En el universo del folclore argentino, algunos nombres no se escriben, se sienten en el eco de los parches. Uno de ellos es el de Pedro Alberto Paz, “Pamperito”, el bombisto que convirtió un instrumento en un lenguaje del alma. Nacido un día como hoy en 1939 y partido físicamente un 18 de junio de 2002, su legado es ese ritmo inconfundible que aún late en la memoria colectiva.
Pamperito no solo tocaba
el bombo; lo habitaba. Forjó un estilo único, una sincopa que se hizo voz
propia. Su viaje musical comenzó con Los Hermanos Juárez, para luego sumar su
pulso a la música de Bailón Peralta Luna. Su talento era tan requerido como
indispensable; su repique acompañó a gigantes como Mercedes Sosa, Daniel Toro y
Martha y Waldo de los Ríos, dejando una huella sutil pero imborrable en cada grabación.
Había una época dorada,
en la que Red Star organizaba peñas que eran el termómetro de la escena. A la
entrada, con su proverbial aire señorial, estaba el animador Hugo Ocaranza. Y
había una frase que resumía una verdad absoluta: "Esta noche no hay peña,
Pamperito no pude venir...". Medio en serio, medio en broma, esa sentencia
consagraba lo que todos sabían: sin él, la fiesta estaba incompleta.
Con su rostro juvenil y
su bombo como extensión natural del cuerpo, Pamperito era la figura infaltable.
Era la garantía de que la noche tendría el compás correcto. Una anécdota lo
pinta de cuerpo entero: en el escenario de la Peña Salteña de Mar del Plata, el
gran “Ñato” Gramajo, otro titán del bombo, hizo una declaración que era a la
vez un elogio y un reconocimiento: "Yo toco hasta un tango con el bombo,
pero en Santiago está Pamperito, un joven bombisto que interpreta música
clásica". No había mayor honor.
Hoy, lo evocamos con los
versos que Miguel Brevetta Rodríguez le dedicó, un retrato en coplas que captura
su esencia juguetona y su corazón de niño:
Inflable
en las peñas/ la noche lo busca...
Traiganlo
a Pamperito/ con su bombo juguetón/ que se le sientan los parches/ de su niño
corazón.
No
le aflojes pega fuerte/ los parches van a aguantar...
Retumbo
musiquero/ se escucha palpitar/ tu bombo camorrero/ no cansa de sonar.
Santiago
no tendrá/ bombisto mejor.
Pamperito era más que un
músico; era el narrador de las alegrías, el picaflor soñador que derramaba
picardías con sus palillos. Su bombo no era solo de madera y cuero; era el
corazón juguetón de una tradición que late, con fuerza y con fiesta, para
siempre.

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