Bialet Massé y la radiografía que NADIE quiso leer | Por Damian Leandro Zanni
En 1904, cuando la
Argentina se mostraba al mundo como “granero del mundo”, hubo un hombre que se
animó a mirar detrás del decorado. Ese hombre fue Juan Bialet Massé, un médico
catalán, abogado, agrónomo y docente, que además de todo eso tenía algo más
importante: coraje para decir la verdad.
El gobierno de Julio A.
Roca, inquieto por el creciente conflicto social y las luchas obreras, le
encargó un Informe sobre el Estado de las Clases Obreras. Querían saber “cómo
vivían y trabajaban los obreros”. Seguro no esperaban lo que Bialet iba a encontrar.
El resultado: casi 1500
páginas donde retrató el país real, el que NO aparecía en los discursos ni en
los balances de exportaciones. Un país lleno de miseria, explotación,
conventillos, obrajes semifeudales, niños trabajando, mujeres quebradas por el esfuerzo,
indígenas sometidos, peones endeudados de por vida y patrones que manejaban
provincias como feudos.
Ese informe, por decir la
verdad demasiado crudamente, fue cajoneado. Y recién muchas décadas después se
lo empezó a reconocer como fundamento del Derecho Laboral argentino.
Un
viaje al país profundo, sin maquillaje
Para hacer el informe,
Bialet no se quedó en una oficina. Se tiró al barro. Literalmente.
Viajó en trenes de carga,
sulky, caballo, barco o a pie. Recorrió estancias, obrajes, minas, ingenios
azucareros, tolderías indígenas, conventillos urbanos y pueblos donde no había
ni luz ni agua.
Lo
dijo un jurista cordobés:
“Bialet recorrió la
campaña argentina como un cirujano en busca de la enfermedad, mostrando las
llagas sin anestesia.”
Y lo que vio fue un país
floreciente en exportaciones, pero hundido en pobreza:
Jornadas extenuantes.
Salarios miserables.
Viviendas que eran
ranchos o ratoneras.
Niños trabajando como
adultos.
Obreros que cobraban con
vales imposibles de canjear.
Indígenas tratados como
mano de obra descartable.
Mujeres sosteniendo
familias enteras en condiciones infrahumanas.
Lo
que encontró: pobreza estructural y explotación brutal
1. Una Argentina rica…
pero para pocos
Bialet veía el contraste:
barcos llenos de trigo y maíz rumbo a Europa, mientras en el interior:
se vivía en hacinamiento, sin baños, sin comida suficiente, sin escuelas, sin descanso dominical, sin derechos.
2. Los conventillos: la
vergüenza urbana
Para él, los conventillos
de las ciudades eran:
“RATONERAS armadas contra
el pudor y la virtud del pueblo.”
Habitaciones mínimas,
humedad, enfermedades, familias enteras en un solo cuarto y un solo baño para
decenas de personas.
Hacinamiento
absoluto.
3. Obrajes y zafras:
semi-esclavitud
En Tucumán, Salta y Jujuy encontró obrajes donde se trabajaba: 14 o 16 horas, con pagos atrasados o vales, endeudando al obrero para que nunca pudiera irse.
Y advirtió algo que
parecía profético:
“O hay LEY que regule
jornada y descanso, o habrá HUELGAS que ningún poder podrá evitar.”
Tenía
razón.
4. Mujeres: las más
explotadas
El propio Bialet escribe:
“La mujer trabajadora es
la BESTIA DE CARGA de la familia.”
Describe planchadoras y
lavanderas tucumanas que trabajaban de 6 de la mañana a 6 de la tarde, por un
peso por día, bajo un árbol, con tarros de petróleo como herramientas.
Mujeres que trabajaban
para evitar que sus hijos pasen hambre, muchas veces quedándose ellas sin
comer.
Un informe incómodo para
los dueños del poder
Bialet escribía con una sinceridad
brutal:
“No se curan llagas
ocultándolas.
Hay que mostrarlas en
toda su desnudez.”
Y eso fue un problema.
Porque el informe dejaba mal parados a: la oligarquía terrateniente, los industriales, los políticos del orden conservador, y el propio Estado.
Así que el destino del
informe fue simple: OLVIDO.
