función es generar conocimiento científico sobre los recursos del país. El redescubrimiento del potencial de Jasimampa en 2005 fue un logro geológico. Sin embargo, para los movimientos campesinos, este conocimiento no es neutral. "El CONICET lo que hace es dar pie con su investigación a que se introduzca la minería a cielo abierto", afirmó Adolfo Farías.

La ciencia, que debería servir al bien común, es percibida aquí como la punta de lanza que abre el camino a los intereses corporativos. La legitimidad que aporta una institución científica de prestigio es utilizada para validar proyectos que, desde la perspectiva de las comunidades, son destructivos. Esta "complicidad", como la denomina la publicación original de ADIN, genera una profunda desconfianza hacia la comunidad científica, vista no como un aliado, sino como parte del aparato extractivista.

El Silencio y la Complicidad Política

El eslabón final y crucial es el poder político. Las fuentes originales son contundentes al señalar la connivencia de las autoridades a distintos niveles. El entonces gobernador, Gerardo Zamora, es mencionado como quien habría dado "luz verde" al proyecto, anunciando en la Legislatura provincial el respaldo a la llegada de una empresa canadiense.

A nivel local, la situación es aún más desesperante para los vecinos. Los intendentes de Sumampa, Luis Antonio Galván, y de Ojo de Agua, Rodolfo Lino Cappellini, son acusados de inacción y de responder con un simple "no podemos hacer nada, porque la orden viene de arriba". Esta actitud deja a las comunidades en un estado de total desamparo institucional. Cuando golpearon las puertas de la Defensoría del Pueblo, la subsecretaría de Derechos Humanos y la dirección de Minería, no encontraron respuestas.

La maquinaria estatal no solo omite, sino que actúa. Se denuncia que funcionarios del gobierno de Zamora facilitaron la exploración, autorizando sobrevuelos y compartiendo información. Peor aún, cuando la resistencia de los pobladores se hizo más firme, se recurrió al aparato judicial y policial. Abogadas ligadas al Poder Ejecutivo habrían utilizado el Registro de la Propiedad para cuestionar la tenencia de la tierra de los campesinos —muchos de los cuales son poseedores ancestrales sin títulos formales— y obtener órdenes de desalojo. Se relatan enfrentamientos directos entre la policía y los vecinos, en una clara demostración de que el Estado está dispuesto a usar la fuerza para imponer el proyecto minero.

IV. Voces de la Resistencia: "El Territorio No Se Vende, Se Defiende"

Frente a este avance coordinado, la resistencia se organiza desde la base, tejiendo alianzas y fortaleciendo una identidad común en defensa del territorio.

El MOCASE-VC y la Lucha por la Tierra

El Movimiento Campesino de Santiago del Estero - Vía Campesina (MOCASE-VC) es uno de los actores centrales de esta resistencia. Su lucha no es nueva; durante décadas han enfrentado los desmontes para el avance de la frontera sojera y los desalojos a manos de empresarios y terratenientes. La amenaza minera es solo un nuevo capítulo de la misma batalla por el control del territorio.

Adolfo Farías, miembro del movimiento, explica que su reclamo va más allá de la propiedad privada. "Lo que se reclama es el territorio, tanto el de pastaje comunitario como el de vida. Tiene que ver con una cuestión cultural muy fuerte". Para estas comunidades, la tierra no es una mercancía, es el espacio donde se desarrolla su cultura, su economía de subsistencia y su identidad. La minería a cielo abierto no solo contamina el agua, sino que destruye este tejido social y cultural.

La memoria histórica juega un papel crucial. Farías recuerda que en la zona de Ojo de Agua, hace décadas, experimentos mineros dejaron un saldo de muertes y enfermedades. "Varios compañeros murieron por causa de eso, y otros están en sillas de ruedas". Ese pasado traumático alimenta la desconfianza actual y refuerza la determinación de no permitir que la historia se repita.

La Red de Solidaridad y la Falta de "Contrato Social"

La lucha de Jasimampa no está aislada. Se enmarca en un movimiento nacional y latinoamericano de resistencia contra la megaminería. El lema "El Famatina no se toca", que nació en La Rioja y logró frenar un proyecto de la misma Barrick Gold, se convirtió en un símbolo de que la "licencia social" es tan importante como la licencia gubernamental.

