domingo, 23 de noviembre de 2025

La Memoria Viva del Folclore: Una Tarde con Don Miguel Simón

En una charla que fue como abrir un baúl de recuerdos, el legendario músico santiagueño nos regaló pedazos de historia viva. Entre anécdotas de Yupanqui y el eco de sus hermanos, su voz pintó el retrato de un Argentina que late en cada chacarera.




Su voz llega con ese temblor dulce que tienen los que han cantado toda la vida, como si las cuerdas vocales guardaran el eco de todas las zambas que alguna vez interpretó. Don Miguel Simón habla despacio, eligiendo cada palabra con el cuidado de quien sabe que está contando algo importante. No es una entrevista, es como escuchar a tu abuelo más querido remover los recuerdos. Y entre esos recuerdos, late la historia entera de nuestro folclore.

Los primeros acordes: cuando todo era patio criollo y radio recién nacida

"Ah, usted me pregunta por Buenos Aires...", dice con una sonrisa que se adivina incluso por teléfono. "La última vez fue el año pasado, no. Pero para trabajar... eso fue en el 50". Hace una pausa, como buscando en su memoria. "Aunque ya habíamos venido antes, con mis hermanos, a actuar en el 43, 45... hasta que al fin pudimos grabar".

Al mencionar a sus hermanos, su voz cambia. Se vuelve más íntima. "Éramos cinco hermanos, ¿sabe? Cuatro varones y Juanita, que tenía una voz... una voz que cortaba el aire". Se le quiebra levemente el tono. "El conjunto cambió con los años. La vida nos fue llevando a algunos... José, el mayor, Juan... los fundadores". Y entonces, con orgullo de padre, añade: "Después entró mi hijo Miguelito, con su guitarra. Él fue de los primeros en llevar nuestro sonido a Buenos Aires con La Tropilla".

Y es que Don Miguel tiene muy claro su lugar en la historia. "A veces la gente no lo sabe, pero nosotros venimos antes que muchos de los que después se hicieron famosos. Tengo los papeles que lo prueban: ya en 1935 estábamos actuando en el cine 'El Progreso'. Además, fuimos los que inauguramos la LV11, ¿se imagina? Esa emisora que pertenecía a los doctores Castillón... Épocas inolvidables".

La esencia de lo auténtico: sin magia, sin trucos

Cuando habla de música, Don Miguel se apasiona. "Nosotros siempre fuimos... ¿cómo le digo? Auténticos. Nada de magia, nada de inventar lo que no existe". Su voz se firme, convencida. "No nos especializamos en técnicas complicadas, pero éramos de los que mantenían lo verdadero. No inventamos nada, no pusimos adornos de esos que ahora se usan".

Y entonces se entusiasma, como si tuviera que transmitir algo urgente: "Lo importante, lo que nunca descuidamos, era cómo los instrumentos acompañaban la voz. La mano izquierda en la voz... esa es la verdadera melodía del canto". De repente, con sus palabras, te transporta a esos paisajes que describe: "Cuando uno está en el campo, escuchando una vidala... es que le juro que dan ganas de llorar. Pero cuando se juntan dos voces, y la segunda armoniza... es algo que te pone la piel de gallina".

Te describe escenas que parecen cuadros: "Allá, en la zona del río Dulce, o por el Salado... todavía se mantiene esa costumbre de que la familia canta junta. La hermana, la señora, el padre... todos. En carnaval, las mujeres con los hombres cantando vidalas... Es maravilloso. Y es una pena que mucha gente no lo conozca, pero es que hay que buscar, como decía Yupanqui, 'el rastro del camino verdadero'".

Amistades que marcaron época

"Con Atahualpa...", dice, y su voz se carga de nostalgia. "Éramos muy amigos. Recuerdo que cuando viví en Jujuy, veníamos por los Valles Calchaquíes... Yupanqui siempre nos tuvo cariño. Incluso en un recital, hace no mucho, mencionó a 'mis amigos los Hermanos Simón'. Nos consideraba como hermanos". Hace una pausa significativa. "Era un hombre... especial. No muy dado a estas cosas, pero con nosotros se abría. Hasta desde París me escribía".

Renacer después de la tormenta

La conversación toma un giro más serio cuando habla de los momentos difíciles. "Después que murieron mis hermanos... y yo tuve el accidente...". Respira hondo. "Un vehículo sin frenos me llevó por delante. Me quebró la cadera. Por eso ahora ando con este bastón". Pero inmediatamente se repone, con esa resiliencia que caracteriza a los grandes. "Pero mire, gracias a Dios estoy bien. Y lo más importante: he vuelto a grabar, a actuar... Estoy recuperando el tiempo perdido".

Y es que, a sus años, Don Miguel tiene proyectos que lo ilusionan como a un joven. "Estamos cerrando algo hermoso: un long play con 12 obras de Julio Argentino Jerez. Junto a Sixto Palavecino, Carlos Carabajal... Gente de primera. Ya está todo casi listo, en cualquier momento empezamos a grabar". Se le nota la emoción al contarlo.

Al despedirnos, queda flotando en el aire la sensación de haber conversado con una parte viva de nuestra historia. Don Miguel, con su bastón y sus recuerdos, con sus proyectos nuevos y sus anécdotas viejas, nos deja una lección sin pretenderlo: la autenticidad no pasa de moda. En un mundo de fuegos artificiales musicales, su testimonio nos recuerda que lo verdadero perdura, aunque no grite. Como esas vidalas que cantan las familias en el campo, su legado sigue latiendo, esperando que nuevas generaciones se acerquen a escuchar, a aprender, a sentir. Porque el folclore, al final, no son solo canciones: es la memoria musical de un pueblo. Y Don Miguel es, sin duda, uno de sus guardianes más preciados.

Fuente: Entrevista a Miguel Simón realizada por Héctor Larrea en Radio Rivadavia, fragmentos musicales y declaraciones en el programa cultural (año 1980 aproximadamente, por contexto histórico mencionado).

 

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