domingo, 25 de mayo de 2025

Santiago del Estero en 1810: La Revolución que despertó en el corazón del pueblo

 


Por Luis Alén Lascano

En Santiago del Estero, junio habría de ser el mes definitorio de los acontecimientos favorables a la Revolución de Mayo. "Las noticias de los sucesos de Mayo llegaron a Santiago del Estero por medio de viajeros que salieron de Buenos Aires cruzando el país de sur a norte en los primeros días de junio", sostuvo el historiador Alfredo Gargaro.

Y el 10 de junio se asentaba en forma oficial que el alcalde de Primer Voto, don Domingo Palacio, como único miembro del Cabildo presente entonces en la ciudad, daba cuenta de haber recibido por el correo ordinario dos comunicaciones de Buenos Aires, del Cabildo porteño y de la junta gubernativa, que avisaba haberse constituido como autoridad suprema a consecuencia de  los sucesos de la Península y la renuncia del virrey Cisneros. 

Ante la sugestiva ausencia de los restantes capitulares, el alcalde Palacio dejó constancia de esa recepción y mandó citar a  todos los miembros del cuerpo para resolver la complcicada  situación que debía afrontar.

Esa reunión recién pudo celebrarse el 25 de junio, constando en el Acta respectiva el haberse tratado "el oficio que el Exmo.  Cabildo de Buenos Aires en que manifiesta a las ciudades interiores la instalación de la Junta Provisional Gubernativa" por lo que solicitaba la elección de un representante santiagueño  para decidir sobre la forma de gobierno.  Y en otra correspondencia, el gobernador intendente de Córdoba por la posta del 17 de junio transmitía buenas noticias llegadas de España, con la oculta intención de concitar adhesiones a su causa, y por último, del gobernador intendente de Salta don José de Medeiros que el ex virrey Cisneros repuso en el cargo. 

Los cabildantes resolvieron cautamente "que se suspenda por ahora toda determinación hasta que resuelva como jefe inmediato el señor gobernador interino de la provincia, deseando este ayuntamiento el mejor acierto".  Si bien podía durarse de una resolución definitoria, el Cabildo debía proceder cuidadosamente ante la incierta y un tanto contradictoria situación que traían las noticias recibidas en  Santiago del Estero. No debe olvidarse que los rebeldes cordobeses recién dejaron esa capital el 31 de julio y en esos momentos parecían todavía fuertes en ella, con una peligrosa  cercanía geográfica al territorio santiagueño.  Además, en el orden institucional, Santiago dependía de la

Gobernación Intendencia de Salta, juntamente con Tucumán, Catamarca y Jujuy. Y las disidencias localistas todavía mantenían sus divisiones salteñas y se disputaban la gobernación don Nicolás Severo de Isasmendi, nombrado por el ex virrey  Cisneros y reemplazado el 9 de junio de 1810 por el coronel  Joaquín Mestre, que no llegó a ocupar el cargo y, finalmente,  para terminar con tales entredichos la Junta nombró a Chiclana  el 16 de julio -como dijimos- y una vez superada la situación  cordobesa recién pudo asumir a fines de agosto.  Esas cuestiones conflictivas justificaban en parte las dudas santiagueñas. Acrecentadas por las distancias de los grandes centros, la incomunicación persistente en el interior, las versiones interesadas o tendenciosas que llegaban a la ciudad, y los propósitos subalternos que incidían en grupos o individuos actuantes en esos momentos.  Sin embargo, frente a esa parálisis se alzó una voz decidida,

impetuosa y enfervorizada que llegó a conmover los estratos populares y sostuvo una adhesión terminante al nuevo orden surgido en Mayo. Era la de Juan Francisco Borges, que impuso el pronunciamiento santiagueño, vislumbró una estrategia especial e hizo jugar a Santiago del Estero un papel  preponderante en el sostenimiento revolucionario de los pueblos  convocados a Buenos Aires "para establecer la forma de  gobierno que se considere más conveniente", según rezaba la  invitación recibida de la Junta. 

Borges se encontraba ahora en su ciudad natal desde 1808 por  lo que decía: "Dos años ha que llegué después de una larga  peregrinación por España y otras partes de Europa, y desde mi  regreso empecé a sentir, como los demás de mis compatriotas,  los fatales efectos del injusto despotismo".

