Sabido es que el origen de las empanadas es árabe. Por cierto, no la palabra “empanada”, pero sí la peculiar forma de envolver un relleno en una masa. En la Argentina hay tantas empanadas como provincias, lo que resulta especialmente exacto a propósito de las del Norte y de Cuyo. Típicas son las salteñas, las tucumanas, las mendocinas, las riojanas, variedad a la que se contrapone la casi absoluta ausencia de otras bonaerenses o característicamente litoraleñas, por no decir de la Patagonia.
Aclaremos que, por supuesto, las patagónicas no existen
porque muy tardíamente se establecieron en esa región pobladores criollos y no
hubo tiempo para que madure y se diversifique una tradición de ese tipo; en
cuanto a las provincias litorales, presuntivamente cabe atribuir la carencia, o
bien a lo esmirriado de la organización social, o a lo caro que costaban el
trigo y otros cereales en la primera etapa colonial, tal vez hasta desanimar el
hábito popular de hacer masas.
De hecho, Buenos Aires, ciudad puerto, era bien propia para
la instalación de comerciantes y ganaderos, pero no un buen lugar para que
arraigaran en él contingentes numerosos de andaluces de prosapia árabe, de ésos
que habrían conformado la base más sufrida y amplia de la inicial corriente
inmigratoria sobrevenida con la Conquista y que, bajando desde la zona
altoperuana, conformó lo que sería la intendencia de Salta del Tucumán,
abarcadora de las actuales provincias de Salta, Jujuy, Catamarca, Tucumán y
Santiago del Estero.
Desde esta perspectiva, cabe entender por qué nuestra
arquetípica empanada arraigó con tanta fuerza en el noroeste del país y en
Cuyo, y mucho menos en la cercanía de los grandes ríos. Cuando la pampa comenzó a desarrollarse,
surgieron las estancias, hubo peonadas y esbozos de familias, así como puestos
e incipientes poblados. La rudimentaria
socialización tuvo sus reuniones y sus fiestas, en las que nunca faltaban el
asado y las empanadas, elaboradas siempre a la manera de las del Noroeste. Y con esos sabores llegó también la empanada
a la ciudad puerto y se entronizó en las reuniones de las casas familiares,
aparte de ser muy gustadas por el pueblo bajo, que seguramente a él se dirigía
el pregón que transcribe la historia escolar.
“Empanaditas calientes pa´que se quemen los dientes”.
Empanada propia
Pero en tiempos de Rosas, primera mitad del siglo XIX, parece
que Buenos Aires quiso no ser menos y tener asimismo su empanada propia,
aspiración ingenuamente vinculada, por el nombre, con la tendencia política del
momento. Fueron las “empanadas
federales”, que luego se conocieron en la pampa húmeda y a las que también se
llamó “empanadas de misia Manuelita”.
Porque es verdad que a la hija del Restaurador la atraía el arte de la
cocina y cabe admitir como no improbable que ella misma haya sido la inventora
del curioso relleno que las distinguía.
Estas “empanadas federales” no incorporaban a su relleno
carne vacuna sino de gallina o pollo hervido y, extrañamente, incluían el
agregado de peras cortadas en cubos y cocidas con azúcar y clavo de olor, lo
que las dotaba de un cierto toque dulzón también propio de otras empanadas
provincianas.
Lo cierto es que las “federales” fueron muy apreciadas,
contando al respecto la leyenda que la “niña” misma, en persona, las hacía
realmente apetitosas. Después se
abandonaron y hoy son empanadas bonaerenses perdidas en el tiempo, de las que
sólo quedan rastros en la referencia de los tradicionistas.
Receta
Ingredientes
Taza de pollo o gallina (hervida y cortada)
3 Cebollas
4 Peras
1 Clavo de olor
Sal ají molido
Cucharaditas de grasa
1 ají verde
2 Cucharaditas de azúcar
100 g de aceitunas verdes picadas
Agua caliente
Pimienta Pimentón
Instrucciones
1) Pelar las peras y cortarlas en cubos. Cocinar los cubitos
de peras con las dos cucharadas de azúcar y el clavo de olor. Cuando los
pedacitos de pera están tiernos, escurrirlos.
2) Rehogar en la grasa las cebollas y el ají picados, agregar
la carne cortada en pedacitos y condimentar con sal, pimienta, ají molido y
pimentón.
3) Al armar las empanadas, poner en los montoncitos de
relleno de cada tapa pedacitos de pera, huevo duro picado y aceitunas.
4) Estas empanadas se pintan con huevo y se cocinan en horno
bien caliente 12 minutos.
5) Mientras tanto mezclar el azúcar impalpable con el agua
caliente, hasta formar una salsa bien espesa.
6) Usar esta salsa de azúcar para pintar las empanadas
mientras están calientes.
Rendimiento: 24 empanadas
Fuente
Berreteaga, Choly
La Nación – Rincón Gaucho – 20 de Marzo de 2010
Long-Ohni, Silvia – Empanadas federales perdidas en el tiempo
Fuente: www.revisionistas.com.ar
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