Alejandro Romero, el ambientalista citado en uno de los textos, lo expresa claramente: "La mega-minería no tiene contrato social para actuar en La Rioja y por las movilizaciones de Santiago del Estero tampoco". Este concepto de "contrato social" o "licencia social" es fundamental. Sostiene que, aunque un gobierno autorice un proyecto, si la comunidad local lo rechaza de manera masiva y sostenida, el proyecto carece de legitimidad para operar.

En Santiago del Estero, esta resistencia se ha manifestado de múltiples formas:

* Acción directa: Ocupando instalaciones y oponiéndose físicamente al avance de las maquinarias.

* Organización comunitaria: Realizando reuniones entre vecinos para compartir información y coordinar acciones.

* Alianzas estratégicas: Articulando con otras organizaciones como la Asamblea Socio Ambiental de Catamarca, la Pastoral Social, radios comunitarias y equipos de derechos humanos.

* Disputa ideológica: Confrontando el discurso pro-minero en los espacios públicos, como las escuelas, y denunciando la persecución policial a los jóvenes activistas.

Este entramado de resistencia es la principal barrera que ha impedido, hasta ahora, que la explotación avance a gran escala. Es una lucha asimétrica, de David contra Goliat, donde la fuerza no reside en el poder económico o político, sino en la unidad, la convicción y el profundo arraigo al territorio.

V. El Dilema del Desarrollo: ¿Turismo Sostenible o Saqueo Subvencionado?

En medio del conflicto, surgen voces que proponen un modelo de desarrollo alternativo. Un empresario local, cuyo nombre no se especifica en los textos, intenta impulsar un emprendimiento turístico en Villa Quebrachos, un pueblo fundado alrededor de 1850 que hoy está casi deshabitado pero rodeado de un monte de enorme riqueza en biodiversidad.

Su argumento es simple y contundente: "El turismo es plata que queda aquí, mientras que la mega-minería lo único que deja es destrucción, contaminación y prácticamente nada de dinero". Esta afirmación toca un punto neurálgico del debate minero en Argentina: el marco legal. Las leyes de la década de 1990, conocidas como las "leyes Gioja-Menem" (en referencia al entonces secretario de Minería y al presidente), crearon un régimen de promoción de inversiones extremadamente favorable para las corporaciones. Este régimen incluye beneficios como la estabilidad fiscal por 30 años, la exención de numerosos impuestos, un tope a las regalías provinciales del 3% sobre el valor "boca de mina" (un valor muy inferior al del mercado final) y la devolución del IVA.

En la práctica, esto significa que las empresas se llevan la mayor parte de la ganancia, mientras que las provincias y las comunidades locales asumen la totalidad de los costos ambientales y sociales. El empresario turístico lo resume así: la minería está "subvencionada" por el Estado para saquear los recursos, mientras que su proyecto, que busca preservar el entorno y generar un ingreso que se reinvierta localmente, no recibe el mismo apoyo. "No tengo la misma suerte que las mineras", lamenta.

Esta dicotomía plantea la pregunta fundamental sobre el modelo de desarrollo que se quiere para la región y para el país. ¿Se optará por un modelo extractivista de corto plazo, que genera ganancias concentradas y pasivos ambientales permanentes? ¿O se apostará por alternativas sostenibles que valoren el patrimonio natural y cultural, generando un desarrollo más equitativo y a largo plazo?

La propuesta turística no es una solución mágica, pero representa una visión del territorio radicalmente opuesta a la de la minería: una visión donde el valor no reside en lo que se puede extraer y destruir, sino en lo que se puede preservar y compartir.

VI. Cierre Reflexivo: Un Espejo del Futuro

El conflicto de Jasimampa, Ojo de Agua y Sumampa es mucho más que una disputa local. Es un microcosmos que refleja las tensiones más profundas del siglo XXI. Es la lucha entre el Norte global, ávido de materias primas para sostener su modelo tecnológico, y el Sur global, cuyos territorios y comunidades pagan el costo de ese modelo. Es la confrontación entre una visión del "progreso" basada en la extracción ilimitada y una concepción del "buen vivir" anclada en el equilibrio con el entorno.

