miércoles, 10 de diciembre de 2025

Bialet Massé y el informe que mostró la miseria oculta de la argentina:

Bialet Massé y la radiografía que NADIE quiso leer | Por Damian Leandro Zanni

Mujeres: las más explotadas

 

En 1904, cuando la Argentina se mostraba al mundo como “granero del mundo”, hubo un hombre que se animó a mirar detrás del decorado. Ese hombre fue Juan Bialet Massé, un médico catalán, abogado, agrónomo y docente, que además de todo eso tenía algo más importante: coraje para decir la verdad.

El gobierno de Julio A. Roca, inquieto por el creciente conflicto social y las luchas obreras, le encargó un Informe sobre el Estado de las Clases Obreras. Querían saber “cómo vivían y trabajaban los obreros”. Seguro no esperaban lo que Bialet iba a encontrar.

El resultado: casi 1500 páginas donde retrató el país real, el que NO aparecía en los discursos ni en los balances de exportaciones. Un país lleno de miseria, explotación, conventillos, obrajes semifeudales, niños trabajando, mujeres quebradas por el esfuerzo, indígenas sometidos, peones endeudados de por vida y patrones que manejaban provincias como feudos.

Ese informe, por decir la verdad demasiado crudamente, fue cajoneado. Y recién muchas décadas después se lo empezó a reconocer como fundamento del Derecho Laboral argentino.

Un viaje al país profundo, sin maquillaje

Para hacer el informe, Bialet no se quedó en una oficina. Se tiró al barro. Literalmente.

Viajó en trenes de carga, sulky, caballo, barco o a pie. Recorrió estancias, obrajes, minas, ingenios azucareros, tolderías indígenas, conventillos urbanos y pueblos donde no había ni luz ni agua.

Lo dijo un jurista cordobés:

“Bialet recorrió la campaña argentina como un cirujano en busca de la enfermedad, mostrando las llagas sin anestesia.”

Y lo que vio fue un país floreciente en exportaciones, pero hundido en pobreza:

Jornadas extenuantes.

Salarios miserables.

Viviendas que eran ranchos o ratoneras.

Niños trabajando como adultos.

Obreros que cobraban con vales imposibles de canjear.

Indígenas tratados como mano de obra descartable.

Mujeres sosteniendo familias enteras en condiciones infrahumanas.

Lo que encontró: pobreza estructural y explotación brutal

1. Una Argentina rica… pero para pocos

Bialet veía el contraste: barcos llenos de trigo y maíz rumbo a Europa, mientras en el interior:

se vivía en hacinamiento, sin baños, sin comida suficiente, sin escuelas, sin descanso dominical, sin derechos.

2. Los conventillos: la vergüenza urbana

Para él, los conventillos de las ciudades eran:

“RATONERAS armadas contra el pudor y la virtud del pueblo.”

Habitaciones mínimas, humedad, enfermedades, familias enteras en un solo cuarto y un solo baño para decenas de personas.

Hacinamiento absoluto.

3. Obrajes y zafras: semi-esclavitud

En Tucumán, Salta y Jujuy encontró obrajes donde se trabajaba: 14 o 16 horas, con pagos atrasados o vales, endeudando al obrero para que nunca pudiera irse.

Y advirtió algo que parecía profético:

“O hay LEY que regule jornada y descanso, o habrá HUELGAS que ningún poder podrá evitar.”

Tenía razón.

4. Mujeres: las más explotadas

El propio Bialet escribe:

“La mujer trabajadora es la BESTIA DE CARGA de la familia.”

Describe planchadoras y lavanderas tucumanas que trabajaban de 6 de la mañana a 6 de la tarde, por un peso por día, bajo un árbol, con tarros de petróleo como herramientas.

Mujeres que trabajaban para evitar que sus hijos pasen hambre, muchas veces quedándose ellas sin comer.

Un informe incómodo para los dueños del poder

Bialet escribía con una sinceridad brutal:

“No se curan llagas ocultándolas.

Hay que mostrarlas en toda su desnudez.”

Y eso fue un problema.

Porque el informe dejaba mal parados a: la oligarquía terrateniente, los industriales, los políticos del orden conservador, y el propio Estado.

Así que el destino del informe fue simple: OLVIDO.

