jueves, 5 de junio de 2025

Guanaco Sombriana: el pueblo que resiste al olvido gracias a Primitiva Zurita y su cooperativa

 

Créditos: santiagodiapordia.com.ar

En el corazón del sur santiagueño, donde la tierra se vuelve sal y el sol no perdona, se levanta un pequeño milagro llamado Guanaco Sombriana. Un paraje que, hasta hace no mucho, era apenas un cartel en la vieja traza de la Ruta Nacional 9, hoy resurge como un faro de esperanza gracias al empuje de su gente y, especialmente, al compromiso de una mujer inolvidable: Primitiva Zurita.

Su historia es de esas que no deberían pasar desapercibidas. Primitiva nació y se crió entre los vinales, cardones y jumes de este paisaje hostil. Cuando se recibió de maestra, tuvo la posibilidad de ejercer en la ciudad, pero eligió volver a su tierra. El amor por su gente y la necesidad de devolver lo recibido marcaron su destino. Caminó kilómetros para enseñar, pedaleó en bicicleta para llegar a las escuelas y fue sembrando, con esfuerzo y convicción, no sólo conocimientos, sino también raíces.

Fue ella quien impulsó la creación de la Cooperativa Guanaco Sombriana, una organización que hoy nuclea a tejedoras, productores, agricultores y artesanos, y que se ha convertido en el motor económico y cultural del pueblo. Gracias a la cooperativa, llegó el agua potable a la zona —un bien escaso y vital—, se fortaleció la identidad local, y se consolidó un polo turístico con alma: el complejo Sol, Sal y Luna.

Este espacio no sólo ofrece alojamiento rural, sino una experiencia inmersiva en la vida del monte. Ahí se pueden degustar quesos de cabra, alfajores de algarroba, dulces caseros y admirar tejidos hechos con fibra de llama o guanaco, todos productos elaborados por las manos del pueblo. Hay huertas comunitarias, una represa, una planta potabilizadora, y hasta llamas que deambulan entre los visitantes, testigos vivos de un proyecto que une tradición y futuro.

Primitiva lo dice con naturalidad, pero con emoción: su padre soñaba con que ella fuera maestra, y fue su ejemplo el que la motivó. Cuando en su casa no había escuela, una maestra venía a caballo desde 70 kilómetros. Esa historia quedó grabada en su memoria y en su nombre, porque su papá quiso homenajear a aquella mujer poniéndole también el nombre de Primitiva.

Gracias a sus gestiones y a la fuerza colectiva de la cooperativa, hoy Guanaco Sombriana no es sólo un paraje rescatado del olvido. Es una comunidad viva, que recibe visitantes de todo el país y del mundo, como ocurrió con familias españolas que ayudaron a plantar árboles nativos o médicos de Buenos Aires que ofrecieron atención gratuita.

Cada rincón del complejo turístico cuenta una historia. Desde la vieja diligencia restaurada que evoca épocas de independencia, hasta el algarrobo centenario que dio nombre al lugar cuando un italiano lo llamó, al ver a los guanacos tomando sombra, “Guanaco Sombriana”.

Guanaco Sombriana es más que un lugar: es una declaración de principios. Es prueba viva de que con compromiso, memoria y organización comunitaria, se puede transformar un territorio árido en una tierra fértil de oportunidades. Y todo empezó con una mujer que volvió a su pago para enseñar... y terminó transformándolo con amor.

Cooperativa Guanaco Sombriana: fundada en 2003, articula producción local, turismo rural y desarrollo sustentable. Un modelo que no sólo retiene a la población, sino que atrae a quienes quieren volver a sus raíces o simplemente conocer una forma distinta y digna de vivir.

Complejo Sol, Sal y Luna: hospedaje con identidad santiagueña, donde se ofrece alojamiento, gastronomía regional, contacto con la naturaleza y experiencias culturales auténticas.

Una mujer, una comunidad y una historia que nos recuerda que el verdadero progreso no se mide sólo con cemento y velocidad, sino con pertenencia, cooperación y humanidad.

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