La historia de los pobladores que se defienden con huevos, de los campesinos que reclaman el territorio como espacio de vida, y del empresario que sueña con un turismo que preserve la belleza del monte, nos interpela a todos. Nos obliga a preguntarnos de dónde vienen los minerales que hacen funcionar nuestros dispositivos, qué costo humano y ambiental tienen, y si estamos dispuestos a aceptar que el bienestar de unos se construya sobre el sacrificio de otros.

Hasta noviembre de 2023, la resistencia en Santiago del Estero había logrado contener el avance a gran escala. Pero la presión no ha cesado. Los precios de las tierras raras y el niobio siguen en alza, y la demanda estratégica es cada vez mayor. El yacimiento de Jasimampa sigue ahí, latente, como una promesa de riqueza para unos y una amenaza de destrucción para otros.

La guerra silenciosa que se libra en el monte santiagueño no ha terminado. Es una batalla por el agua, por la tierra, por la memoria y, en última instancia, por el derecho a decidir el propio futuro. El resultado de esta lucha, en un rincón olvidado de Argentina, podría ser un espejo de lo que nos espera como sociedad global.

 

Fuentes citadas y consultadas para la elaboración de este artículo:

Este relato se construyó con voces reales:

* Las palabras de Adolfo Farías y las comunidades de MOCASE-VC, recogidas por el Observatorio de Conflictos por los Recursos Naturales (OCRN) y Acción por la Biodiversidad (26 de octubre de 2011).

* Testimonios de vecinos de Sumampa y Ojo de Agua, publicados originalmente por ADIN Santiago.

* Documentos de la Dirección de Minería de Santiago del Estero sobre el proyecto “Bolland VI”.

* Denuncias de la Pastoral Social del Obispado de Santiago del Estero y la Red de Radios Comunitarias.

* Contexto histórico y legal basado en la Ley 24.196 (Ley de Promoción Minera, conocida como “Gioja-Menem”).

Este artículo no pretende ser neutral. Pretende ser humano.

Relatos de salamancas

 


Las "salamancas" son una creencia generalizada en la mesopotamia santiagueña: no hay localidad que no tenga en sus proximidades una salamanca. Todo varón que se destaque en la música, en la danza, en el juego, en el éxito con las mujeres, en los negocios, y en fin, en cualquier aspecto, es sospechado de haber aprendido en la salamanca, cueva en la que ha hecho tratos con el diablo. Todo aquel que quiera aprender muy rápido y con suma destreza alguna de esas artes, se encamina a la salamanca, y se convierte de este modo en un "estudiante" y un frecuentador asiduo. Pero de todas las artes, las más importantes y las más comunes están relacionadas con la música. También mujeres curanderas o brujas han aprendido allí. Pero generalmente las mujeres van sólo para tener tratos íntimos con el diablo y a entregarse a la bacanal, en el baile que allí adentro se desarrolla.

Los lugareños pueden señalar la entrada de la "cueva", que suele ser o un hueco en el borde de una barranca, o una hondonada dejada por el antiguo cauce del río o una aguada, en cuyo caso, la cueva está al fondo de ella. Pero la "cueva" propiamente no se ve: "se abre cuando el que va quiere dentrar", se desnuda y de repente pierde piso y cae en ella. Después de superar una serie de pruebas en el "umbral", el "estudiante" ingresa a ella. Allí se desarrolla una gran baile campesino orgiástico, todos desnudos, en medio del cual el diablo le enseña lo que él desea. Esa enseñanza y esos bailes son frecuentados por los "salamanqueros" de ahí en adelante, aún después de haber aprendido de modo excelente su arte.

Este complejo mito-ritual se remonta al período colonial y tal vez se hayan transformado en él antiguas creencias o rituales indígenas, y se hayan incorporado otras, negras. Los nombres con que allí se llama al Diablo: Diablu o Malu, en español, Supay, en quichua, y Mandinga, entre los negros, indican una interculturalidad constitutiva.

