Por Luis Alén Lascano
En
Santiago del Estero, junio habría de ser el mes definitorio de los
acontecimientos favorables a la Revolución de Mayo. "Las noticias de los
sucesos de Mayo llegaron a Santiago del Estero por medio de viajeros que
salieron de Buenos Aires cruzando el país de sur a norte en los primeros días
de junio", sostuvo el historiador Alfredo Gargaro.
Y el 10 de junio se asentaba en forma oficial que el alcalde de Primer Voto, don Domingo Palacio, como único miembro del Cabildo presente entonces en la ciudad, daba cuenta de haber recibido por el correo ordinario dos comunicaciones de Buenos Aires, del Cabildo porteño y de la junta gubernativa, que avisaba haberse constituido como autoridad suprema a consecuencia de los sucesos de la Península y la renuncia del virrey Cisneros.
Ante
la sugestiva ausencia de los restantes capitulares, el alcalde Palacio dejó
constancia de esa recepción y mandó citar a
todos los miembros del cuerpo para resolver la complcicada situación que debía afrontar.
Esa reunión recién pudo celebrarse el 25 de junio, constando en el Acta respectiva el haberse tratado "el oficio que el Exmo. Cabildo de Buenos Aires en que manifiesta a las ciudades interiores la instalación de la Junta Provisional Gubernativa" por lo que solicitaba la elección de un representante santiagueño para decidir sobre la forma de gobierno. Y en otra correspondencia, el gobernador intendente de Córdoba por la posta del 17 de junio transmitía buenas noticias llegadas de España, con la oculta intención de concitar adhesiones a su causa, y por último, del gobernador intendente de Salta don José de Medeiros que el ex virrey Cisneros repuso en el cargo.
Los cabildantes resolvieron cautamente "que se suspenda por ahora toda determinación hasta que resuelva como jefe inmediato el señor gobernador interino de la provincia, deseando este ayuntamiento el mejor acierto". Si bien podía durarse de una resolución definitoria, el Cabildo debía proceder cuidadosamente ante la incierta y un tanto contradictoria situación que traían las noticias recibidas en Santiago del Estero. No debe olvidarse que los rebeldes cordobeses recién dejaron esa capital el 31 de julio y en esos momentos parecían todavía fuertes en ella, con una peligrosa cercanía geográfica al territorio santiagueño. Además, en el orden institucional, Santiago dependía de la
Gobernación
Intendencia de Salta, juntamente con Tucumán, Catamarca y Jujuy. Y las
disidencias localistas todavía mantenían sus divisiones salteñas y se
disputaban la gobernación don Nicolás Severo de Isasmendi, nombrado por el ex
virrey Cisneros y reemplazado el 9 de
junio de 1810 por el coronel Joaquín
Mestre, que no llegó a ocupar el cargo y, finalmente, para terminar con tales entredichos la Junta
nombró a Chiclana el 16 de julio -como
dijimos- y una vez superada la situación
cordobesa recién pudo asumir a fines de agosto. Esas cuestiones conflictivas justificaban en
parte las dudas santiagueñas. Acrecentadas por las distancias de los grandes
centros, la incomunicación persistente en el interior, las versiones
interesadas o tendenciosas que llegaban a la ciudad, y los propósitos
subalternos que incidían en grupos o individuos actuantes en esos momentos. Sin embargo, frente a esa parálisis se alzó
una voz decidida,
impetuosa
y enfervorizada que llegó a conmover los estratos populares y sostuvo una
adhesión terminante al nuevo orden surgido en Mayo. Era la de Juan Francisco
Borges, que impuso el pronunciamiento santiagueño, vislumbró una estrategia
especial e hizo jugar a Santiago del Estero un papel preponderante en el sostenimiento
revolucionario de los pueblos convocados
a Buenos Aires "para establecer la forma de gobierno que se considere más
conveniente", según rezaba la invitación
recibida de la Junta.
Borges
se encontraba ahora en su ciudad natal desde 1808 por lo que decía: "Dos años ha que llegué
después de una larga peregrinación por
España y otras partes de Europa, y desde mi
regreso empecé a sentir, como los demás de mis compatriotas, los fatales efectos del injusto
despotismo".