Era verdad, porque después de una vida casi aventurera, con  frecuentes viajes al Alto Perú, había recibido gratificaciones de  la corona debido al sacrificio de su padre que ofrendó la vida en  defensa del orden real contra las insurrecciones indígenas, y  viajó a España para reclamarlas, en 1802. 

Luego de visitar otras partes de Europa tuvo sus primeros enfrentamientos con los miembros del Cabildo santiagueño que  le exigían subordinación a su autoridad, al tiempo que  encontraba la solidaridad de los hombres de armas y el  comandante de dichas fuerzas en claro preludio de las divisiones  entre la civilidad y el ejército que más tarde tendrían lugar en  Buenos Aires.

Al mismo tiempo Borges se inició en la conspiración revolucionaria al modo europeo y republicano cuyos hilos movía desde Salta don José Moldes. En esta red subversiva participaban Nicolás Laguna en Tucumán, Tomás Allende en Córdoba, Clemente Díaz Medina en La Paz, Mariano de  Medina en Cochabamba y los nombres más representativos de  Salta, que luchaban por la independencia antes de 1809. "Y obraron a favor de la causa -decía Moldes en su exposición de  servicios- tan pronto como les fue posible, justamente en un  tiempo que no teníamos más patria, ejército, ni garante que el  pescuezo". 

Con esos antecedentes no resultaba extraña la agitación revolucionaria promovida por Borges en Santiago, secundado por el comandante de Armas, José Cumulat, el comandante Alonso Araujo, especial amigo de Cornelio Saavedra y los  militares de la ciudad, en tanto pequeños grupos de españoles y  cabildantes, preparaban su ofensiva para continuar en el  usufructo de los cargos públicos. 

Mientras así se preparaban ambos grupos y ganaban popularidad las convocatorias borgistas, se recibió la  comunicación salteña de haber jurado reconocimiento a la Junta  el 19 de junio, ratificada por San Miguel de Tucumán el 26 de  junio en Cabildo Abierto, y Catamarca que había realizado una  pacífica asamblea similar el día 22. 

El 29 de junio los cabildantes Domingo Palacio, José Manuel  Achával, Francisco Solano Paz y Pedro José Lami, se reunían  para "abrir un pliego del Señor Gobernador Intendente de esta  Provincia que acaba de llegar por el presente correo". Se refería  a "la obediencia que ha dado en aquella Capital de Salta por las  noticias ocurridas en la de Buenos Aires". Y en consecuencia  estos capitulares "acordamos que siguiendo el mismo orden y  obedecimiento a la expresada junta se dé cuenta en esta misma  fecha de haberlo así efectuado". 

No era posible otra resolución, y en ella coincidían los  anhelos populares acaudillados por Borges y el ordenamiento  institucional dependiente de la autoridad salteña.

Llevado entonces por los sucesos, el Cabildo comunicó  rápidamente a Buenos Aires por nota de ese día, que "aunque  este Ayuntamiento había prestado en su corazón todo  obedecimiento a esa Superior Junta Gubernativa [...] suspendió  en hacerlo hasta las resultas del Gobierno Intendencia del  Distrito deseando guardar el orden establecido [...] nos previene  la religiosa conducta de Salta en obedecer sin discutir y en el  mismo día de su recibo ha reconocido y obedecido este Cabildo  solemnemente las altas facultades y superioridades de V.E."

Si con ello se querían cubrir las vacilaciones anteriores, el  Cabildo trasuntaba medroso acatamiento a los superiores  burocráticos, pero la vida ciudadana latía afuera y alentaba las  expectativas exteriorizadas popularmente y que se impondrían  después.

Es que al día siguiente de esas decisiones el Cabildo volvía a reunirse para determinar el listado de los invitados y efectuó la convocatoria al Cabildo Abierto que debía elegir al diputado solicitado por la Junta de Buenos Aires, para el 2 de julio inmediato.

Aquí iba a quedar definido el papel protagónico de Borges y  su núcleo patriótico al enfrentar la oligarquía capitular y quedar  alineados los sectores santiagueños de diferenciación política, en  anticipo de futuros partidos.

Fuente: Los episodios precursores y la Revolución de Mayo  en Santiago del Estero. Subsecretaría de Cultura de Santiago del

Estero. 2009.

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