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Es común que cuando se pregunta por alguna historia de salamancas en las áreas rurales, de norte a sur y de este a oeste de la mesopotamia santiagueña, después de haber negado saber nada, los lugareños relaten varias historias y señalen lugares próximos, donde "todavía está una... antiiigua!...", o donde "hace poco se ha empezáo a escuchar..." (se escucha la música del baile que allí acontece). Historias de salamancas se recogen sobre todo en el campo, pero también las hay en las periferias de las ciudades: las salamancas siempre están en medio del monte, retiradas, cerca de los ríos, fluentes o muertos. Esos relatos, con frecuencia, transitan el bilingüismo: se cuenta todo en quichua o sólo partes, alternando quichua y español.

En general, las historias viejas se cuentan (en parte o totalmente) en quichua, pero cuando se habla de salamancas, aunque sean relatos recientes o actuales, aparecen siempre frases o términos quichuas, algunos de ellos muy propios para referirse a lo relacionado con estas "cuevas": caynitas, utulas o petisitus ("estitos", "pequeñitos" o "petisitos", como se llama a ciertos personajes que aparecen junto al Diablu), corajudus (que son quienes tienen el coraje suficiente para entrar a la salamanca), bichuscuna o bichus ("bichos", como se nombra a los animales que por allí merodean, y que recorren el cuerpo desnudo del "estudiante", como una de las primeras pruebas, en la entrada: arañas, víboras, lagartijas), ampalau o lampalagua ("ampalagua", también llamada en ese contexto "viborón", es una boa constrictor de la zona, de unos 5 y hasta 6 mts. de largo, una de las formas que toma el Diablu dentro de la salamanca).

El complejo mito-ritual de la salamanca

Se le llama "salamanca", en el área mesopotámica, a una cueva oculta en medio del monte, próxima a un brazo seco del río, o directamente ubicada en las barrancas viejas, o que se encuentra en el fondo de alguna laguna que han dejado las crecientes. [NOTA: La salamanca es un complejo mito-ritual extendido en todo el centro y noroeste argentino (Pagés Larraya 1996), pero aparentemente la creencia es mucho más intensa, y con una fuerza de vigencia incomparable, en la mesopotamia santiagueña. Sólo me ocupo aquí de su versión santiagueña.]

Es decir, siempre la salamanca guarda alguna relación con los ríos: con sus cauces abandonados o con sus desbordes, con los dos polos diferenciales (defecto y exceso) de los ríos.

Esta cueva subterránea sólo se abre cuando algún "estudiante" o "salamanquero" desea entrar: no se la ve, el propio suelo se abre. Nunca se ven las salamancas, son cuevas invisibles. "Estudiantes" son aquellos que se dirigen allí para aprender alguna destreza u adquirir algún don en que quieren sobresalir. Para ello deben establecer allí trato con el diablo, quien les enseñará. "Salamanqueros" son aquellos que han aprendido su arte, y que regresan a la salamanca sólo por placer. El diablo es también localmente llamado "Malu", o en quichua Supay, o con su nombre afro "Mandinga". También hay mujeres que van a la salamanca para hacerse "brujas" o para tener relaciones carnales con el demonio y los asistentes.

Determinados animales, sobre todo cuando aparecen juntos, señalan la presencia cercana de una salamanca: ampalaguas (víboras de gran tamaño, localmente llamadas "lampalaguas" o "viborón"), arañas, lagartijas o iguanas. Todos ellos son, en la comprensión general local, metamorfosis de lo diabólico.

"Estudiantes", salamanqueros y mujeres no deben permitir que se los siga cuando se dirigen a la salamanca, y sobre todo no deben ser vistos cuando están por entrar a la cueva. Si eso sucede, si son descubiertos en ese momento, se pierden, se desorientan totalmente, y enloquecen. En la entrada, deben despreciar a los representantes celestes de la fe cristiana: Jesucristo, la Virgen y San José, y una vez adentro no deben invocar su poder por nada.

También a la entrada deben desnudarse, y en el interior, la primera experiencia es una sesión de caricias realizadas por aquellos animales, que recorren todo el cuerpo, poniendo a prueba toda confianza. El/la ingresante no debe dejarse llevar por el temor, la repulsión o el terror, pase lo que pase, vea lo que vea, sienta lo que sienta. En varios relatos, el viborón se enrosca sobre sí, con su cabeza erecta al centro y el/la ingresante se debe sentar allí, permitiendo que el reptil recorra todas sus partes. Luego el Diablo/Supay/Mandinga toma diversas formas humanas y animales.