Era verdad, porque después de una vida casi aventurera, con frecuentes viajes al Alto Perú, había recibido gratificaciones de la corona debido al sacrificio de su padre que ofrendó la vida en defensa del orden real contra las insurrecciones indígenas, y viajó a España para reclamarlas, en 1802.
Luego de visitar otras partes de Europa tuvo sus primeros enfrentamientos con los miembros del Cabildo santiagueño que le exigían subordinación a su autoridad, al tiempo que encontraba la solidaridad de los hombres de armas y el comandante de dichas fuerzas en claro preludio de las divisiones entre la civilidad y el ejército que más tarde tendrían lugar en Buenos Aires.
Al mismo tiempo Borges se inició en la conspiración revolucionaria al modo europeo y republicano cuyos hilos movía desde Salta don José Moldes. En esta red subversiva participaban Nicolás Laguna en Tucumán, Tomás Allende en Córdoba, Clemente Díaz Medina en La Paz, Mariano de Medina en Cochabamba y los nombres más representativos de Salta, que luchaban por la independencia antes de 1809. "Y obraron a favor de la causa -decía Moldes en su exposición de servicios- tan pronto como les fue posible, justamente en un tiempo que no teníamos más patria, ejército, ni garante que el pescuezo".
Con esos antecedentes no resultaba extraña la agitación revolucionaria promovida por Borges en Santiago, secundado por el comandante de Armas, José Cumulat, el comandante Alonso Araujo, especial amigo de Cornelio Saavedra y los militares de la ciudad, en tanto pequeños grupos de españoles y cabildantes, preparaban su ofensiva para continuar en el usufructo de los cargos públicos.
Mientras así se preparaban ambos grupos y ganaban popularidad las convocatorias borgistas, se recibió la comunicación salteña de haber jurado reconocimiento a la Junta el 19 de junio, ratificada por San Miguel de Tucumán el 26 de junio en Cabildo Abierto, y Catamarca que había realizado una pacífica asamblea similar el día 22.
El 29 de junio los cabildantes Domingo Palacio, José Manuel Achával, Francisco Solano Paz y Pedro José Lami, se reunían para "abrir un pliego del Señor Gobernador Intendente de esta Provincia que acaba de llegar por el presente correo". Se refería a "la obediencia que ha dado en aquella Capital de Salta por las noticias ocurridas en la de Buenos Aires". Y en consecuencia estos capitulares "acordamos que siguiendo el mismo orden y obedecimiento a la expresada junta se dé cuenta en esta misma fecha de haberlo así efectuado".
No era posible otra resolución, y en ella coincidían los anhelos populares acaudillados por Borges y el ordenamiento institucional dependiente de la autoridad salteña.
Llevado entonces por los sucesos, el Cabildo comunicó rápidamente a Buenos Aires por nota de ese día, que "aunque este Ayuntamiento había prestado en su corazón todo obedecimiento a esa Superior Junta Gubernativa [...] suspendió en hacerlo hasta las resultas del Gobierno Intendencia del Distrito deseando guardar el orden establecido [...] nos previene la religiosa conducta de Salta en obedecer sin discutir y en el mismo día de su recibo ha reconocido y obedecido este Cabildo solemnemente las altas facultades y superioridades de V.E."
Si con ello se querían cubrir las vacilaciones anteriores, el Cabildo trasuntaba medroso acatamiento a los superiores burocráticos, pero la vida ciudadana latía afuera y alentaba las expectativas exteriorizadas popularmente y que se impondrían después.
Es que al día siguiente de esas decisiones el Cabildo volvía a reunirse para determinar el listado de los invitados y efectuó la convocatoria al Cabildo Abierto que debía elegir al diputado solicitado por la Junta de Buenos Aires, para el 2 de julio inmediato.
Aquí iba a quedar definido el papel protagónico de Borges y su núcleo patriótico al enfrentar la oligarquía capitular y quedar alineados los sectores santiagueños de diferenciación política, en anticipo de futuros partidos.
Fuente: Los episodios precursores y la Revolución de Mayo en Santiago del Estero. Subsecretaría de Cultura de Santiago del
Estero.
2009.
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