Por Luis Ernesto Melano
Profundizar en la vida y
obra de Pedro Evaristo Díaz, es conocer y aprender sobre el polifacético
entorno humano y cultural que fue atesorando en su dilatada existencia con los
que constituyó su gran acervo nativo tradicionalista, del que se sintió muy
orgulloso de pertenecer, acrecentar y defender.
Yo mismo me sorprendí
escribiendo estos comentarios porque el tema tratado por este enorme
santiagueño, autor de la zamba “Yo les pregunto por qué”, es muy hondo. Como
todo lo que escribió, nos convoca a reflexionar en un tiempo en que el hombre
cada vez es más individual y muchas veces, considerando el contexto en que
habita, esa individualidad hace que se equivoque llevándolo a perder la visión
de conjunto, de comunidad y por ello… duda.
Como hombre que nació y
vivió en el campo, Pedro Evaristo aprendió muy bien que pensar es crecer en
preguntas, incógnitas que van enriqueciendo la vida de una persona con una mirada
hacia todos los rumbos de la existencia porque somos de adentro para afuera.
Nuestro espacio interior busca permanentemente interpretar, conocer el afuera
que nos circunda, interpretarlo. Porque cuando pensamos, estamos yendo tras una
verdad como apartándonos de la vida, mirándola desde lejos y este acto, es lo
que nos permite dimensionar el aquí y ahora.
La pregunta detiene, es
como un semáforo interior. Como generalmente uno se indaga, Díaz se indagó
planteándose preguntas de orden existencial en esta letra: ¿Por qué a mí? ¿Por
qué la vida es tan injusta? ¿Por qué me limita y provoca este dolor?
Indudablemente, se realizó otras preguntas, pero la determinante es: ¿Por qué a
mí?
La letra de esta zamba
plantea una auténtica filosofía sobre la existencia dejando algo muy en claro:
la circunstancia que le tocó vivir. A veces, simplemente, no hay nada que
comprender. Parece fácil, pero no lo es. Por lo tanto, nos deja una enseñanza:
aprender a reparar en lo frágil y efímero que somos los seres humanos en este
universo donde lo único y seguro es el cambio permanente. Por eso las personas
no somos sino un “ir siendo”, un “vamos siendo”. Es en ese camino que debemos
ir cambiando, adaptándonos al nuevo momento que incesantemente se repite.
“Yo les pegunto por qué”,
profunda reflexión sobre la ceguera, expone una conversación consigo mismo
dolorosamente reflexiva. Por momentos es desesperada; el protagonista, Pedro
Evaristo Díaz, está enojado con el destino. Y aquí es bueno detenerse un
momento para dejar aclarado que muchas personas asocian el destino con la
suerte y esto no es correcto porque se trata de una confusión, no se ajusta a
la realidad de lo que estamos tratando. Refiero a este punto porque lo que
plantea este gran hombre es muy importante.
Veamos
entonces qué es la suerte. Tiene varias acepciones:
▪︎ La suerte que nos
sonríe hoy nos vuelve la espalda mañana. Por lo tanto, es voluble. Es decir,
cambia frecuentemente.
▪︎ La suerte está en
relación con sucesos contingentes del mundo, con algo que puede o no suceder.
▪︎ La suerte tiene algo
de superstición, como las brujas.
Veamos qué es el destino.
Tiene estos significados:
▪︎ El hombre viene al
mundo con un destino y ese destino es inmutable.
▪︎ El destino se
relaciona con los designios necesarios de la providencia.
▪︎ Cuando ya no podemos
con ciertas desdichas incomprensibles, ocultas en el espíritu universal, como
la “palma de los mártires” (significado que se le dio en la época
pre-cristiana, es decir cuando era una religión perseguida por el Imperio romano,
fue considerada como un símbolo de victoria del espíritu sobre lo terrenal y la
carne, así como un símbolo del renacimiento y de la inmortalidad.), invocamos
el favor del destino, esperanza de nuestros dolores.
▪︎ El destino remite,
refiere a algo de sistema, como la razón; algo de dogma, como la fe.
Si perder la visión es un
cambio profundo en la vida de una persona, debemos preguntarnos ¿cuál sería el
camino que conduce a enfrentar la nueva realidad? El camino es el cambio porque
ante esa pérdida total de la visión, una persona debe cambiar, prepararse para
enfrentar “el yo y mi circunstancia”.