Allí dentro hay una gran fiesta, con música y baile, en la que participan todos desnudos, entregados a la bebida y a los placeres. El Diablo va enseñando a quienes desean aprender, quienes lo hacen muy rápidamente, adelantando varias etapas en cada visita. Pero si bien con esas artes tendrán facilitado el ascenso social, no podrán vivir de acuerdo con su riqueza: permanecerán viviendo como pobres (y hasta miserables), a pesar de hacer mucho dinero.

Las entradas a la salamanca tienen lugar a horas de la siesta y a la noche, cualquier día, aunque las "brujas" lo hagan sobre todo martes y viernes. Según la circulación mesopotámica de los relatos, hay muchas salamancas, próximas a diversas localidades, simultáneas. La multiplicidad, la alteración de las experiencias sensoriales (espaciales, temporales, eróticas) y el atravesamiento de las formas definidas (las metamorfosis) hacen a los modos de percepción y de acción "salamanqueros". Quien es asiduo a la salamanca obtiene aquel poder metamórfico y el don de la velocidad.

La presencia de una salamanca es reconocida en una zona porque se oye música de fiesta a la distancia, música de bombo, violín y guitarra (o bandoneón), música de chacareras, que es aquella forma musical con la que los "santiagueños" se identifican. De acuerdo con la abierta sociabilidad campesina, si hay fiesta, es el propio sonido de la música la invitación misma que los vecinos necesitan para asistir. Por lo tanto, al escuchar música, algunos vecinos de la zona deciden ir, con la sospecha de que se trate de una salamanca, ya que nadie ha hablado de que habría fiesta en esos días.

Todos quedan intrigados. La música de salamanca se escucha en un momento hacia un lado, en otro momento hacia otro, luego vuelve a cambiar hacia otro sitio, y así, quien decide seguirla, termina perdido en medio del monte, en una aterradora sensación de desconcierto y vulnerabilidad. Al otro día, los vecinos averiguan dónde hubo fiesta, y no la hubo. En el campo, si uno va a hacer fiesta con baile, necesita un permiso policial. En ello también se reconoce que se trataba de una salamanca: nadie solicitó permiso en el puesto policial de la zona.

Tres notas importantes me interesan destacar aquí:

1. La salamanca manifiesta su presencia porque se la escucha, y se la escucha como música de chacareras, ejecutada con sus instrumentos clásicos (guitarra o bandoneón, bombo y violín).

2. Quien no se dirige a ella con la intención de aprender algún arte, comienza a dar vueltas por detrás de la procedencia de la música, se interna en el monte y se pierde. El monte mesopotámico santiagueño, después de la explotación forestal de este siglo, es de altura mediana (3 mts.), con algunos árboles aislados, llano y monótono, lo cual impide (sobre todo por la noche), hasta a un conocedor, encontrar señales de orientación. Quien comienza a girar de aquí para allá, se pierde. La salamanca muestra una fuerte relación entre pérdida en medio del monte y locura, en el elemento de una música capaz de desorientar, tal vez por su extrema fluidez.

3. Se trata de un baile clandestino, móvil, no localizable, y que se realiza sin permiso policial. Siempre en los márgenes, en medio del monte, lejos de los espacios urbanos, pero también retirado de los asentamientos rurales y de las casas aisladas, en una liminariedad: "campo afuera" dicen los habitantes rurales (ese "afuera" que también señalaba la rezadora de Loreto hablando de las alumbradas del Día de Muertos, y el Oficial Principal de Villa Atamisqui, señalando dónde "se sigue la quichua"), donde tiene lugar una "communitas" dionisíaca, erótica y musical, rituales de inversión en los que se desprecia (se escupen, se pisan, se arrojan al suelo, se empujan violentamente, se niegan o maldicen) las imágenes y los nombres del cristianismo hegemónico (Turner 1970).

Una salamanca está provisoriamente "localizada" en un sitio, pero después de un tiempo se muda, a medianoche o en horas de la siesta. Es decir, se comporta como los ríos, yendo de un cauce a otro. Tal vez sea una vieja movilidad obligada, de cuando el río, al cambiar de curso y llenar el cauce viejo, la desplazaba. Ahora, a pesar de que los ríos han sido domesticados, cambia periódicamente de sitio.