Pero sus ideas dieron base a lo que después sería: el contrato de trabajo, el descanso semanal, la regulación del trabajo infantil, la protección de la mujer, la seguridad e higiene, los accidentes de trabajo, la idea misma de un derecho laboral argentino.
La pregunta que sigue
vigente
Después de dejarlo todo,
Bialet murió en 1907, pobre y olvidado.
Qué concluye el informe
de Bialet Massé
El informe muestra con
crudeza que, detrás de la prosperidad económica y la expansión agroexportadora
de comienzos del siglo XX, había una realidad social de grave injusticia,
explotación y pobreza estructural. Salarios miserables, jornadas extenuantes,
viviendas miserables, trabajo infantil y de mujeres, condiciones de vida
degradantes —todo eso convivía con los barcos cargados de granos rumbo al
exterior.
Denuncia que la riqueza
del país no se traducía en bienestar para la mayoría: la bonanza se concentraba
en unas cuantas élites (terratenientes, exportadores, industriales), mientras
que la gran masa de trabajadores —criollos, inmigrantes, indígenas, mujeres,
niños— sufría precariedad, explotación y marginalidad.
Pone las bases para un
nuevo paradigma: la idea de que el trabajo debe estar regulado, que deben
existir normas que protejan al obrero, leyes sobre jornada, descanso, trabajo
infantil, vivienda digna, higiene y seguridad laboral. Es decir: anticipa lo
que sería el derecho del trabajo en Argentina.
En definitiva —el Informe
de Bialet Massé es una RADIÓGRAFA SOCIAL: revela las “llagas” de un país que
exportaba riqueza, pero profundizaba la desigualdad. Es un documento honesto,
incómodo, fundamental si uno quiere entender los orígenes reales del trabajo
asalariado en Argentina.
Qué significa que la Argentina fuera una
“potencia” en ese momento… y por qué esa potencia estaba fracturada
En ese período (finales
del siglo XIX – comienzos del XX), la Argentina vivía un auge agroexportador:
sus pampas producían granos, carne, materias primas. Se expandían la
agricultura, la ganadería, los ferrocarriles y el comercio exterior. Gracias a
eso, hubo un crecimiento económico notable: población, producción,
exportaciones crecieron fuertemente.
Esa “potencia económica”
venía junto a una gran entrada de inmigrantes: obreros, campesinos europeos,
que llegaron buscando mejorar su vida. Esa mezcla social —inmigrantes,
indígenas, criollos— fue la fuerza de trabajo que sostuvo el auge.
Pero el hecho de que
Argentina generara riqueza para exportar no implicaba que esa riqueza se
distribuyera. Al contrario: la concentración de la tierra, del capital, de los
medios de producción, y la ausencia de leyes laborales (o su aplicación casi
nula) —eso generaba riqueza para pocos, pobreza para muchos. El “éxito”
macro-económico convivía con miseria social.
En ese sentido: la
“potencia” era real en el plano internacional —Argentina exportaba, producía,
crecía—, pero era una potencia desigual, construida sobre la explotación, la
precariedad laboral y la opresión de los más débiles. Bialet Massé mostró ese
costado oculto, tan real como sangrante.
Conclusión
final: la paradoja de una Argentina poderosa y una sociedad fracturada
La historia de la
Argentina de comienzos del siglo XX —grande exportadora, rica en recursos,
“puente hacia Europa” gracias a su producción agropecuaria y su inmigración
masiva— está marcada por una contradicción profunda. En la superficie:
prosperidad, crecimiento, modernización. Pero en sus cimientos: desigualdad
brutal, explotación laboral, marginación y sufrimiento humano.
El informe de Bialet
Massé nos recuerda que no basta producir riqueza para ser potencia — es central
cómo se distribuye esa riqueza, qué derechos tienen las personas que la
producen, y qué dignidad social se respeta.
Y esa lección sigue vigente:
una potencia económica sin justicia social, con explotación o precariedad, es
un éxito incompleto.
Pero su pregunta, la
última, sigue siendo actual:
¿Qué diría hoy Bialet si
recorriera otra vez los caminos del país?
¿Volveríamos a guardar en
un cajón sus conclusiones?
El informe de 1904 no
solo mostró cómo vivía el pueblo argentino:
mostró cómo una Nación
puede crecer hacia afuera mientras se desangra hacia adentro.
Y por eso sigue siendo un
texto que molesta.

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