Amargo
destino de andar sin llegar
Pero el asunto es
también, y lo más importante, “situarse, ponerse en el lugar de Evaristo”. De
hecho, lo mío es un intento de ponerme en su lugar escribiendo este artículo
para el que fui convocado, conociendo un poquito su personalidad a través de
sus letras y de los comentarios que me hiciera su nieto. Imagino su lucha, el
dolor que lo habrá ido carcomiendo porque, parafraseando a mi padre, Pedro
Evaristo Díaz “se vio como el ciego que sufre su amargo destino de andar sin
llegar”.
Para redactar el presente
y otros artículos sobre la vida de este gran autor y compositor, su nieto
Emilio Chuni Cardozo, me comentó muchos aspectos de la vida de su abuelo. Por
ejemplo, el diabetólogo que lo atendió le anticipaba sobre su enfermedad.
Contra ella, don Pedro tuvo que aprender a lidiar con las limitaciones de no
poder ver y aprender a ser paciente, entender que ante el desconocimiento a lo
que vendrá hay temor y porque cuando se deja de ver, se deja de ser una persona
con los mismos anhelos que cualquiera otra porque pasa a ser parte de un grupo
social que lucha contra cierta marginalidad, lucha contra muchos obstáculos y
sobre todo, debe desaprender lo aprendido aprendiendo a generar nuevos
aprendizajes.
Algo para lo que don
Pedro no tuvo tiempo: “…Lamentablemente a la semana falleció de un cuadro
depresivo total”. Él fue un hombre que toda su vida luchó, dada en el contexto
físico (campo) y humano de su tiempo. Durísimo para una persona que siempre
estuvo en actividad verse de pronto completamente limitado, emocionalmente sin
fuerzas para afrontar su circunstancia. Por eso la contundencia de los versos:
…y se ha metido en mi
ojos/que cruel ha sido el destino.
…y condenado a que
viva/esta inmensa oscuridad.
…la luz que necesitaba/me
ha traicionado el destino (expresada con tanta vehemencia y crudeza,
personificando al destino por “haberlo tratado tan mal”).
…llega la noche y me
cubre/con su oscuro manto negro.
…hasta el lucero
perdido/ninguno se compadece.
…yo les pregunto por
qué/le niegan la luz a un ciego.
Los versos finales de
cada estrofa son construcciones metafóricas maravillosas que, una vez más,
muestran su sensibilidad dentro de la circunstancia “extrema que atravesaba”
pero que simultáneamente y vaya uno a saber de dónde (¿acaso en Dios?), en
medio de su agonía (lucha), sacó fuerzas para transformar volcando su dolor en
bellas metáforas. Y aquí es donde advierto cómo se agiganta la figura, el ser
de Pedro Evaristo Díaz.
La música y sentida
interpretación en la voz de "Chuni" Cardozo, van de la mano con lo
que propone la letra, haciendo de ambas una hermosa conjunción de sentimientos.
En “lo más ancho del
cielo”, seguramente don Pedro mirará desde su alma cómo la vida terrenal
continúa su marcha. Somos nosotros quienes tenemos el deber de prestar atención
al mensaje que nos dejó: luchar siempre, aprovechar la luz que nos permite
discernir y aprovechar los momentos que vivimos, pero fundamentalmente, salir a
“ganarnos la luz que nos fue prestada”, honrar la vida como lo hiciera Pedro
Evaristo Díaz.
¿No es acaso filosofía de
vida lo que nos propone Pedro Evaristo Díaz en su letra? Nos levantamos y vemos
la luz de un nuevo amanecer: podemos tocar, oír, saborear, damos por hecho que
nuestros sentidos funcionarán a pleno como cada día. Normalmente no nos detenemos
a pensar en ello. Lo hacemos generalmente cuando atravesamos un problema de
salud. En el caso que nos ocupa, me pregunto ¿cómo será vivir, relacionarse con
todo lo cotidiano sin la vista de ayer?
Yo
les pregunto por qué
Autor: Pedro Evaristo Díaz / Música: Emilio "Chuni" Cardozo

No hay comentarios.:
Publicar un comentario