Desde hace siglos, las empanadas han sido populares en Europa. Incluso los mapuches aportaron su propio vocablo: "pirru". En la gastronomía española, ya figuraban en el siglo XIII, pero su origen se remonta aún más atrás, siendo un alimento común en gran parte del continente. Hoy, en Baviera, perdura el término "parrada", usado en las festivas reuniones alemanas.
La empanada llegó a Chile incluso antes de que Pedro de
Valdivia concluyera la colonización. Con el tiempo, se convirtió en un plato
criollo, horneado o frito en grasa, relleno de "pirru"—término
indígena para el picadillo de carne, huevo, pasas, cebolla, color y ají.
Pese a las investigaciones, los historiadores no han logrado
determinar el origen exacto de este manjar. Ni siquiera estudiosos tan
dedicados como Eugenio Pereira Salas o el folklorólogo Oreste Plath han podido
desentrañar su misterio. Las empanadas se pierden en el tiempo, entre
civilizaciones y culturas.
Un dato curioso: en la sacristía de la Catedral de Santiago de Chile, se conserva un cuadro de La Santa Cena (1962) donde aparece una empanada.
Además, algunos vinculan este icónico alimento con la cocina morisca, hipótesis
plausible si consideramos que este pueblo dominó España durante siglos, dejando
una profunda huella en sus tradiciones culinarias.
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