Es creencia común, tanto en las áreas rurales como urbanas, que quien se destaca por su habilidad en la ejecución de un instrumento o en su inspiración poética para componer canciones ha pasado por una salamanca. Del mismo modo, quien tiene mucha suerte en el juego, o hace mucho dinero en poco tiempo, o danza de un modo espectacular, o tiene un especial poder de seducción. En todos estos casos, los salamanqueros son varones. Las mujeres sólo procuran allí la hechicería o el goce erótico y sexual.

Las salamancas siguen abundando hoy. En primer lugar, cuando uno pregunta si se sabe de alguna cerca, los lugareños siempre niegan. Lo mismo sucede cuando se pregunta si se sabe quichua o si se conoce algún "cementerio de indios" en las proximidades, como ya hemos visto. Avanzando la conversación o en otro encuentro, surgen las historias. Pero, en el caso de la salamanca, este segundo momento suele demorarse más, y se habla en voz baja, la voz se hace más íntima, las frases son breves, suspendidas, con entonaciones que suben y bajan a puntos extremos, y narraciones llenas de sobreentendidos, contadas a medias, en las que los salamanqueros son calladamente señalados.

Las salamancas proliferan en toda la mesopotamia santiagueña: hay una a 5 km. de Villa Atamisqui, en un paraje llamado La Bajadita; otra cerca de Soconcho; otra en Tiun Puncu, junto al gran "cementerio de indios" y a un costado del brazo seco del Dulce; en Taco Pozo, un poco más al norte; en Loreto Viejo, junto al lecho del Río Ñambí, que sólo recoge agua en verano, y se la escucha en las proximidades de su desembocadura en el Dulce; en Cruz Pozo, junto a Manogasta; en Maquito, cerca de la ciudad de Santiago; en Pozo Ckomer, cerca de Villa Robles y otra en una laguna de igual nombre, cerca de Loreto Viejo; en Tullitullu, cerca de Alasampa; en La Cañada; en Uritu Huasi; en La Loma; en Tusca Pozo; en El Aybal; otras dos en sendos remansos del Salado: Ampalausníoj y Mishíoj; en las lagunas de Jume Esquina; en La Bruja; en Río Verde, cerca de Mayupunta; en Lana Pozo ... Como pasa con los "cementerios de indios", no hay localidad que no tenga una que se escuche en sus proximidades.

La salamanca de Tuama, según me contara Doña Juana Torrez en 1996, estaba, hasta 1930, en la laguna que formaba un brazo del Dulce que se abría del cauce principal, y que hoy es un bajo, a unos 200 mts. del actual cauce, camino a Mili. Por aquella época, contaba Doña Juana, "el Dulce se voltió para aquel láo" (más al este, por donde pasa ahora) y la laguna se secó. En tonces un sacerdote "la había tapáo", lo que significa que la había bendecido. "Y la salamanca se jué, y ha'i d' ser que se ha ido nomás, porque ya no se escuchaba". Ahora ha vuelto, un poco más al sur de donde había estado, en la barranca vieja del río.

Cuando falleció Doña Juana en Septiembre de 1997, "se escuchaba clarito, música linda, todos esos días de la novena", me decía Olga, su hija, y la han seguido escuchando después. Con Olga fui a fines de 1997 al lugar donde había estado la antigua salamanca. Es una hondanada de unos 20 x 10 mts., que mantiene humedad y con bastante vegetación. Un muchacho le había contado a una de sus hijas que él conocía dónde había una nueva. Ellos ya sabían que había una porque la habían escuchado. Olga y sus hijos piensan que "seguro él ha querido estudiar algo, y por eso encontró". Sospechan que tal vez anda queriendo conquistar a alguna joven. Olga me confesaba que a ella le daba miedo ir a averiguar dónde está, o pasar cerca de la barranca, por los "bichos" que han aparecido: víboras y arañas.

 

Fuente: Indios Muertos, Negros Invisibles. La Identidad "Santiagueña" en Argentina. de José Luis Grosso

Principios y fines autonomistas