Pero sus ideas dieron base a lo que después sería: el contrato de trabajo, el descanso semanal, la regulación del trabajo infantil, la protección de la mujer, la seguridad e higiene, los accidentes de trabajo, la idea misma de un derecho laboral argentino.

La pregunta que sigue vigente

Después de dejarlo todo, Bialet murió en 1907, pobre y olvidado.

Qué concluye el informe de Bialet Massé

El informe muestra con crudeza que, detrás de la prosperidad económica y la expansión agroexportadora de comienzos del siglo XX, había una realidad social de grave injusticia, explotación y pobreza estructural. Salarios miserables, jornadas extenuantes, viviendas miserables, trabajo infantil y de mujeres, condiciones de vida degradantes —todo eso convivía con los barcos cargados de granos rumbo al exterior.

Denuncia que la riqueza del país no se traducía en bienestar para la mayoría: la bonanza se concentraba en unas cuantas élites (terratenientes, exportadores, industriales), mientras que la gran masa de trabajadores —criollos, inmigrantes, indígenas, mujeres, niños— sufría precariedad, explotación y marginalidad.

Pone las bases para un nuevo paradigma: la idea de que el trabajo debe estar regulado, que deben existir normas que protejan al obrero, leyes sobre jornada, descanso, trabajo infantil, vivienda digna, higiene y seguridad laboral. Es decir: anticipa lo que sería el derecho del trabajo en Argentina.

En definitiva —el Informe de Bialet Massé es una RADIÓGRAFA SOCIAL: revela las “llagas” de un país que exportaba riqueza, pero profundizaba la desigualdad. Es un documento honesto, incómodo, fundamental si uno quiere entender los orígenes reales del trabajo asalariado en Argentina.

 Qué significa que la Argentina fuera una “potencia” en ese momento… y por qué esa potencia estaba fracturada

En ese período (finales del siglo XIX – comienzos del XX), la Argentina vivía un auge agroexportador: sus pampas producían granos, carne, materias primas. Se expandían la agricultura, la ganadería, los ferrocarriles y el comercio exterior. Gracias a eso, hubo un crecimiento económico notable: población, producción, exportaciones crecieron fuertemente.

Esa “potencia económica” venía junto a una gran entrada de inmigrantes: obreros, campesinos europeos, que llegaron buscando mejorar su vida. Esa mezcla social —inmigrantes, indígenas, criollos— fue la fuerza de trabajo que sostuvo el auge.

Pero el hecho de que Argentina generara riqueza para exportar no implicaba que esa riqueza se distribuyera. Al contrario: la concentración de la tierra, del capital, de los medios de producción, y la ausencia de leyes laborales (o su aplicación casi nula) —eso generaba riqueza para pocos, pobreza para muchos. El “éxito” macro-económico convivía con miseria social.

En ese sentido: la “potencia” era real en el plano internacional —Argentina exportaba, producía, crecía—, pero era una potencia desigual, construida sobre la explotación, la precariedad laboral y la opresión de los más débiles. Bialet Massé mostró ese costado oculto, tan real como sangrante.

Conclusión final: la paradoja de una Argentina poderosa y una sociedad fracturada

La historia de la Argentina de comienzos del siglo XX —grande exportadora, rica en recursos, “puente hacia Europa” gracias a su producción agropecuaria y su inmigración masiva— está marcada por una contradicción profunda. En la superficie: prosperidad, crecimiento, modernización. Pero en sus cimientos: desigualdad brutal, explotación laboral, marginación y sufrimiento humano.

El informe de Bialet Massé nos recuerda que no basta producir riqueza para ser potencia — es central cómo se distribuye esa riqueza, qué derechos tienen las personas que la producen, y qué dignidad social se respeta.

Y esa lección sigue vigente: una potencia económica sin justicia social, con explotación o precariedad, es un éxito incompleto.

Pero su pregunta, la última, sigue siendo actual:

¿Qué diría hoy Bialet si recorriera otra vez los caminos del país?

¿Volveríamos a guardar en un cajón sus conclusiones?

El informe de 1904 no solo mostró cómo vivía el pueblo argentino:

mostró cómo una Nación puede crecer hacia afuera mientras se desangra hacia adentro.

Y por eso sigue siendo un texto que molesta.

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